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Ese no había sido nuestro mejor partido, caímos 2-0 con el Osasuna, el que se suponía era el rival más fácil. Pero eso no era lo peor, estábamos a mitad de una temporada muy reñida y, gracias a este desliz, el Real Madrid, el eterno rival, nos superaba por cinco puntos (veníamos de dos empates).

Llegamos al camerino con desaliento y frustración, aproveché y descargué mi furia golpeando la puerta de mi casillero, eso pareció calmarme. El resto de mis compañeros permanecía en silencio, un duro y tortuoso silencio que pronto fue interrumpido por una acalorada discusión que atravesaba el umbral de la puerta y se aproximaba a mi posición.

- ¡¿Acaso es mi culpa haber fallado ese tiro?! ¡Si me la hubieses pasado como debes no estaríamos en este lío! –gritó un muy enojado Neymar.

- ¡Tú eres el que no recibiría un buen pase aunque tu vida dependiera de ello! –le contestó un también muy enfadado Lionel Messi- ¡Lo mismo hiciste en el partido anterior!

- ¡Qué imbécil eres Lionel!

- ¡Cállate Neymar!

La discusión subió su nivel, los dos tenían la cara roja, con las venas de sus frentes inflamadas y sus manos apretadas en puños, sentía que en cualquier momento se agarrarían a golpes y, obviamente, no lo iba a permitir, así que me acerqué a ellos y traté de calmar las aguas.

- Tranquilos, sólo fue un mal juego, no ha sido culpa de nadie.

Ambos me miraron y parecieron apaciguarse paulatinamente, eso sí, no se volvieron a dirigir la palabra y cada quien se fue a su casillero en silencio.

Yo me aparté y fui a las duchas, era momento de despejarme y pensar en otras cosas, después me cambié y recogí mi bolso, me despedí de los que aún estaban allí y salí hacia el estacionamiento para irme a casa.

Miré la hora, era tarde, supuse que en este instante Sofi debía estar durmiendo a Benja mientras Delfi veía sus dibujos animados favoritos, tal vez si me apresuraba, podría alcanzar a ver unos pocos minutos antes de darle las buenas noches a mi pequeña. Fui al espacio donde había parado mi auto y, justo cuando iba a abrir la puerta, escuché otra discusión a cierta distancia.

- ¡Cuando dejes de actuar como un jodido imbécil, ese día vas a anotar un gol decente! –era Leo, de nuevo, dirigiéndose a un muy cabreado Neymar.

- ¡Eres un hijo de puta! ¡Vete a la mierda! –gritó el brasileño, seguido de un sonido ahogado, imaginé que uno de los dos había empujado al otro, no podía quedarme de brazos cruzados así que me aproximé a ellos rápidamente para evitar un enfrentamiento.

Cuando logré divisarlos me impacté con lo que vi: Neymar tenía agarrado violentamente a Lionel por su camisa, si hubiese tenido la fuerza suficiente, probablemente lo habría levantado; apretaba los dientes con rabia y las venas se inflamaban en su frente, también le hablaba en voz baja algo que no supe descifrar, pero lo que más me aterraba era su mirada, como si quisiera desintegrar al argentino, como si quisiera matarlo.

- ¡¿Qué carajos pasa con ustedes?! –exclamé e, inmediatamente, el más joven soltó a Leo, este último casi perdió el equilibrio, pero se reincorporó pronto, su expresión era confusa, una mezcla de enojo y temor, temor a... ¿Neymar?

- No pasa nada Luisito –expresó tranquilo el brasileño, yo me crucé de brazos, ¿en serio piensa que puede engañarme con eso?

- ¿Acaso no creen que vi lo que acaba de pasar?

- Estamos bien... En serio –intervino Leo sin siquiera verme a la cara, era algo poco común en él.

- No me convencen en lo absoluto, ¡Por Dios! ¡¿Qué anda mal con ustedes?! ¡Solíamos ser muy buenos amigos y ahora lo único que hacen es pelearse! –esto era cierto, extrañamente, de un tiempo para acá, ellos solían discutir mucho, a veces por cosas estúpidas, claro, nunca como este día.

- Las cosas cambian Luis... –dijo Ney con seriedad, noté algo extraño en él, sus ojos verdosos reflejaban un augurio sombrío, algo cuyo significado no podía interpretar- Ahora, si me disculpan, iré a casa, nos vemos en el entrenamiento –y así, sin más, se alejó de nosotros.

Lo seguí con la mirada por un momento luego me volteé para hablar con Leo de lo sucedido y, sorpresa, sorpresa, había desaparecido. Fui hasta su auto y allí estaba, a punto de abrir la puerta.

- ¡Leo! –lo llamé, pero no pareció inmutarse en lo absoluto y se subió a su vehículo- Leo, háblame, ¿qué fue lo que pasó hace rato? ¡No te hagas el tonto! ¡Vi lo que Neymar hizo! Y, sé que no quieres oírme, pero de verdad parecía que quería lastimarte...

- Nada pasó Luis, sólo dejémoslo así –vociferó en completa seriedad, con las manos en el volante y la mirada fija en el vidrio delantero, evadiéndome.

- No te creo, algo te tuvo que haber dicho... Por favor Leo, dime, no entiendo qué está pasando.

- Las cosas cambian Luis... -dijo frío, usando el mismo tono que Ney había usado minutos atrás- Debo irme.

- Está bien... Pero mañana no te salvas, tenemos que hablar de esto –me aparté del auto al tiempo que él lo encendía- Buenas noches Leo.

- Adiós Luis –decretó de una forma que, inexplicablemente, hizo que mi estómago se helará de miedo, como si tuviera el presentimiento de que ese adiós iba en serio, como si esa fuese la última vez que lo vería.

Arrancó el auto y se perdió de vista, yo quedé con una sensación que me carcomía por dentro, la premonición invadió mi mente y los malos vaticinios hicieron de conciliar el sueño una tarea titánica.

Sin duda ese era el día de lo inexplicable, primero la derrota con el último de la Liga, luego la pelea entre los que se suponían eran los mejores amigos, la inquietante y sombría aura de Ney, un sujeto que solía ser pura alegría y risas; y, sobre todo, la intromisión perturbadora de Leo, como si hubiese visto un fantasma, o peor aún, una premisa que constipó sus entrañas, como aquel al que se le anuncia su fecha de muerte, eso era lo que más me inquietaba y, hundiendo mi cabeza una vez más en la almohada, retumbaron en mi cabeza aquellas palabras... Las cosas cambian Luis... Las cosas cambian...


DesaparecidoWhere stories live. Discover now