Capítulo 34

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NATHALIA

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NATHALIA

Termino el desayuno que gentilmente me ha preparado Vid y con el cual me he dado cuenta de que he hecho a un lado la barrera anti-Johnvid que construí, cuando me enteré de que me mintió. A pesar de todas las cosas que han sucedido, él no merece esto de mi parte. Me siento pésimo recibiendo toda su atención y seguir tratándolo mal. Debería dejar mi orgullo atrás y metérmelo por donde el sol no es capaz de dar. Es todo lo que puedo hacer por el momento. Está cuidando de mí, incluso después de lo grosera que he sido, no merezco nada de lo que está haciendo.

Por otro lado, el hecho ocurrido en la ducha me ha dejado completamente helada, no deseo tener que volver a pasar por todo lo anterior nuevamente; Daron ya no está aquí y no va a poder salvar mi trasero una vez más, y aunque yo he jurado salvármelo a mí misma, tengo que admitir que no soy fuerte lo suficiente como para luchar contra algo fuera de este mundo.

Pensar en la voz que resuena en mi cabeza una y otra vez, me aterra. Trato de analizarla, pensando en que puede ser posible que se trate de Lyron otra vez, pero él está en el infierno y no creo que pueda escapar de ahí tan fácil. Luego pienso en Daron, pero esa voz es diferente, posee tonos muy distintos, tanto a los de Daron como a los de Lyron.

Debo asumir que el miedo irracional de la primera vez que me encontré cara a cara con dos caídos, de nuevo está presente. Literalmente estoy defecándome en los pantalones una vez más. ¿Acaso hay más ángeles caídos en Francia de lo que podría haber imaginado en toda mi vida? Sé más que cualquier mortal sobre esta vasta tierra, que eso debe ser más que posible.

—¿Te sucede algo? —Johnvid hace que mi cuerpo se sobresalte en el pequeño asiento, y como si fuera posible agarrar mi corazón latente con la mano para que no se me caiga al suelo, la llevo hasta mi pecho.

—No —respondo con rapidez—. Solo estoy pensando —Y es cierto.

—¿En qué? —Interroga—. Por supuesto, si es que puedo saberlo.

Mi mirada viaja hasta sus ojos y lo veo observarme con curiosidad.

—Tonterías —resoplo, restándole importancia.

—Te veo extraña desde que has salido de la ducha y cuando me preguntaste si dejé la puerta abierta, noté que estabas un poco nerviosa, así que no te creo que no te esté pasando nada, mucho menos que solo estés pensando en tonterías.

Ahí yace esa duda de si debo contarle o no lo que he escuchado en la ducha, no quiero que me tome por una loca o que me diga que solo estoy imaginando cosas por los traumas que me ha tocado enfrentar. Esa voz que he escuchado con estos oídos que han de devorar los gusanos, es tan real como el hecho de que respiro, pero es probable que solo sea fruto de mi imaginación, y si es así, lo único que conseguiré es que Johnvid piense que estoy volviéndome loca otra vez.

—Pues cree lo que quieras, no pasa nada —vuelvo a negar, con mucha más seguridad.

Lo miro a los ojos y su ceño fruncido, lo que me lleva a deducir que ese gesto solo me indica que mis respuestas no lo están convenciendo del todo y no le son suficientes.

Daron, un ángel para Nathalia © [Libro 1]✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora