1.El tiempo todo lo cura

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Dicen que el tiempo lo cura todo.

Marinette podía decirle un par de cosas a la persona a la que se le ocurrió decir aquello. Para ella el tiempo no curaba, solo hacía más profunda la herida.

Estaba en su ultimo curso de preparatoria, junto con sus mejores amigos y la odiosa de Chloe, al igual que hacía más de dos años que se había convertido en la heroína más amada de todo París; Ladybug. Y todo ello parecía que había pasado ayer. 

Había cambiado. Tanto física como mentalmente. Pareciera que una parte de Ladybug había suplantado la personalidad torpe de la chica. Ya no tartamudeaba, aunque su sonrojo seguía presente en su rostro cuando cierto modelo de hermosos cabellos dorados hablaba con ella.
Alya decía que ya era un gran paso que hubiera dejado de tartamudear delante de él, puesto que la hacía quedar ridícula y nunca podrían llegar a comunicarse si sus únicas palabras eran: Tu...genial, eres, cosa...
Marinette intentaba pensar que no se veía tan tonta como su querida amiga la hacía ver.

Desde luego ya no tenía 15 años. Su mente había madurado al igual que su cuerpo. Su pantalón rosado y su camiseta de flores habían sido sustituidos por una falda corta de color rojo y un suéter negro muy suave que tenía el cuello alargado, haciendo que un hombro quedase al descubierto. Se seguía peinando con sus típicas coletas pero a veces le apetecía dejarse el cabello suelto. Cuando lo hacía no podía evitar pensar que varios pares de ojos la observaban durante las clases.

Tikki permanecía a su lado como su confidente en las noches cuando ambas se contaban secretos, tapadas por las sabanas rojas de la chica.
Otra cosa que había cambiado al igual que la chica había sido su cuarto. Alya y ella lo habían pintado y decorado durante las vacaciones de verano.
Habían pintado las paredes de un tenue color blanco casi llegando al crudo; dibujando pequeñas siluetas en color negro: Alya había dibujado la silueta de Ladybug y Marinette había hecho pequeñas cabezas de gatitos negros. Los dibujos solo ocupaban una pequeña parte de la pared, pero a las chicas les encantaba.

Los muebles seguían con la misma colocación y orden, solo que gracias a Alya, había convencido a la azabache de quitar todo lo referente a Adrien Agreste de sus paredes, así como el horario que la chica había hecho con todo detalle y que colgaba de un lado de su pared.
Pensó que le costaría más librarse de ello pero al final fue fácil.

Sustituyó las fotos del modelo por fotos de las dos amigas y alguna foto que consiguieron sacar en sus salidas con Nino y Adrien. Eran pocas pero al menos en ellas, Marinette no salía con cara de seta.

Las sabanas de la cama habían cambiado a color rojo intenso, con un cobertor de lineas en negro y rojo, junto con unos mullidos cojines con formas de gato y oso. Las sillas y el sofá rosa habían cambiado a color negro con dibujos de flores en color blanco.

Era una habitación femenina y algo atrevida, como la nueva imagen que Alya intentaba hacer de Marinette.
Pero ella seguía siendo la misma chica tímida y amable que intentaba controlar su doble vida.

A sus casi 19 primaveras, Marinette seguía pensando en formar una familia, tener niños y varios animales entre los que se había añadido recientemente el gato. ¿Por que había olvidado a su querido hamster por un peludo gato?

Seguramente Chat noir tenía algo que ver con ello.

Durante aquellos años, su relación con su compañero felino se había mantenido como siempre. Luchaban juntos contra los incansables akumas, a cada cual más ridículo que el anterior, lo derrotaban y chocaban sus puños como buenos compañeros.
El felino seguía intentando conseguir su amor, coqueteandole siempre que tenía una oportunidad; tomando sus manos, intentando rodear su cadera para acercarla a él...

Siempre que veía que el gatito intentaba acercarsele, rápidamente lo apartaba con un pequeño movimiento de mano y se escapaba de la escena, ayudada por su yo-yo.
A la noche siguiente, Chat volvía a tener su sonrisa ladina e intentaba de nuevo, sin suerte, conquistar a su dama.
Marinette se sorprendía por su intensidad de sentimientos. A pesar de que siempre lo rechazaba, Chat noir no se alejaba de ella, seguía a su lado a pesar de todo y mantenía su sonrisa mientras le decía lo mucho que la amaba.
Ella no estaba segura de poder hacerlo en su situación. Sería demasiado doloroso.

Pero, sin saber como, aquel gatito se había introducido en su interior. Soñaba con él por las noches, despertándose con un calor recorriendola y con el pensamiento de que se sentiría al probar sus labios masculinos. Inmediatamente después se levantaba y se lavaba la cara, intentando no volver a pensar en ello.

¿Por que?
¿Por que su rostro no desaparecía?
¿Acaso Chat noir se había vuelto tan importante en su vida?

Bien, él era su compañero. Aquel que siempre estaba a su lado, que la protegía y defendía de todo. Nunca tenía que mirar atrás para saber que estaría justo detrás de ella, siguiéndola a donde fuera y hasta el final.

Aquello la enternecía.

Pero, a su vez, otro rubio también seguía en su corazón. Después de aquellos años todavía no se había atrevido a confesar sus sentimientos por su otro compañero, aquel modelo rubio que se sentaba frente a ella en clases. 

Adrien Agreste.

Siempre suspiró por él, siguiéndolo como si fuera su espía y siguiendo cada paso que daba. El chico era hermoso, tan perfecto a sus ojos como si fuera uno de esos personajes de novelas románticas que tanto le gustaba leer. Aquel personaje perfecto, cortado por patrón, siempre callado, con una sonrisa en los labios, sus ojos verdes brillando de ilusión, nada lo hacía mal, nada parecía haber sido hecho sin haberlo calculado. Hasta sus pasos parecían haber sido coordinados, pensados justo antes de haberlo hecho.

Marinette lloraba los cielos por Agreste. Y la clase entera lo sabía.

Pero su timidez, su torpe boca no fue capaz de decírselo. Alya siempre la apoyaba, intentando hacer pequeñas salidas para que ella tuviera alguna posibilidad con el rubio, cosa que nunca sucedía, puesto que ambos solo se quedaban en silencio, diciendo alguna que otra cosa pero nunca pasaba más de allí.

Si fuera Ladybug no tendría ese problema. Ella podía decirle a Chat todo sin que su tartamudez ni sus nervios se lo impidiesen.

Pero todo ello se rompió en mil pedazos cuando, justo antes de llegar el fin de semana, ella tomó la decisión. 
Paró al chico justo antes de que su impecable limusina llegase a buscarlo, y le dijo todo lo que se había guardado durante aquellos años.

Su amor por él, su admiración, sus sueños,...

Y Adrien rompió todo aquello.

Con su silencio.

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Y Marinette no se quedó para escuchar lo que fuera que iba a decir.

¿Que es lo que siento? MarinetteXChatnoir *MARICHAT*Where stories live. Discover now