9: le quitaria la inocencia

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Su cita de cena y sexo estaba a punto de empezar.

A Julián no le parecía que la cita estuviera yendo muy bien.
Aunque había reservado mesa en el mejor restaurante de la zona y estaban cenando a la luz de las velas, la comunicación entre Rosana y él no estaba fluyendo con naturalidad.
Julián suponía que Rosana estaba nerviosa por lo que iba a suceder aquella noche, pero él también lo estaba porque quería estar a la altura de las circunstancias.

—¿Te he dicho lo guapa que estás?

—¿De verdad? Me he cambiado tres veces de ropa —confesó Rosana
jugueteando con su chuletón.

—Yo he salido de compras —admitió Julián señalando la camisa que llevaba.
Rosana lo miró con los ojos muy abiertos.

—¿Te has comprado ropa nueva para salir conmigo?

—Por supuesto. No quería salir contigo pareciendo un pordiosero.

—Estás guapísimo —le aseguró Rosana—. Bueno, siempre lo estás.

—¿Tú crees? —dijo Julián poniéndose en pie y sentándose junto a ella.

—¿Qué haces?

—Sentarme a tu lado —contestó
Julián.

—Esto es muy pequeño para los dos —rió Rosana.

—Ya nos las apañaremos.

Rosana se colocó con la espalda apoyada en la pared para poder girarse hacia él y, al hacerlo, sus piernas se tocaron.

—Creo que voy a probar tu chuletón.

—No te va a gustar.

—¿Por qué?

—Porque está muy hecho y tú lo has pedido poco hecho.

—Da igual, hay que probar cosas nuevas y salvajes —sonrió Julián—. Vamos, atrévete —añadió.

—¿A qué, a tomarme un trozo de carne cruda? —dijo Rosana acercándose a él y batiendo las pestañas en actitud coqueta—. ¿Te das cuenta de que es mi primera vez, de que soy virgen en esto de la carne poco hecha?

—Déjame que te muestre los placeres de la carne —sonrió Julián cortándole un trozo de su chuletón.

—Dios mío —suspiró Rosana abanicándose la cara con la mano como si se hubiera sonrojado.

Se miraron a los ojos y se rieron, encantados de su chiste personal, de las bromas que estaban compartiendo.

—¿Por qué decidiste venir a vivir aquí? —le preguntó Rosana de repente.

—¿Cómo?

—¿Por qué te viniste a vivir a El Hoyo?

—repitió ella untando un trozo de patata con crema agria y ofreciéndoselo.

—Porque soy un tipo nervioso y me apetecía cambiar de aires —mintió Julián aceptando la patata.

—¿Y por qué a una pequeña población?

—Me la recomendó un amigo.

—¿El hombre con el que llegaste?

—Sí, se llama Zack —contestó Julián dándole una gamba de su plato—. Es la única persona que conozco y le encanta este lugar, pero vive en la ciudad de Bs As.

—¿Lo conoces hace mucho?

—Más o menos —contestó él dando un trago a la cerveza e intentando sonar
natural.

—¿Dónde lo conociste?

—En una reunión india —mintió Julián.

Excepto por el hecho de que los dos tenían sangre india, Zack y él no se
parecían en nada.

—Daiana Blum es mi mejor amiga —dijo Rosana.

Julián agradeció que se pusiera a hablar de ella.

—Tiene suerte de tenerte como amiga.

—Yo también tengo suerte de tenerla a ella como amiga. No sé qué haría sin ella.

—Sí, es bonito tener amigos —dijo Julián sintiéndose muy solo.

—Sí, lo es —dijo Rosana probando el arroz de Julián—. Me alegro de que nos estemos conociendo.

Julián se sintió culpable. Se estaba haciendo pasar por un buen hombre, por alguien digno de su confianza y no era así. No debería haberla invitado a salir, pero ya era demasiado tarde porque la deseaba con demasiada intensidad.

Y Rosana, de momento, lo necesitaba.
Era una mujer inocente y él le iba a robar aquella inocencia, pero aquella noche se necesitaban mutuamente y no debía sentirse culpable.

Tenía que disfrutar del momento aunque sabía que no se merecía a aquella mujer. No debía permitir que su pasado destrozara aquella noche, aquellos recuerdos, aquellas horas en las que Rosana iba a ser suya.

Atraccion IntensaWhere stories live. Discover now