Capítulo 22

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NATHALIA

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NATHALIA

Finalmente, mi boca se ha dignado a decir lo que quería y mi cuerpo se siente mucho más ligero. He sacado todo lo que tenía guardado para él, y se siente demasiado bien, sin embargo, las palabras no le han causado ningún impacto. No se ha inmutado ni un poco por todo lo que le he dicho, porque me está siguiendo. Tiene esa maldita sonrisa suya, característica de su rostro, pintada en la boca; ¿acaso he dicho algo gracioso?

Respiro profundamente y cierro los ojos por unos segundos para calmar la histeria que muchas veces sale a flote. No vale la pena tener estas charlas con un tipo como él, no es humano y entrar en una especie de discusión es caso perdido. En vez de disculparse o decir algo en su defensa, solo se limita a sonreír y observar en completo silencio el actuar de los demás. Me desespera.

—Vamos, te llevo a casa.

Vuelvo a respirar hondo y trato de mantener en lo posible, la calma, antes de responderle.

—¿Estás sordo? —Le pregunto—. Dije que puedo irme perfectamente sola a casa —hago énfasis en la última palabra.

—¿Qué te hace pensar que dejaré que te vayas sola?

Se cruza de brazos y me detengo repentinamente para observarlo directamente al rostro.

—Eso no es una opción, Nathalia, yo te llevaré.

Su rostro serio y sus cejas rubias cenizas se juntan en un dilema de, ¿molestia? No lo sé, pero no puedo negar que se ve condenadamente atractivo cuando hace eso, tampoco puedo negar que su supuesta preocupación por mí me pone los pelos de punta y me acelera algo llamado corazón. Entonces me detengo a pensar, ¿qué demonios me está ocurriendo? Me escucho mentalmente decir este montón de disparates y no puedo creer que sea yo la que esté pensando de esa forma.

—Pienso que te largarás ahora, si no quieres que llame a la policía —sonrío falsamente y me cruzo de brazos como niña berrinchuda.

—No estaría aquí para cuando ellos lleguen y tú tampoco —contesta encogiéndose de hombros—. Así que no pierdas tu tiempo en eso.

—Vaya que valiente —murmuro para volver a ponerme en marcha.

—Tenemos que hablar, Nathalia —su mano sujeta ligeramente mi brazo, haciendo que mis pasos cesen.

Lo miro unos segundos, para quitar inmediatamente la vista de su rostro.

—No tenemos nada de que hablar —me zafo de su agarre—. Oh... espera, sí tenemos algo de que hablar —me cruzo de brazos—. Pero eso lo podemos hacer aquí, así que no hay problema.

—No podemos hablar de eso aquí.

Su mandíbula se tensa.

—Lástima, no pienso ir a ningún lugar contigo.

Daron, un ángel para Nathalia © [Libro 1]✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora