Daron quiere hablar conmigo y de lo que sea que es, parece ser de suma importancia, así que debo dejar mi patética y exasperante actitud, si es que deseo resolver mis dudas. Porque si él quiere hablar, va a tener que ser capaz de aclararme absolutamente todo. Va a tener que responder a cada una de mis preguntas.

—Está bien —digo resignándome.

Probablemente me arrepienta de la decisión, pero algo en mi corazón me dice que no lo haré, que se lo agradeceré. ¿Qué tan cierto será eso? Mi corazón suele jugarme chueco la mayor parte del tiempo, pero correré el riesgo, si no, mi segundo nombre no sería problemas.

Decido acompañarlo hasta el lugar en donde ha dejado su motocicleta estacionada. A unos cuantos metros la logro visualizarla, está del otro lado de la calle, junto a un lujoso descapotable. Cuando llegamos hasta ella, no duda en extenderme el único casco que posee y sin decir nada, lo tomo entre mis manos para después deslizarlo sobre mi cabeza.

—Sube —ordena, en cuánto el motor empieza rugir.

Apenas me acomodo en el asiento, cuando la moto sale disparada del lugar, tan rápido como un rayo en el cielo. El corazón se me acelera y aprieto los ojos con fuerza, odio este medio de transporte, más que comer cebolla. El viento choca contra el casco, evitando que escuche algo más que un zumbido molesto. Me aferro tan fuerte como puedo a él, porque creo que así no caeré. Nunca tendré la osadía de comprar una cosa de estas en mi vida.

No sé a qué velocidad vamos, pero estoy segura de que es a la máxima.

Rebasa los autos con tanta agilidad, que temo que colisione con otro vehículo.

Cierro los ojos para no presenciar nada de eso. La idea de que pueda ocasionar algún accidente me pone los nervios de punta. Quiero recordarle que maneje con cuidado, puesto a que solo soy una simple mortal, él no moriría por un choque y yo sí.

Evito pensar en esa desastrosa situación, porque siento y creo que la mente es muy poderosa, mientras piensas demasiado en una mala situación o en algo horrible, con tan solo poner todas tus energías en eso, podría llegar a hacerse realidad de la misma manera que lo hacen las pesadillas. El tiempo pasa volando frente a mis ojos, porque cuando siento que la moto cesa su movimiento, abro los ojos lentamente, para percatarme de que ya nos encontramos en Borgoña.

¿Cómo lo hace? Es una duda que no me cansaré de cuestionar.

—Llegamos.

—¿Ahora eres el hombre más veloz que existe?

Ya no sé qué más decir.

El alivio se instala en mi pecho y siento que puedo relajar mis hombros llenos de tensión. Hemos logrado llegar vivos y eso es lo que me importa.

—Deberías de ser más prudente a la hora de conducir —me quito el casco.

—Soy prudente —afirma.

—Claro —concuerdo sarcásticamente—. Voy a apodarte señor, prudencia.

Me desmonto de la moto y él hace lo mismo, después de ponerle el caballete. Luego su mirada me escruta en silencio y con las llaves de la moto en mano camina hacia la puerta de hierro, para adentrarse por el pequeño camino que conduce a la puerta principal de la casa. Me apresuro a colgar el casco en el manillar y lo sigo. Una vez que introduce la llave y la gira, la puerta se abre y con un gesto de su mano, me indica que pase.

—Ponte cómoda —dice tras cerrar la puerta.

—¿No te da miedo que te roben tu querida motocicleta?

—La encontraría donde fuera.

Recuerdo el hueco sobre el techo e instintivamente levanto la mirada para recordar que el enorme agujero ya no está allí. Realmente es como si nunca lo hubiera estado. Tomo asiento en el sofá.

Daron, un ángel para Nathalia © [Libro 1]✔Where stories live. Discover now