6. La ruptura de un corazón (18:74)

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El dolor que se instaló en su cuerpo era similar a la sensación de aplastamiento que sufrió una ocasión que su equipo ganó

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El dolor que se instaló en su cuerpo era similar a la sensación de aplastamiento que sufrió una ocasión que su equipo ganó. Entre abrazos, saltos y celebraciones, terminó debajo de las chicas, sentía como el aire se le iba, el pecho le dolía y las lágrimas no tardaron en cubrir sus mejillas. El entrenador fue quien se percató de la fatal posición en la que se encontraba; regañó a las jóvenes porque una imprudencia de esa magnitud podría traer terribles consecuencias. Las chicas se asustaron al verla pálida, le tomó unos minutos recuperar su respiración normal. Jamás volvió a quedarse en medio de un abrazo de grupal.

Palpó por encima de su corazón, le punzó tal como aquella vez.

Miró con tristeza por la ventana del bus, no faltaba mucho para llegar a su casa. Quiso detener el lagrimeo constante pero seguía herida a causa de las palabras de Sami. Ni bien puso un pie dentro de la propiedad, su amiga dejó de lado cualquier rastro de dulzura y fue muy directa al momento de hablar.

—Creo que lo mejor es que dejemos de vernos un tiempo—inició sin rodeos—; Madai, me agradas. Sin embargo, a veces siento que me asfixias. —Estuvo a punto de reír—. Lo que acabas de ver, no es nada de lo que estás pensando, era un amigo y le di un corto abrazo. Pero conociéndote, vas a pensar lo peor de mí, así que prefiero que por el momento no vengas a mi casa y no me llames. Tanto mi papá como yo, creemos que no es prudente que tengamos una amistad tan estrecha.

Casi se le cae la quijada al suelo, tenía un horrible nudo en la garganta y quería arremeter con una serie de argumentos sólidos. Quería que recordara todas las ocasiones en que fue corriendo hasta su casa, por sus llamadas envuelta en llanto, donde se quejaba de lo estricto que solía ser su padre. Enumerar las salidas donde contuvo el impulso de despilfarrar su dinero, esperando como si fuera Navidad para que llegara el fin de semana e invitarla al cine. Quiso mencionar cuántas veces se expuso, al irse de noche y como su familia jamás se ofreció a llevarla hasta su casa. ¡Samira ni siquiera la conocía! Quiso que viviera lo mismo que ella, al caminar asustada en la oscuridad, con terror a que le fuera a ocurrir algo y aún más que su madre o su tía se fueran enterar. Los Singer no la trataban como a los demás, en especial Josué, quien la veía con algo similar al desprecio y eso distinguió en los ojos verdes de Sami.

—Te quiero—dijo al ver como Maddi se perdía en sus pensamientos—. Eres mi mejor amiga...

—No parece—musitó—. ¿Estás saliendo con Lucas? —Samira no respondió, se limitó a desviar la mirada y cruzarse de brazos. El silencio le dio la razón, su amiga tenía dos semanas obsesionada con el tema, desde que consiguió su correo electrónico—. No pienso decir nada, solo te iba a pedir que no me usaras como excusa. No quiero problemas con tu familia, bien sabes cómo son—masculló—; A tu papá no le va a gustar, a mí me reprende por cualquier cosa. El martes que vine a verte, comenzó a hablar con tu madre sobre la música que me gusta ¿sabes que dijo? ¡Qué era satánica! ¡Por favor! ¿Cómo crees que va a reaccionar cuándo vea a Lucas? Ni siquiera lo conoces lo suficiente y ya te besaste con él.

Alterna y continua ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora