El silencio reina unos segundos y eso hace que ambos nos miremos directamente a los ojos. Su boca se tensa, mientras sus labios se aprietan. Lo veo rodar los ojos y rascarse la nuca con cansancio. Evidentemente lo estoy sacando de sus casillas, pero la verdad me importa muy poco. Él me ha sacado de las mías varias veces y le ha importado absolutamente nada. Y a mí me pasa exactamente lo mismo.

—Tenemos que hablar sobre tu padre —dice mirándome con seriedad.

Me río.

—No tenemos nada que hablar de mi padre.

—Hay cosas que no sabes, Nathalia.

El tono de su voz ha cambiado sutilmente.

—Claramente hay muchas cosas que no sé y que tampoco me interesan saber —otra sonrisa falsa se dibuja en mi rostro—. Así que ahórrate todo lo que tengas que decirme. No te molestes, señor ángel caído.

Por fin veo al autobús asomarse a lo lejos y siento un gran alivio al ver que ya podre librarme de él. No tengo por qué seguir viéndolo, mucho menos escuchándolo. Hacerlo es una de las peores torturas para mí, es exactamente como si te sacaran las uñas con un alicate a sangre fría. Le hago una seña cuando veo que se acerca, sonrío, pero la sonrisa se desvanece cuando veo que pasa de largo sin detenerse.

—¡Oye! —Vocifero tan alto como puedo.

Me giro sobre mis talones para ver a Daron como me sonríe de brazos cruzados y una ceja elevada, como si la situación le divirtiera. Entrecierro los ojos y recuerdo que él puede ser capaz de hacer muchas cosas, entre ellas las imposibles. Me acerco para darle un empujón con ambas manos.

—¡Imbécil! —Quiero darle una bofetada, pero me contengo—. ¿Por qué hiciste eso?

—¿Hacer qué? —Finge que no sabe de lo que le hablo.

Eso me pone más histérica.

—¡Hacer que el conductor no se detuviera, animal! —Le grito.

—No es mi culpa, es tuya por no esperar en la parada.

Sostengo mi propio rostro entre mis manos y ahogo un grito, mientras evito parecer una demente.

—¿Qué es lo que quieres de mí?

—Ayudarte.

—Creo que te he dejado claro, que no necesito tu ayuda.

—Sí la necesitas, Nathalia —se pasa una mano por el cabello—. Lamento mucho que me haya comportado como un...

—Idiota —digo ayudándolo a terminar la oración.

Me mira con los ojos entrecerrados.

—Pero hay cosas que debo decirte y no sé por dónde empezar o como evitar que te hagan daño.

—Solo dime lo que tengas que decirme, si eso va a ayudarme a volver a mi vida de antes te lo agradecería. Sobre todo, si implica el no volverte a ver más —me mira con el ceño fruncido.

Por la expresión que contiene su rostro, percibo que tal vez mis palabras le han dolido.

—¿Vamos a mi casa? —Me pregunta.

Lo miro con la duda entre los ojos. No estoy segura de sí quiero volver a poner un pie en ese lugar, el recuerdo de que papá se la ha vendido hace que me retuerza como una lombriz cortada a la mitad. Pero también está esa otra parte de mí, que me grita que deje esas estupideces en segundo plano y me enfoque en lo que verdaderamente quiero saber.

La curiosidad de saber que es aquello que le ha dicho su supuesto amigo, me tiene en un hilo.

Deseo saber más que nada, ¿quién es la humana a la que se refería aquel hombre? Y por supuesto saber quién era él, porque después de haberse marchado, dejó un enorme hueco en el techo de la casa. Deduzco que es como Daron y como Lyron; eso me causa un espanto irracional, porque a pesar de que deseo saber quién es, mi otra parte me grita que no quiere saberlo. Ya he tenido suficientes problemas con Daron y sobre todo con Lyron, como para meterme en otro problema más.

Daron, un ángel para Nathalia © [Libro 1]✔Where stories live. Discover now