[3] Capítulo 13

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L'ALLEANZA TRA DIO E L'UOMO
(El pacto entre Dios y el hombre)

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Hanna no podía creer lo pequeño que era él. Lo tenía del pecho al ombligo, hecho bolita, y él tenía sus ojos grises —los suyos, los de Mika..., los de Jason—.

Al principio, Hanna no pensó en nada que no fuera lo frágil que parecía su bebé, pero luego, cuando Uriele la besó... ¿por qué había hecho él eso? Uriele había dicho una y otra vez, que él no dejaría que Raffaele —quien no se había presentado una sola vez desde su visita al laboratorio— se llevara a su hijo, y era amable y atento y... Hanna lo había llamado únicamente porque no tenía a nadie más, no porque confiara en él; a veces se preguntaba si no era el plan de los gemelos, hacerla confiar, sin embargo, cuando él, teniéndola ahí, débil, maltrecha..., la besó, ella no entendió qué había sucedido.

Una enfermera intentó quitarle a su bebé y Hanna se aferró a él. Nadie iba a separarla de él.

—Sólo será una revisión —le aclaró ella, comprendiendo a la mujer.

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Mika entró a la habitación del hospital cuando los médicos habían terminado con Hanna, y las enfermeras la habían aseado. Entró lento, un poco temeroso, sin saber qué iba a encontrarse —la relación que su cerebro hacía con los hospitales, era la de un sobreviviente de cáncer—, pero... todo estaba bien. Su hermana estaba recostada cómodamente sobre la camilla, hablando con una médica, pero sus ojos grises pasaron de la mujer a él, al verlo:

—Mika —lo llamó.

Uriele estaba ahí, unos pasos lejos, dándole espacio a la madre y a la especialista. Mika lo recorrió con la mirada... ¿por qué era él quien estaba ahí? Había algo que lo tranquilizaba en eso; tal vez... Hanna sí decía la verdad y había tenido un novio porque, ¿qué clase de persona se queda a acompañar a una completa desconocida?

—¿Ya viste a mi bebé? —lo interrumpió Hanna.

El adolescente asintió.

—Cuando lo sacaron —le dijo—. Lo llevaron a algún lado.

—A los cuneros —le explicó ella, sonriendo.

Él no se acercaba y Hanna le tendió una mano, entonces Mika fue allá y, una vez que se tocaron, fue ella quien lo besó a él.

—Ve a mirarlo, ¿sí? Fíjate en dónde lo ponen y que esté bien —le encargó.

Mika, sin saber cómo más ayudar, asintió y obedeció.

—Voy con él —avisó Uriele, señalando a Mika.

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Al bebé lo pusieron justo al frente, al centro; aquel primer día de enero, en el hospital, habían nacido sólo una niña más y él. Los pasillos estaban solos y Uriele había apagado su teléfono; mientras Hanna paría, no pensaba en nada que no fuera ella, pero ya en ése momento...

Seguramente estarían buscándolo sus padres e Irene. O sólo sus padres, tal vez...

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Por algún motivo, Hanna había sentido miedo cuando el bebé le buscó los senos. Había intentado amamantarlo, pero tenía miedo.

—Es normal el temor, pero estará bien —le aseguró la pediatra.

Hanna no le creyó y pidió un biberón.

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Uriele Petrelli regresó a Italia el segundo día de enero. Ya se había comunicado con Raffaele... quien sólo guardó silencio al escuchar que, su tercer hijo..., el hijo que había tenido con una persona distinta a su esposa —con una desconocida—, había nacido.

Ambrosía ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora