Y se marchó.

Me quedé en silencio, mirando como avanzaba por el ancho pasillo, dándome la espalda. Su mochila, colgada solo de un asa, se balanceaba de un lado a otro con cada paso. A diferencia de la mía, parecía completamente vacía. Exactamente igual que la expresión que me invadía en esos segundos.

Realmente no entendía nada. ¿Era un juego? ¿Me estaba retando a adivinar su nombre? Visto así, parecía bastante divertido. Sería como un ejercicio de detectives. Sonaba tan genial que a cada segundo que lo pensaba, más me gustaba. Había sido una suerte toparme con ese chico nada más empezar el curso.

Volví a retomar el paso en dirección a clase, quedándome a pocos metros de alcanzar al castaño, quien no se giró a mirarme de nuevo en ningún momento. Únicamente, cuando entró en el aula, me vio a lo lejos acercándome antes de que sin querer se le soltara la puerta y cerrase en mis narices. Cuando la abrí, él ya se estaba dirigiendo a su sitio y la profesora desvió su atención a mi persona, al igual que toda la clase.

- Otro igual –se quejó con cansancio. Como no me dijo nada, supuse que estaría bien sentarme, así que eso hice. – ¿Ahora está de moda llegar tarde o qué?

Aunque la profesora había hecho una pregunta, nadie respondió, y yo decidí seguir en silencio con el resto a pesar de tener la respuesta en la punta de la lengua. También se me pasó por la cabeza preguntar el nombre de mi amigo, pero finalmente decidí que no era el mejor momento. Además de que era clase de Historia, y esa asignatura siempre me había costado miles de esfuerzos llevarla al día.

Las horas fueron pasando y con ellas mis apuntes aumentando, ya que además de los que yo me hacía en casa, también tenía que coger los de clase. Era aburridísimo, todos los profesores parecía que decían lo mismo. Al final, de forma inconsciente, terminé dibujando familias de monos en mi cuaderno, llegando a tener casi siete diferentes antes de que sonara el timbre indicando que era la hora de comer.

Decidí que ese era mi momento para preguntarle a alguno de los amigos del castaño, su nombre. Podría haberlo hecho en el recreo de por la mañana, pero antes de que me diera cuenta, desaparecieron él y su grupo sin dejar rastro. Ni siquiera les vi por el recinto en el que teníamos permitido estar durante el tiempo de descanso. Imaginé que estaría en los baños o que bajaron a enfermería por alguna emergencia, así que no le di más vueltas.

De camino a la cafetería me topé con un grupo de compañeros de mi misma clase. No eran del grupo de mi amigo, pero estaba segurísimo de que podrían ayudarme a resolver mis dudas aún con esas. Sin pensarlo detenidamente, me acerqué, colándome por en medio del grupo. Como era de esperar, al verme, no solo se asustaron, sino que detuvieron sus pasos. Mejor para mí, así me sería más sencillo hablar.

- Hola –levanté la mano sonriente. Algunos me imitaron con confusión, otros me respondieron en voz muy baja y unos pocos tan solo se me quedaron mirando con extrañeza. Seguramente les había asustado mucho mi intromisión, porque eran reacciones un poco exageradas para haberles saludado únicamente. – Soy Taehyung, encantado.

- ... –genial, las cosas no estaban yendo como yo tenía planeado. Comencé a jugar con mis dedos de forma nerviosa, y disimuladamente, mientras ponía todo mi esfuerzo en seguir con la conversación.

- ¿Cuáles son vuestros nombres? –se miraron entre sí, como si no me hubieran entendido, así que fui a repetirles la pregunta. Por suerte, antes de que comenzara a pronunciar palabra, uno de ellos me respondió.

- Peniel

- ¡Oh, es un nombre genial! –exclamé aún más nervioso. Solo quería conseguir mi información y marcharme antes de que los del fondo que aún seguían callados, me hicieran explotar con su mirada. – Hablando de nombres, me preguntaba si podríais decirme el del chico que se sienta al fondo de la clase.

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