La promesa de Narcisa

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  Severus Snape era el hombre más feliz del mundo.
Jamás habría imaginado que llegaría a estar junto a una mujer como Rose, y sin embargo, estaba saliendo con ella.
Por supuesto, la suya era una relación secreta, ya que ambos temían que si alguien cercano a Vóldemort llegaba a saber que estaban juntos, podrían llegar a tener problemas, así que la única forma que tenían de verse era reuniéndose todas las tardes en la mazmorra número tres, donde ya no hacían pociones, y apenas practicaban hechizos de ataque o defensa, sino que se limitaban a la Oclumancia y... bueno, a sus cosas.
Rose nunca se quejó de tener que estar siempre escondiéndose, pero sentía una gran envidia cada vez que veía a Lily y a James andando por los pasillos cogidos de la mano, o dándose algún beso furtivo antes de entrar en las clases. Ella jamás podría hacer ese tipo de cosas y se resignaba a esperar a que llegaran las siete de la tarde para poder estar unas horas junto a Severus.
Todo fue relativamente bien hasta que una mañana de Abril las cosas se complicaron.
Severus acababa de entrar en su sala común después de haber pasado toda una tarde practicando la dichosa Oclumancia con Rose. Aunque el hechizo aún se le resistía, había conseguido que ella sólo pudiese ver un fugaz recuerdo de su infancia, y Rose le había premiado con una hermosa sonrisa y un gran beso. Severus estaba feliz, y no sólo por el beso. Si seguía mejorando, dentro de poco podría impedir que Rose entrase en su mente. Ya sabía que no era lo mismo que evitar la Legeremancia de Vóldemort, pero al menos no estaba completamente desprotegido, y eso le daba seguridad.
Estaba tan contento que no vio el nuevo cartel que colgaba del corcho. Cuando al fin se dio cuenta de su presencia, apartó a los alumnos de primero que estaban delante y leyó lo que ponía. Al instante se quedó de piedra.


"¡Alumnos de Slytherin! ¡Se acabó la mezcla de sangre!
Os convocamos para acabar con la plaga de los impuros que ensucian el nombre de los magos.
Una nueva era va a nacer, libre de aquellos que pretenden igualarse a los puros. Unios a nosotros y venceréis.
¡Fin a los mestizos! ¡Muerte a los sangre sucia!"



La nota estaba firmada con el dibujo de una Marca Tenebrosa.
Severus tardó un momento en leer la nota tres veces, y luego se dirigió como un autómata hacia un sillón, al lado de Lucius.

-¿Te ha gustado la nota? -preguntó el rubio.

-¿La has escrito tú? -preguntó a su vez Severus.

-¿Quién si no? Alguien tenía que dar el primer paso -dijo Lucius con petulancia.

-¿Y no has pensado en lo que podría pasar si entrase aquí Slughorn? ¿O Dumbledore?

-Ese cabeza hueca de Slughorn no entraría aquí por nada del mundo -contestó Lucius-. En cuanto al viejo del director, no hará nada si nadie le dice nada, y nadie lo hará -entonces miró a Severus fijamente-. ¿Qué te pasa? ¿Acaso estás de parte de esos sucios mestizos?

-Te olvidas de que yo también soy mestizo -dijo Severus con frialdad.

-¿Otra vez estás con eso? Tú eres de los nuestros -dijo Lucius algo molesto-. Tienes la Marca ¿no? Eres de Slytherin ¿no? Entonces ¿cuál es el problema? -Severus se limitó a fulminar a su compañero sin decir nada-. Deja de preocuparte, o darás la impresión equivocada -Lucius se tumbó en el sillón y miró de reojo a su compañero-. Mañana verás la sorpresita que les espera a esos mestizos -dijo con una burla fría e irónica que a Severus no le gustó nada.



Al día siguiente Severus se dirigió al Gran Comedor mirando a los muros para ver si había más carteles pegados con proclamas o amenazas, pero no vio nada fuera de lo común.

-Al parecer no hay ninguna sorpresa -le dijo a Lucius cuando se sentaron en la mesa, de cara a los alumnos de Gryffindor.

-Espera y verás -respondió éste. Diez minutos después, cuando el comedor estaba repleto de estudiantes, se oyó un ruido atronador que les hizo levantar la vista.
Miles de cuervos estaban entrando por todas las ventanas y sobrevolaban las mesas sin dejar de graznar. La gran mayoría llevaba un sobre de color negro en el pico, y los fueron soltando aparentemente al azar frente a los alumnos y los profesores.
Severus abrió su carta, igual que el resto de alumnos, y la leyó con creciente asombro y horror.


"Esta es una llamada del Señor Tenebroso a los que son fieles a la pureza de sangre.
Estáis atados por unas cadenas de moralidad utópica y gentileza inexistente. Dejáis que os rodeen impuros patanes que pretenden igualarse a vosotros. Llamáis magos a aquellos que no lo son y dejáis que ostenten los mismos derechos que vosotros.
Ya es hora de acabar con esas falsas ideas de igualdad. Estáis frente al comienzo de una nueva era en la que la pureza de sangre se impondrá frente a las mentiras a las que os someten.
Es nuestro turno, el de los puros, para reclamar aquello que es nuestro, para limpiar el mundo de esa plaga de mestizos que os humillan al querer igualarse a vosotros.
Ya basta de compasión ¿para qué sirve? Eliminadla ¿Y esa supuesta igualdad? ¿Acaso sois iguales a vuestros inferiores? ¿Acaso la serpiente es igual que un gusano? Mirad a vuestro alrededor y comprobad cómo la naturaleza se rige por la jerarquía del mejor, del más fuerte. Sólo los mejores son los que triunfan.
Al igual que el tigre aborrece a la rata, así vosotros debéis aborrecer a los impuros, pues son inferiores, débiles e imperfectos, su mera presencia humilla el nombre de mago o bruja, su existencia os deshonra al resto de vosotros, los verdaderos magos.
Yo os ofrezco un camino libre de esas imperfecciones, libre de los seres inferiores. Seré benévolo con todo aquél que siga mis pasos, pero no habrá misericordia con aquellos que se me enfrenten.
Os ofrezco la libertad, no busquéis excusas en los conceptos del bien o el mal, porque no existe.
Lo único existente es el poder y aquellos que son capaces de poseerlo."



La firma era una Marca Tenebrosa.
Severus miró a su alrededor y se fijó en las expresiones de los que le rodeaban.
Había mucha gente contenta, sobre todo en Slytherin, pero también había una gran mayoría de personas que comentaban la carta con muestras de enfado, miedo e incredulidad.
Se fijó en la mesa de Gryffindor, donde Rose y Lily leían sus cartas con una mezcla de horror e indignación.

After all this time? [Severus Snape]Where stories live. Discover now