No hay días sin horas ( 12 )

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                                                                     (Capitulo 12)

― ¡Está bien, Isabel Ya basta!, no tengo bastante con no recordar que, encima me sigas atosigando.  ―Andrés estaba enfadado eso se notaba, parecía que por fin, se había recuperado y volvía a ser tal y cómo ella recordaba. Fuerte y decidido, así lo recordaba Isabel. Está bien ―Musitó suave Isabel. ―Sólo intentaba ayudarte, mira ven, le dijo enseñándole la caja que había encontrado debajo de la cama.  ― ¡obsérvalas y dime si recuerdas alguna cosa! _Andrés bajó la cabeza y miró aquella caja que, pese a que, era suya (eso pensaba Isabel) _Andrés no la recordaba, tampoco reconoció a las dos personas que, aparecían en la foto, por supuesto, al perro, mucho menos...

― ¡Imposible, no los conozco de nada, o al menos, no me acuerdo...!  ―Saltó nervioso e irritado Andrés. Isabel se sobresaltó cuando escuchó el teléfono de Andrés. Levantó la mirada para observar a  Andrés cómo preguntándole ¿Por qué no contestas? _Andrés se encogió de hombros mientras decía... ―Y a quien sea... ¿qué le digo?  ―Seguro es ya qué, ni le reconoceré _Se mostró ahora abatido.

―”Pero... Yo no me puedo poner Andrés, ¿no sabemos quién es?. Tienes que cogerlo tú, pregunta y dile lo que se te ocurra, si no, sospecharán y vendrá alguien  a ver qué ocurre con Alberto. Tenemos mucho por averiguar y no podemos llamar la atención, por lo menos hasta saber quiénes son estas personas y qué significan en tu vida o significaron...  ―El teléfono no dejaba de sonar con insistencia así que, finalmente Andrés se decidió y preguntó ¿Quien es...dígame ?  ―Al otro lado se escuchó una voz agitada y nerviosa  ― ¡Alberto, cielo santo, por fin contestas!  ― ¡Soy Antonia!

― ¿Estás bien Alberto? ¿Qué pasó por qué no has venido? ¿Dime habla, por qué te callas...? ―Las preguntas parecían disparos de ametralladora para el pobre Andrés que no sabía cómo capearlas.”No tenía ni idea de quién era Antonia ni de qué leches le hablaba” ¿que podía contestarle ? ― ¡Hola, sí...es que...ya sabes el trabajo...ejem!  ―No le salía nada, Andrés miraba desolado hacia Isabel, cómo esperando alguna ayuda que, no parecía llegar... ― ¡Alberto, deja que te hable por favor... tengo una gran noticia para ti!  ―continuaba hablando Antonia _ ¡Sofía! ¡Tú Sofí, Alberto...! ―La emoción parecía no dejarla acabar, su voz se truncaba por la emoción y finalmente llorando, por fin se lo dijo.  ―Alberto, Sofía... ¡Despertó!  ―Fue casi un grito que, hasta Andrés tuvo que sacar molesto, la oreja del auricular del teléfono del grito que dio, Antonia. No entendía nada.  ―¿Sofía? ¿Qué Sofía? ¿Y qué hacía ella dormida o que hacía ahora despierta? Ya, vale... ―Logró apenas balbucear Andrés. Antonia parecía tan contenta y nerviosa que, ni cuenta se daba de la actitud de quien, para ella, era Alberto. ¡Tienes que venir ya! ella está un poco confundida aún pero, supongo que lo que querrá es verte. ―Continuó diciéndole Antonia.

―Vale, vale, sí...bueno uf, es qué estoy muy liado ahora... ―Dijo sin saber cómo salir de aquello que se le venía encima cómo un muro de piedra. ― ¡Dile que sí!  ―Le susurró al oído Isabel Tenemos que ganar tiempo.

― ¡De acuerdo Antonia... !sí, voy para allá en cuanto entregue en la oficina unos documentos importantes.  ―Andrés dijo lo primero que le vino a la cabeza  ― ¿Qué dices de oficina Alberto? ¿Desde cuándo trabajas tú en una oficina ? ―Preguntaba intrigada y sorprendida Antonia.

―Rápidamente Andrés colgó el teléfono. No sabía que mas hacer, ¿qué decirle ? ―Miró desesperado a Isabel y esta, le devolvió una sonrisa tímida, cómo diciendo... ¿qué quieres que te diga?.

                                                                  *************

―Antonia al otro lado del teléfono, se quedó pensativa... ― ¿Qué raro he notado a Alberto?

―En fin, suspiró, ― Mañana será otro día, me voy a casa. ―Echó un vistazo al “salón”, estaba vacío, todos estaban ya durmiendo, salvo el personal de noche que, les tocaba guardia. Salió silenciosa. Estaba demasiado cansada para fijarse que, alguien, desde un coche negro, aparcado en doble fila. Se disponía a seguirla.

NO HAY DÍAS SIN HORAS    <El cielo fue testigo>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora