Extra 2: Etéreos copos

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Verla cada amanecer era alucinante, siempre una leve sonrisa se dibujaba en su rostro mientras estaba dormida. Tan cálida y preciosa, no podía evitar observar ese vientre plano que ya le había otorgado dos grandiosos hijos.

No se imaginaba su vida sin ella, sin su absorbente mirada o sus delgados dedos jugando con mechones de su cabello cuando estaban juntos. Una presencia tan sencilla pero asombrosa. Siempre que creía no poder amarla más uno de sus hijos reía sin pena y solo se daba cuenta de lo sosegada que era su vida gracias a esa azabache que perseguía a sus pequeños. Sin duda era lo mejor de su vida.

Y volvía a repetir en su mente: Su vida no sería nada sin ella...

Sin ella...

¿Qué sería de su padre sin su madre?¿Cuál grande fue el vacío que sentía y negaba dar a conocer? ¿Qué tan grises fueron sus días?

¿Cuántas noches lloro sin que él mismo se diera cuenta?

Su mente se revolvía y un inmenso miedo a perderla aumentaba. Su esposa se removió suavemente en el colchón acercándose más al cuerpo de Adrien buscando su calor. Ella era su magia en la realidad que vivía, el cálido rayo de sol en una tormenta. Ella era su todo. Al igual que Julliette era el todo de Gabriel.

Se levanto sintiendo el frío del piso causado por las ráfagas que se infiltraban a los finales de otoño. Se acercó a la ventana de la gran habitación, sus vidrios empañados por cada suspiro dado ahí cerca.

El invierno había llegado pero aún no cubría a la ciudad con su manto blanco y nodo. Podía verse aún ahí saltando entre las hojas secas junto con su madre mientras que Gabriel hacia un diseño inspirado en las hojas anaranjadas que caían sobre las prendas que la fémina y su hijo traían en sus prendas. Una maravilla única.

Y de pronto, oscuridad.

Se colocó una ropa casual junto con un saco abrigador y salió no sin antes colocarle un beso en la cabellera a esa ojiazul que tanto amaba.

-Ahora vengo, ambrosía.- susurro al ver esa pequeña sonrisa. Ella era preciosa.

Camino hacia su destino a pesar de tener auto e inclusive chofer. En cada parque veía a los niños felices saltando entre montones de hojas y revoloteando entre ellos junto con sus progenitores. Eso no le causaba nostalgia alguna: gracias a ella tenía esa oportunidad todos los otoños.

Vio una madre abrazando con todo el amor posible a su pequeño.

¿Cómo se sentía el amor de una madre? ¿O de un padre? Había pasado tanto tiempo que comenzaba a olvidarlo.

Tomó aire pensando en la primera vez que su madre cocino una crepa. Ella reía sin parar y al final Gabriel termino haciéndola ya que él era el único que seguía las instrucciones al pie de la letra. O la vez en que su padre se fracturó el brazo derecho, cada vez que se inspiraba le pedía a él o a su madre que dibujaran lo que él pensaba; siempre terminaba en desastre. Pero a si era su vida, llena de alegrías.

Cada vez empezaba a hacer más frío y el viento soplaba con más fuerza. Solo hubiera deseado traerse su bufanda azul y una gorra para cubrirse sus orejas del frío. Esta bien, seguiría hasta su destino y de regreso tomaría un taxi.

Llego a aquel lugar, las enormes rejillas negras con detalles barrocos para la base que las sostenían indicaban la entrada y sus límites. Solo recuerdos lúgubres se tenía sobre aquel lugar para todo el que tuviera el corazón para entrar.

El cementerio.

Comenzó a avanzar, no es que fuera seguido pero cada tramo de ese lugar estaba bien plasmado en su mente ¿A caso eso era bueno? El césped seco no se infiltraba en sus pies como de costumbre. Cierta nostalgia se infiltraba en sus pulmones.

Behind you //Marichat// Where stories live. Discover now