[2.3] Capítulo 34

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Angelo Petrelli se bebió el tercer trago que Anneliese, uniéndose a la causa de Raimondo y Jessica, le ofreció, pensando en que ella estaba ya embriagándose. Probablemente tendrían que retirarse pronto —por fortuna—; los bares no eran lugares que le gustaran, precisamente.

Se excusó y se levantó, buscando los sanitarios, en los cuales, apenas entrar y pese a la música alta, pudo escuchar las arcadas de algún muchacho que vomitaba en el último cubículo. Magnífica forma de celebrar sus veinte años, pensó.

—Con permiso —pidió a dos tipos que obstruían los lavamanos.

Se lavó las manos y, al acercarse a los urinales, notó que otro muchacho, algo ebrio, se recargaba sobre el muro —un muro que otro tipo, igualmente pasado de copas, había salpicado de orina—.

Pensó en lo idiotas que se volvían algunas personas bajo la influencia del alcohol.

Cuando volvió nuevamente al lavamanos, escuchó a los mismos tipos, que obstruían antes el paso, hablar sobre el «gravísimo error» de buscar a una exnovia loca el fin de semana anterior, cuando estaba completamente borracho; el tipo ése realmente culpaba al alcohol y, sin darse cuenta, Angelo arqueó ligeramente una ceja, encontrando bastante patética la excusa; bien, bajo los efectos del alcohol, mengua la capacidad de raciocinio y se distorsiona la realidad..., pero menguar y distorsionar no eran sinónimos de desaparecer. Estaba completamente seguro de que una persona, en estado de ebriedad, no ejecutaría acto alguno que no realizara sobrio... ¿verdad?

Retiró las manos del chorro del agua y, al alzar la vista, se encontró con sus ojos grises... tan parecidos a los de su madre, pero más claros.

... Y pensó en ella, y pensó en su padre...

Cuando regresó a la mesa, donde esperaba su familia —unos más sobrios que otros—, besó a su hermana y aceptó el nuevo shot que ella le ofrecía, bebiéndoselo de un solo trago. No lo hizo de manera consiente..., pero tampoco inconsciente. ¿Qué era estar ebrio? ¿Cuáles eran los pensamientos, la lógica, el razonamiento, de una persona borracha?... ¿Sólo era una ligera desinhibición... o realmente te volvías una marioneta?... ¿Se podía ser perdonado o condenado por lo que ocurría, mientras tanto?

Se bebió un nuevo trago, preguntándoselo.

Al cabo de un par de horas, él se sentía casi el mismo. La sensación era agradable..., pero era él mismo. Pensó en que tal vez se estaba manteniendo sobrio porque iba lento para poder cuidar adecuadamente de su hermana, por lo que, antes de terminar de meditarlo, les propuso retirarse a casa, en la cual, si Lorenzo no hubiese bajado a la cava de vinos y regresado con algunas de las joyas del abuelo, lo habría hecho él mismo. Jugó incluso Beer Pong, dándose excusas para seguir bebiendo —no tenía la menor idea de que tuviese tan buena tolerancia al alcohol... Se sentía ebrio, pero no tanto—.

Dejó todo cuando vio a Anneliese vomitar —todo el alcohol que había ingerido durante la noche— por segunda vez, en la cocina; Nicolas, el único sobrio en el lugar, estaba ayudándola mientras, a la vez, cuidaba de su propia —y borracha— mujer; la ayudó a asearse y la llevó a la cama.

—Ya me siento mejor —aseguro la rubia, secándose el rostro empapado del agua con que se había lavado la boca y el rostro.

Angelo también pensó en que ella se veía mejor, por lo que, cuando ella lo besó, él le correspondió inmediatamente, sin sentir sueño o cansancio aún —a pesar de ser casi las cuatro de la mañana—; de hecho, sentía deseos de seguir charlando y jugando con los otros, de beber un poco más, incluso..., y de Anneliese, sobre todo de ella.

Ambrosía ©Where stories live. Discover now