Capítulo 37

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NATHALIA

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NATHALIA

La oscuridad me rodea y todo lo que puedo ver es eso.

Sé qué hace semanas que estoy aquí encerrada, sin saber con exactitud cuánto tiempo o en dónde. El sujeto cuyo nombre es Desmond, se ha encargado de mantenerme inconsciente y dopada la mayor parte del tiempo. Solo sé por mis instintos que estoy sentada sobre el suelo, atada de pies y manos con lo que parecen ser cuerdas de manila, de las cuales se desprende una luz violeta. Se sienten ásperas contra mi piel.

El cuarto es frío y hay una pequeña ventana de sótano que alcanzo a distinguir entre el vaivén de mis ojos. Pestañeo varias veces para tratar de ver mejor lo que me rodea. Una tenue luz se filtra por el cristal de la ventana y cuando logro enfocar mis ojos, veo todo con mucha más claridad. Muevo mis pies acalambrados para ver si de esa forma puedo soltar las amarras, sin embargo, me es imposible mover siquiera un brazo, pues están atados a algo. Trato de girar la cabeza lo más que puedo, pero no puedo. Entonces escucho a alguien toser, en lo que parece ser la esquina más oscura del cuarto.

—¿Quién está ahí? —pregunto.

—Hasta que te despiertas, pensé que estabas muerta —Entonces sé que es ella y que también está aquí.

—¿Clya? ¿En dónde estamos?

—No lo sé —vuelve a toser—. Si lo supiera ya habría salido de este maldito lugar.

Trato de mover mis brazos, para ver si tan solo puedo aflojar las cuerdas y liberarme.

—Deja de intentarlo —dice con desgano—. No vas a poder liberarte.

—¿Por qué no? —cuestiono, mientras sigo intentando zafarme.

—No es solo una cuerda común y corriente, tiene una especie de hechizo, por eso tiene esa luz y color —entonces dejo de intentarlo—. Tu fuerza no sirve de nada y yo... apenas puedo mantenerme despierta.

Suelto un suspiro.

Ella tiene razón, mi fuerza no servirá de nada.

—¿Tú sabías de él? —interrogo haciendo referencia a Desmond.

—Es un maldito bastardo —La escucho reír con desagrado—. Es todo lo que es —masculla—. Pero juro que lo mataré cuando logre soltarme.

—¿Te dijo por qué estamos aquí?

—Seguramente sé lo mismo que te dijo a ti.

—¿Cómo te trajo hasta aquí? —pregunto.

—No es nada estúpido —suspira—. Tiene a un mago chupa culos siguiéndolo como perro a su cola —entonces recuerdo a Johnvid.

No he sabido nada de él, desde que Desmond me trajo aquí. El recuerdo más potente y vivaz que tengo, son las preguntas de Desmond hacia él y el rostro de Vid aceptando todo en silencio.

Daron, un ángel para Nathalia © [Libro 1]✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora