Washington D.C.

742 23 32
                                    

Son las dos y media de la mañana, la alarma del iPhone comienza a sonar con la canción «Blow Your Mind» de Dua Lipa. Manuela, que se encuentra en el más profundo sueño, estira su brazo derecho para alcanzar el teléfono y apagar la alarma. El sueño la envuelve y se queda dormida nuevamente. Cinco minutos más tarde la alarma vuelve a sonar, esta vez sólo con el sonido «uplift» que viene programado en el teléfono, sus ojos están pesados del sueño, no puede abrirlos, pero el sonido sigue, extiende su brazo, toma el teléfono y la apaga la alarma una segunda vez. A las dos cuarenta, suena una tercera alarma, sus sentidos están más alerta y sabe que es hora de levantarse y darse una ducha rápida. Estos vuelos matutinos deberían de estar prohibidos, piensa mientras se incorpora de la cama.

Toma su teléfono y lo coloca dentro de su bolso de mano, no quiere dejarlo olvidado. Mientras lo hace, reflexiona sobre las ventajas de la tecnología, y lo maravilloso que es el poder programar varias alarmas con cinco minutos de diferencia, si no fuera de esa manera, hubiese perdido varios vuelos. ¿Cómo hacían antes que solamente tenían una alarma, una sola oportunidad para levantarse de la cama?, o peor aún, ¿cómo se lograban despertar y llegar a tiempo a sus citas cuando aún no existían los relojes despertadores? se pregunta. Manuela es una entusiasta de los avances tecnológicos, médicos y científicos de la vida moderna.

Nunca ha sido una persona mañanera y le ha costado mucho sobrellevar un mundo que está diseñado para los mañaneros. Para ella, ir a la cama a la media noche es algo natural. Esta noche no llegó a alcanzar tan siquiera dos horas de sueño, regresó de la cena a las once y media de la noche, y no logró dormirse antes de las doce y media. ¡Gracias a dios regreso a casa! pensó.

Procede a darse una ducha rápida, cepillarse los dientes y vestirse con algo cómodo, le esperan por delante varias horas de vuelo, y sobre todo su peor pesadilla, dos aeropuertos.

Toma el taxi desde el hotel en la avenida Pennsylvania hacia el Aeropuerto Nacional Ronald Reagan, son las tres y veinte de la madrugada, ¡Mierda! ¡Ya voy tarde! Aunque hice el pre chequeo y tengo mi pase de abordar impreso, aun debo registrar el equipaje y las colas para pasar seguridad pueden retrasarme, piensa Manuela.

Se comienza a poner nerviosa, debió levantarse de inmediato, es increíble como diez o quince minutos pueden hacer la diferencia, Manuela odia este tipo de estrés innecesario ¿Por qué permitimos que viajar se volviera una semejante pesadilla? Sacrificamos nuestra paz y sobre todo nuestra libertad por la seguridad, esto fue un pacto con el mismo diablo, reflexiona.

Es una distancia corta en taxi, sobre todo a las tres de la mañana. Le tocó un taxista amable y sonriente, por supuesto que es latino, salvadoreño y la trata con mucha educación y camaradería al saber que es guatemalteca. Manuela nunca ha comprendido como algunos latinos en los Estados Unidos discriminan a sus hermanos latinos, los tratan peor que los mismos estadounidenses. Inmigrantes que sacrifican todo, dejan sus países para buscar mejores oportunidades de vida, y deben ser tratados con todo respeto. Eso lo aprendió Manuela de su padre, un hijo de inmigrantes españoles que llegó con su familia a Guatemala, escapando del hambre luego de la Guerra Civil española.

Al bajar del taxi, este le proporciona a Manuela una tarjeta con su número de celular y le dice que la próxima vez que regrese al D.C., se comunique con él y que con gusto será su taxista. Manuela, sonríe y toma la tarjeta del taxista encantada. Ha descubierto durante sus innumerables viajes que siempre es bueno tener un taxista de confianza.

Entra al Aeropuerto y camina hacia el mostrador de United para registrar su equipaje y que revisen sus documentos, sin importar que haya hecho su registro en línea. ¡Que estupidez que revisen mis documentos con tanto detenimiento! Deberían estar felices de que estoy dejando voluntariamente este país, seguramente tienen registrados no solo mis documentos, sino mi mismo ADN, piensa irónicamente. Por suerte Manuela es miembro Oro del programa Premier, por lo que al usar la línea de «Business», no demora mas de quince minutos.

Choque de egosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora