—¡Hola cosita! —Camila caminó hacia nosotras con los ojos iluminados al ver a Rachel. La pequeña estiró el cuerpo hacia Camila cuando la vio llegar, y se abrazó a ella. La cogió en brazos, besando su mejilla con aquellos besos sonoros y fuertes.

Amila —Señaló a Camila riendo. Besó las palmas de sus manos, y levantó la cabeza para mirarme con una gran sonrisa.

—Perdón, no he escuchado el timbre y ha abierto mi madre. —La besé rápidamente, mirándola a los ojos. Wow, sin maquillar era espectacular, pero maquillada me dejaba noqueada. —Vamos, te presentaré a mi familia.

Dejamos los abrigos en el perchero de la entrada, y me resentí del dolor en los dedos. Sabía que tenía algo mal, sabía que la mano izquierda iba a darme problemas durante toda la noche, pero no iba a quejarme. No en ese momento.

El salón estaba repleto de gente, y todos, absolutamente todos hablaban en español. Me sentía en casa, me recordaba a mi madre. Me recordaba a cuando me hablaba cuando era pequeña en español, me recordaba a su sonrisa, a todo lo que era ella.

—Papá. —Camila se acercó a un hombre que estaba de espaldas, mientras ella sostenía a Rachel en brazos. El señor se dio la vuelta y la miró a ella con una sonrisa, luego me miró a mí. —Papi, esta es Lauren. Lauren, este es mi padre, Alejandro. —Él entrecerró los ojos, ladeando la cabeza al mirarme.

—Encantada, señor Cabello. —Estiré la mano derecha, porque la izquierda, si aquél hombre me la estrechaba, podría terminar de partirme las falanges.

—¿Tú eres la novia de mi hija? —Preguntó poniendo bajas aquellas cejas pobladas. Asentí con media sonrisa, fijando mi vista en sus ojos.

—Papá... —Musitó Camila, moviéndose algo incómoda en su sitio con Rachel en brazos.

—Pues ten cuidado. Cuidadito. —Me señaló con el dedo y asentí con una pequeña sonrisa.

—Claro, señor. —Respondí alegre, y él dio un paso hacia atrás mirando a su hija algo confundido.

—Bueno... Ya hablaremos después de la cena. —Carraspeó, parpadeando un poco. Luego, le dio un pequeño beso a Camila en la mejilla, y desapareció entre la gente.

Camila se agarró a mi brazo derecho, con Rachel sujeta a su mano.

—¿No te da miedo mi padre? —Preguntó ella algo asombrada, y negué con una pequeña sonrisa. —¿Por qué?

La primera razón es que una amenaza así no era nada. Vivía con mi padre, sabía lo que era un puñetazo por su ira, gritos y cosas lanzándose por el salón. Sabía lo que era vivir en un infierno, porque mi madre lo vivía antes de irse. Quería llevarnos con ella a Nueva York, pero, no había dinero suficiente, sólo podía ir mi madre. Veía moratones en sus brazos casi todos los días, escuchaba los gritos detrás de la puerta de mi habitación, y quería ayudarla, quería hacerlo de todas las formas posibles, pero yo sólo era una niña a la que no creían en el colegio.

—Porque nunca te haría daño. —Dije casi convencida.

Sacarle una sonrisa nunca era difícil.

*

Nos sentamos a la mesa, y todos hablaban entre sí. Yo tenía a Rachel en mi regazo, que tenía un trozo de pollo en la mano, dándole pequeños bocados con la boca llena de aceite.

—Entonces, ¿tú qué estudias? —Preguntó Sinu casi sin esperarlo. Las conversaciones que había en la mesa pararon, y las miradas se dirigieron directamente hacia mí. Miré a Camila mientras me limpiaba los labios con una servilleta, volviendo a tomar el tenedor entre mis dedos.

blue nighttimes; camrenWhere stories live. Discover now