—No, Julián, no te necesito —contestó—. Te necesité la semana pasada —añadió pensando en el motel.
Julián se acercó a ella y Rosana rezó para que no la tocara porque, cuando lo hacía, no podía pensar con claridad.

—La semana pasada no era el momento adecuado, Rosana. No estabas preparada para acostarte con un hombre.

—No quiero hablar de ello.

—¿Por qué? ¿Te da miedo admitir que tengo razón?

¿En qué tenía razón, en que no era el momento adecuado o en que no estaba preparada para acostarse con un hombre?

En cualquier caso, si lo necesitaba, era como amante y no como enfermero.

—Me estás confundiendo.

—Prométeme que me llamarás.

«No», pensó Rosana.

No quería matar la chispa que lo había llevado hasta ella convirtiéndolo en su enfermero.

—Voy a ver cómo va la carne —dijo cambiando de tema.

En ese momento, apareció Lorenzo en la cocina con ojos somnolientos de la siesta y el coche que Julián le había llevado en la mano.

—Hola —saludó.

Rosana  se alegró de su llegada.

—Hola —contestó Julián.

—¿Me lo has traído tú? —preguntó el niño refiriéndose al coche.

—Sí, es un Ferrari, uno de mis coches preferidos.

—A mí también me gusta mucho —contestó Lorenzo poniéndose a su lado y jugando con el coche por la encimera.

Mientras, su hermana preparó arvejas, papas y zanahorias para acompañar la carne y pensó que no recordaba la última vez que había visto a un hombre en su cocina. Seguro que Lorenzo tampoco. Por eso estaba obnubilado con Julián.

—Rosana dice que eres medio indio —dijo al cabo de un rato mientras
Julián preparaba la ensalada.

—Lo soy.

—¿Sos un Toba?

—No, soy Wichi.

—¿Y eso qué es?

—Otra tribu india.

—Ah.

—¿Y los Wichi también llevan plumas en la cabeza?

—No, pero llevan tatuajes.

—¿De verdad?

—Sí, de hecho nos tatuamos siendo niños.

—¿Ah, sí? Yo también quiero un tatuaje —dijo Lorenzo queriendo imitar a su héroe—. ¿Puedo,Rosi?

Rosana  miró a Julián suplicándole que la sacara de aquel atolladero, pero él se limitó a encogerse de hombros.

—¿Tú llevas uno? —le preguntó.

—Sí.

—¿Dónde? —quiso saber Lorenzo.

—Aquí —contestó Julián levantándose el pantalón derecho y mostrándole la
pierna.

—¿Qué es?

—Un cuervo.

—¿Por qué un cuervo?

—Porque tienen unos ojos muy potentes que te permiten entrar en el mundo de lo sobrenatural si los miras, como los ojos de la gitana del cuadro de tu hermana.

Rosana sintió un escalofrío.

Miró a Madam Myra y luego la pierna de Julián. El lugar en el que tenía el
tatuaje era exactamente el mismo lugar donde ella tenía el lunar que le extirparon.

Rosana no habló mucho durante el resto de la noche y no volvió a mirar a Julián a los ojos. Menos mal que Lorenzo tenía cuerda para rato.

Cuando se fue, se dijo que conocerlo había sido una casualidad, que no era el hombre del que le había hablado Madam Myra; se dijo que las predicciones de la gitana eran una tontería.

Sin embargo, sabía que lo que estaba pasando entre Julián y ella, fuera lo que fuese, era real, pero pertenecía a una realidad que ella no entendía.











Bueno no se mucho sobre la cultura de los Wichi pero me.parecio interesante jajaj

Atraccion IntensaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora