5 - Amy

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El perro iba para todos lados, metía su hocico en todas las macetas y canteros del vecindario. Su correa no servía de mucho para un ovejero alemán como él. Detrás, Charly luchaba por mantenerlo quieto, más aún cuando veía a otros canes acercarse. Ni hablar de los gatos.

El árbol de la señora Alexson parecía despertar cierto instinto asesino en el overo de Charly y se lanzaba sobre él rasguñándole toda la corteza. Era casi a diario escuchar los insultos de la señora Alexson a Charly. Argumentaba que con tantos rasguños, la planta se estaba secando cada vez más y que llamaría a la policía. Charly solo reía, ¿Qué cara pondrían los oficiales cuando se dieran cuenta de que la protesta es por un árbol rasguñado?

No le importó pero quitó a su perro de allí para evitar eventualidades. La calle estaba desierta a pesar de ser la mañana. El vecindario estaba tomándose demasiado en serio el tema del asesino suelto, como si fuera capaz de matar a plena luz del día. Charly no sentía miedo, todo lo que creía era en que lo sucedido sólo eran dos hechos lamentables pero sin conexión alguna. Sostenía la correa del ovejero mientras contestaba sus mensajes.

De pronto su perro olfateó algo en el asfalto de la calle y comenzó a correr. La velocidad del can y su fuerza hicieron que Charly tuviese que soltar la correa o sería arrastrado hasta que el animal se detuviese. El ovejero corrió y corrió varios metros hasta que se detuvo en una casa de tejado deteriorado. Había una camioneta y el animal estaba en el paragolpes olfateando y pasando la lengua.

—Wulf, aléjate. –Exigió Charly—Quítate de allí. No molestes.

Pero el animal no le hacía ningún caso y se veía bastante entusiasmado. Charly, enojado, se acercó al perro y haló de el para alejarlo de allí. Sintió como la vergüenza lo invadía. Metió la mano en el lugar donde Wulf pasaba la lengua pensando que se trataba de algún dulce atascado y tocó un pequeño relieve húmedo por la saliva de Wulf. Se aseguró de que no hubiese nadie y encendió la linterna de su celular. Detrás del paragolpes de la camioneta había una mancha roja seca. No le dio importancia, y tampoco a las otras manchas que habían disipadas unos centímetros más al costado.

Tomó la rienda de su perro y se alejó de allí con dificultad, Wulf estaba inquieto. El perro había servido en el departamento de bomberos de su padre. Era lo que se conoce como un perro rescatista. Estaba entrenado para encontrar a las personas heridas o atascadas en derrumbes o incendios. El animal sabía oler sangre y de esa forma encontraba a las víctimas. Podía oler sangre...

Prontos sus pensamientos formaron una idea, una que no quería creer. Su perro olía sangre, ese era su trabajo y el lugar donde había estado olfateando era una camioneta azul. La muerte de Kate vino a su cabeza rápidamente. Lanzó su mirada a la casa de tejado deteriorado donde pertenecía aquella camioneta. Estaba desierta, no había nadie. Se lanzó debajo del vehículo y pechando a un lado a su mascota, quitó un poco de aquella mancha roja seca. Envolvió la partícula de aparente sangre seca y la depositó en su bolsillo delantero.

Un chillido a bisagra lo asustó y de manera automática se puso de pie y se alejó de la camioneta. De la casa había salido un joven de casi su edad, era rubio y parecía nervioso. Estaba desalineado y tenía aspecto de no haberse bañado en mucho tiempo. El chicho rubio lo miraba de una forma extraña, casi intimidante.

—Aléjate de mi propiedad, tu perro asusta a los míos. –bufó el chico. Charly no había oído a ningún otro perro.

—Está bien, lo siento hermano. –dijo Charly de mala gana.

El extraño chico se alejó y entró a su casa de nuevo dando un portazo. Charly quedó agradecido de que el extraño no se diera cuenta de lo que hizo en la camioneta. Si la evidencia que recogió, llegaba a ser sangre humana, y si esta coincidía con el ADN de Kate, habría descubierto al asesino.

Tan Cerca - Serial killerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora