[2.3] Capítulo 28

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—Angelo y Annie se grabaron teniendo... relaciones... entre ellos, y alguien subió el video —concluyó, sin más.

Al principio, tanto Giovanni como Rebecca parecieron no entenderlo —la internet no era algo con lo que estuviesen completamente familiarizados, a pesar de que Giovanni tenía mucho tiempo trabajando con ella y de que Lorenzo le mostraba videos a Rebecca—; ellos continuaron durante un par de segundos mostrando el mismo gesto, pero... luego perdieron toda expresión, al comprenderlo.

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Cuando Anneliese abrió sus ojos, por la mañana, lo primero que visualizó fue el bonito rostro de su hermano recostado sobre la almohada blanca, durmiendo plácidamente.

Deseó acariciarlo, pero la idea de que, por primera vez, en mucho, mucho tiempo, que él podía dormir de manera auténtica, la detuvo, sin embargo, el recuerdo de la noche anterior —la suavidad con que lo habían hecho, su masculinidad, sus colmillos blancos (que tanto había extrañado encajándose suavemente sobre su piel), las caricias cosquilleantes..., los orgasmos tan fuertes, intensos y duraderos y, sobre todo, la felicidad que los había embargado—, la obligó finalmente a despertarlo, sintiéndose de repente ansiosa por volver a unirse con ese hombre tan increíblemente apuesto, que tanto quería —con ese hombre que podía engendrar hijos tan bonitos—; subió a su cuerpo y lo besó en los labios.

—Hola —lo saludó, mientras él abría sus ojos grises.

Angelo no respondió, la sujetó por la nuca y la besó en la boca.

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—¿Traje alguna bufanda? —preguntó la muchacha, a su hermano, mientras terminaba de secarse los cabellos frente al enorme espejo, notando las suaves marcas rojizas que tenía en el cuello.

La noche anterior, mientras hacían el amor, Angelo no había notado que estaba provocándole ligeros chupetones; ni siquiera él mismo sabía cuánto había extrañado el sabor de la piel de su hermana, provocando que le diera suaves succiones, embriagándose con el aroma a manzanas que ella tenía.

—No se te notan —aseguró él, terminando de abrocharse el cinturón; sentía muchísima hambre—. No demasiado —añadió, pensando en que había sido una mentira bastante estúpida. Sí se le notaban. Al menos, mientras se duchaban, él los había visto con muchísima facilidad, aunque claro, él no había dejado de recorrerla con la mirada..., ni con sus manos, ni con su boca.

—Bueno —decidió ella, echándose los cabellos rubios hacia el lado derecho, probando ocultarlos; se alcanzaban a ver perfectamente bien—. ¿Qué horas son?

—Pasan de las dos —notó él—. Me muero de hambre —le confesó.

Annie sonrió con suavidad; sabía que su apetito no se debía precisamente a que no hubiesen desayunado aún.

Cuando finalmente bajaron a la cocina, buscando alimento, se encontraron con toda su familia reunida, almorzando.

—Buenos días —los saludo Rebecca, sonriéndoles.

—Tardes —la corrigió Lorenzo, luego miró a Angelo—. Ni siquiera ellos tardaron tanto en dejar la cama —señaló a los recién casados.

Jessica, quien estaba parada detrás de él, le dio un golpe en la nuca y siguió andando hacia su silla, como si nada.

—Cierra la boca, Lorenzo —lo sermoneó Rebecca.

—¿Qué dije? —se quejó él, jugando—. ¿Por qué no la regañas a ella? —señaló a Annie con la mirada—. Está llena de chupetones —se tocó a sí mismo el cuello.

Ambrosía ©Where stories live. Discover now