— Demonios, es imposible que haga tanto frío. ¡Esto es México! —se queja. 

— Estamos en el bosque, los bosques son fríos. Debimos pensarlo bien antes de venir —me cruzo de brazos intentando generar un poco más de calor corporal, a pesar de las tres sudaderas, nada lograba calentarme la piel—. Pero está bien, necesitábamos un respiro de la rutina —le digo, intentando consolar el sentimiento de culpa que se formó en el rostro de Caleb al verme temblar como maraca. 

— Te amo, a ti y a mis hijos—se inclina para besar mi estómago— Son mi mejor bendición.

— No quiero que jamás nos separemos —murmuro ocultando mi rostro en el pecho de Caleb. 

— No es una promesa pero, lucharé por eso.

— Gracias —le dejo un beso en el cuello, provocando un pequeño jadeo de entre sus labios. 

— N-no lo hagas.

—¿Por qué?

— Me excita —suelto una pequeña risa.

— ¡Me encantas! —Exclamo, y beso sus labios, Caleb corresponde al instante, sus manos acarician mi espalda.

—Ansío conocer a mis hijos —dice cuando se separa de mi.

— Yo también. Tengo mucha ansía por conocer sus rostros, sí tendrán facciones tuyas, o mías. O sí tendrán ojos claros, o la maldición de los ojos de color caca —Caleb ríe sonoramente.

— Como sean, los amaremos —sonrío, y mi sonrisa se desvanece casi al instante al sentir aquella extraña sensación que indicaba que los bebés estaban moviendo y pataleando—. ¿Qué sucede? ¿Todo bien con los bebés? 

— Se están moviendo —me quejo, Caleb sonríe.

Más tarde, Caleb prende una fogata y mientras tanto, yo camino a la casa de acampar para sacar una manta y envolverme en ella. Cuando salgo, la alegría en mi rostro por ver la fogata finalmente encendida, se borra. 

— Oh dios...—susurro y detengo mi paso, Caleb me mira con una sonrisa.

— ¿Otra vez mis hijos patean? —pregunta intentando levantarse, alargo mi brazo en señal de que se detenga.

— ¡No! No se te ocurra moverte.

— ¿Por qué? ¿Qué hay detrás de mi?

— U-una serpiente —balbuceo.

— Mierda —susurra y veo miedo en su rostro.

— Espera —busco una rama lo suficientemente larga como para tomar a la serpiente, una vez la encuentro la sujeto con fuerza y acerco la rama a la serpiente, por suerte la serpiente se enreda enseguida, camino con rapidez y con fuerza lanzo la rama— Eso estuvo cerca —digo y me devuelvo a donde Caleb se encontraba apagando la fogata.

— ¿Qué haces?

— ¡Nos vamos! —río y asiento.

—Vale, no quiero despertar y ver que tienes una serpiente de bufanda —Caleb me fulmina, le lanzo un beso—. Ahora me debes la vida.

Mi mejor error.Where stories live. Discover now