Accidente en el lago

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  Las semanas pasaron y llegó noviembre con el frío, la lluvia y las primeras nieves.
Lily consiguió salir de la enfermería, y para su alegría, su cara quedó tan perfecta como siempre, aunque ella no estaba contenta, porque tenía un montón de deberes y trabajos atrasados. A pesar de que los profesores le habían asegurado que no necesitaba entregarlos, ella se puso a trabajar de firme, ayudada por Rose y, sorprendentemente, por James.
El primer día que James se sentó junto a Lily en la sala común, todos los de Gryffindor se quedaron en completo silencio, esperando un ataque verbal por parte de la pelirroja, sin embargo ella se limitó a mirarle y a decir "por favor, no hagas mucho ruido ¿quieres?"
Rose sabía que ese cambio de actitud era el resultado de los Objetos Volantes que James tenía que coger cada dos por tres. Esa era una práctica que habían decidido conservar de los días de enfermería, y se lo tomaban como un juego. De hecho, los proyectiles de Lily iban cada vez con menos fuerza y con mejor intención.
Rose se alegraba de ese cambio de actitud y de la cercanía de sus amigos, pero en el fondo estaba algo incómoda, porque junto a James siempre estaba Sirius, y ella ya no se hablaba con él. Y no era porque el chico la rehuyera, qué va, Sirius estaba cada día más pesado. La seguía a todas partes y aprovechaba cualquier momento para acercarse a ella e intentar besarla de nuevo, seguramente esperando que a ella se le pegase un poco el cambio de actuación de Lily.
Rose estaba harta con esa situación. Ya no podía hablar con Lily tanto como antes, porque James estaba siempre con ella, y tampoco se podía quedar sola con sus otras compañeras porque entonces aparecía Sirius dispuesto a hacer de Romeo.
Su único refugio era Severus.

Después de su episodio de crisis, Rose comenzó a confiar en él, contándole casi todo lo que le pasaba. Severus la escuchaba, y de vez en cuando también se abría a ella, ganándose su confianza, pero sobre todo, le ayudó a superar sus temores.
Todos los días se reunían en la mazmorra número tres y seguían el mismo protocolo: Rose se dedicaba a hacer la poción mientras Severus se colocaba detrás de ella para intentar hacerle "la vida imposible".
Los primeros días Rose se sintió muy incómoda, pues aún recordaba a su padre, pero poco a poco los recuerdos de su infancia fueron sustituidos por lo que pasaba en el presente, y ella se sintió mejor.
Severus jamás llegó a tocarla, aunque intentaba ponerla nerviosa para poner a prueba su capacidad de concentración. Lo hacía respirando sobre su nuca y susurrando de improvisto pequeños consejos en su oído, con la voz más fría que podía poner. Rose no se sentía molesta por aquel procedimiento, es más, cada día se sentía más segura, sobre todo cuando lograba que él le contase algunos episodios de su vida, casi todos relacionados con su madre.
Llegaron a ser muy buenos amigos. No sólo se dedicaban a hacer pociones, sino que también hablaban de sus vidas y sus cosas, y sin darse cuenta, llegaron a conocerse a la perfección, de tal forma que Rose sabía que estaba haciendo bien una poción por el ritmo de la respiración de Severus, y por la distinta ironía que destilaban sus frases.
De vez en cuando, Severus se colocaba frente al caldero y comenzaba a interrogar a Rose para ver si se sabía la teoría. Conocía a la perfección cada gesto y cada expresión de su cara, y había aprendido a descifrar el estado de ánimo de Rose según el brillo de sus ojos. Le encantaba cuando fruncía el ceño igual que él, o cuando entrecerraba los ojos antes de lanzarle una frase envenenada. Porque nunca dejaron de insultarse, pero cada vez la ironía y la acidez de sus comentarios tenían menos intención de herir y más significados ocultos.

Poco a poco sus comportamientos fueron cambiando.
Rose descubrió que de pronto se ponía nerviosa cuando él se ponía a su espalda. Se le ponía la carne de gallina cada vez que sentía su aliento en la nuca, además le temblaban las manos y sentía un pequeño hormigueo en el estómago. Y cuando él le susurraba algún consejo al oído, el corazón le daba un doloroso brinco en el pecho.
Severus, por su parte, también había cambiado. Ya no quería asustar a su amiga, y había perdido por completo el interés en insultarla. No le importaba pasarse con ella todas las tardes, ni el hecho de que fuese una Gryffindor. Sólo sabía que junto a ella se sentía bien. Por primera vez había encontrado a alguien que le escuchaba y que le entendía, y por otra parte, Rose era encantadora en todos los sentidos.
Le encantaba cuando se ponía nerviosa cada vez que le hablaba al oído, y la verdad es que lo hacía cada vez más a menudo para ver cómo se sonrojaba. Pero lo que más le gustaba de ella era su perfume. Toda ella olía a rosas, sobre todo su pelo, y Severus se sorprendía a sí mismo, cada vez más a menudo, acercándose a ese moño de ébano para poder percibir ese olor tan especial.


Sirius Black estaba enfadado. Muy enfadado.
Aún recordaba la bromita gastada por Severus, y se había jurado mil veces a sí mismo que se la iba a devolver, pero nunca lograba encontrarle solo.
Por las mañanas se refugiaba junto a Lucius Malfoy y los demás, y por las tardes no se le veía por ningún sitio. Parecía que se esfumaba, al igual que Rose.
Ella también formaba parte del problema. Sirius siempre la había visto como la mujer perfecta, y había esperado que cayese a sus pies como las demás. Aún le dolía la bofetada, y se preguntó resentido por qué tenía que ser tan difícil convencerla ¿No podía ser como las demás? ¿Qué le costaba dejar de mostrarse tan fría y orgullosa? Seguro que en el fondo estaba arrepentida y se moría por sus huesos. Sin embargo, Sirius estaba molesto por su reacción tras el beso, y decidió hacer sufrir a Rose fingiendo que la ignoraba, que no le importaba en absoluto. Seguro que ella iba a pedirle perdón en menos de un mes.
Pero hasta entonces, él se encargaría de hacer sufrir a Quejicus.


Severus tenía un problema llamado Rose.
Ella había mejorado espectacularmente en pociones, y Slughorn le había dicho que ya no era necesario que siguiese dándole clases, pero él no quería dejar de hacerlo. Sin saber por qué, Rose se había convertido de la noche a la mañana en el centro de su vida.
Era su única amiga, ella le escuchaba y le comprendía, pero Severus sabía que eso iba más allá. Había llegado a depender de ella: cuando iba por los pasillos, estaba pendiente para ver si se cruzaba con ella, en las clases de Slughorn buscaba sus ojos para darle ánimos, y lo que era peor, deseaba, ansiaba que llegasen las siete de la tarde para poder reunirse con ella y mirarla a los ojos, oler su pelo, escucharla reír... definitivamente, Severus tenía un problema.


Pero una tarde descubrió que el problema era común.
Rose estaba como siempre, repitiendo la última poción de Slughorn, y Severus estaba frente a ella, al otro lado del caldero. Separarse de Rose había sido una decisión drástica que Seveus había tomado desde que descubrió que se pasaba más tiempo oliendo el pelo de Rose que atendiendo a la poción, pero no había sido la solución perfecta, porque ahora tenía que enfrentarse a sus ojos.
Severus intentó centrarse en la poción en lugar de quedarse mirando a Rose como un tonto.

After all this time? [Severus Snape]Where stories live. Discover now