[2.2] Capítulo 27

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NON UN SECONDO DI PIÙ
(¡Ni un segundo más!)

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Volver a estar todos juntos, había sido... sólo extraño.

Una parte de ella le decía que era igual, que todo era exactamente igual a la última vez que se miraron... pero ella —vestida de dorado— ya no sentía ningún interés en unirse a las conversaciones de los gemelos, ni le causaban gracia las bromas de Raimondo, aunque se alegró de ver a Nicolas.

—Pareces una persona decente con ese esmoquin —jugó ella.

Estaban en el jardín trasero de la residencia principal de la familia Petrelli; el altar estaba junto al pequeño laberinto de rosas, de Rebecca.

—¡Ya sé! —acepto él, abrazándola con fuerza—. Creo que voy a peinarme más seguido.

—Hola, Annie —la madre de Nicolas los interrumpió.

—Sophie —Anneliese le tendió una mano.

La mujer la abrazó; Annie recordó que ella también había perdido a una hija.

—¿Cómo estás? —le preguntó ella.

Annie decidió no responder; no tenía para qué intentar mentirle a ella. Nicolas entendió lo que ocurría y perdió la sonrisa; la rubia se dio cuenta de que lo había deprimido y se sintió culpable de ensombrecerle aquel día. Fingió una sonrisa y le dio un golpecito en un brazo.

—Tenemos que hablar cuando vuelvas de tu luna de miel —le suplicó.

—Annie —suspiró Jessica, cogiéndola por un brazo; se le oía triste—, mi papá no llegó.

La rubia no encontró el problema: Uriele no estaba de acuerdo con la boda y había dejado en claro que, si dependiese de él, ésta no se celebraría. Su inasistencia estaba anunciada desde el inicio.

—Creo que Lorenzo va a entregarme —le explicó.

—Y... ¿si te entrego yo? —terció una voz masculina.

Ambas chicas miraron sobre sus hombros, encontrándose con Ettore; al instante, los ojos azules de Annie buscaron por el jardín, hasta dar con Matteo, quien, al mirarla de frente, agachó la mirada. Ella no se dio cuenta de esto, pues había mirado a otro lugar inmediatamente y, luego, fue junto a Angelo, quien confirmó que algo había sucedido entre sus hermanos, mientras él no estuvo; comenzó a sospecharlo desde que Matt y Ett no los buscaron, como habían hecho toda su familia, cuando perdieron a Abraham, y lo reafirmaba al notar que, con el paso del tiempo, Annie no preguntaba una sola vez por su hermano mayor.

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Por un instante, por un brevísimo instante, Jessica y Nicolas, vestidos de blanco y negro, respectivamente, parados frente al sacerdote bajo el arco de rosas, le parecieron a Anneliese lo más bello, pero fue sólo momentáneo; perdió interés casi de inmediato, por lo que su intercambio de argollas y el posterior beso casto, que dio Nicolas en los labios a su esposa, fue el cronómetro que marcaba a Annie el fin de la tediosa ceremonia.

A su lado, Angelo no podía perderla de vista, notando cuánto había cambiado su hermana desde el interior hacia fuera... Hasta su sonrisa era otra.

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La celebración terminó apenas entrar la noche y, cuando la gente mayor comenzó a retirarse, lo hizo también la banda —Annie no sabía qué clase de música era: en momentos le parecía metal, en otro pop, pero los integrantes tocaban instrumentos propios de sinfonía—, y un DJ la sustituyó, por lo que Annie empezó a planear la manera de huir a la habitación en la que Angelo y ella dormirían, cuando Nicolas llegó donde ella y la invitó a ponerse de pie, cogiéndola por una mano.

Ambrosía ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora