Capítulo 34

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18 de Marzo de 1816

- ¡Sorpresa querida! - Exclamó Catherine, pero ella no le puso atención, su mirada estaba en Angwyn quien la veía con burla.
- ¿Sorprendida? - Preguntó en su oído Jean. - Pero hay muchas más sorpresas.

Ella estaba en estado de shock, no sabía qué decir ni qué hacer, frente a ella estaba Catherine que había estado en su hogar y Angwyn, a quien le había confiado su seguridad, sentía como poco a poco su fin llegaba, aún más después de enterarse de lo que él realmente era.

Después de unos momentos, ella desvió su mirada de la de Angwyn, sus ojos se llenaron de lágrimas que no tardaron en salir.

- La pequeña duquesa está llorando. - Volvió a decir Catherine. - Que te quede claro que conmigo nadie se mete.
- Cállate Catherine, deja a mi esposa en paz.
- Vámonos Angwyn.
- Espera Cat, necesito hacer algunas cosas antes. - Aquel irlandés se acercó a ella pero Jean se lo impidió. - ¿Qué?
- Alto allí, aquí termina todo, me la has traído, ahora te puedes largar.
- No me has dado el dinero. - Se cruzó de brazos frente a él.
- Que te lo den mis hombres, ahora fuera de mi camino.
- Dijiste que tú me lo darías, ahora cumple.
- Ellos te lo darán.
- Tú o nadie. - Sacó una pistola y la puso en la cabeza del francés. - Escoge.
- Oh vamos Angwyn, es mi dinero pero ellos te lo darán.
- Tres...
- No seas así...
- Dos...
- ¡Toma! ¡toma! - Gritó soltando muchos billetes en las manos de él. - Allí está.
- Es un placer hacer tratos con usted, M. Chapfleury.
- Adiós Sr. McLoughlin.

Pasó por el lado de Georgiana quien no perdió la oportunidad para demostrarle que lo odiaba.

- Estúpido, ojalá algún día lo pagues todo. - Se detuvo en seco al escucharla, los músculos de él se tensaron y soltó una amarga carcajada.
- ¿Es una amenaza? - volteó hacía ella pero ella no contestó. - ¡Te he hablado!
- Vete Angwyn. - Interrumpió Jean. - Todo aquí ha terminado para ti.

En eso aquel irlandés soltó el dinero que se le había dado en los pies del francés quien lo miró raro.

- Todo esto si me la das.
- Estás loco. - Sacó aún más dinero y lo puso allí.
- Si quieres más sólo dilo.
- Te he dicho que no, ahora largo.
- Entonces déjanos ser parte de esta experiencia. - En eso llegó Catherine.
- Oh vamos Jean, déjanos por lo menos torturarla.
- Que no, es mi esposa.
- No lo es, es de Christopher. - Dijo Angwyn.
- ¡No lo es! - Gritaron Catherine y Jean.
- Por favor, déjenme ir. - Suplicó Georgiana.
- ¿Qué dijiste? - Se acercó peligrosamente Catherine.
- Que me dejen ir. - Sin más, aquella mujer le soltó una cachetada que la hizo tambalearse. - ¡Ah!
- ¡Stupide! - Le dio una cachetada Jean tirándola al suelo. - Tú a ella no la tocas.
- Que aburridos. - Dijo Angwyn acercándose a Georgiana y golpeando su cabeza donde se desmayó.

..........

Cuando Georgiana volvió a abrir los ojos, estaba atada a una silla, en un cuarto muy oscuro que olía a humedad y tierra.

Intentó mover uno de sus brazos, pero al hacerlo se lastimó de lo fuerte que estaba amarrada. Su cuello también estaba atado a la silla, simplemente no tenía escapatoria.

Observó mejor la habitación en la que estaba, pues su vista  ya se había acostumbrado a aquella poca luz. Vio varios cuchillas frente a ella, brillaban con la poca luz que entraba a través de la madera. Habían algunas pistolas y la puerta se veía cerrada. Volteó a su lado izquierdo y vio una chimenea, parecía que llovía fuera pues entraba agua por ella.

En eso la puerta de abre y entra Angwyn con una pistola en su hombro.

- Veo que has despertado.
- ¿Cómo pudiste? ¡te confié todo!
- Bueno, así son las cosas.
- Ahora entiendo todo, tú siempre me estuviste siguiendo, ¿por qué?
- Por dinero y por... venganza.
- ¿Venganza? ¿qué te hice?
- Tú nada, la familia de tu esposo si.
- Dejen todo eso de una vez. - Dijo recordando lo que pasaba con su familia. - Eso no lleva a nada bueno.
- Yo jamás estuve en el buen camino cielo.
- Déjame ir, ¿quieres dinero? Dime cuánto y te lo daré.
- No sólo es dinero.
- ¿Qué es entonces?
- Tú me gustaste. - Se acercó a ella. - Creo que mejor te llevaré como premio.
- Estás loco, no me toques.
- Uh, ten cuidado con lo que me dices.
- ¿Despertó? - Entró Jean. - ¡Mi amada esposa! Que bueno que has despertado.
- ¡Entiende que no soy tu esposa!
- Pronto lo serás.
- Jean, no es tu turno.
- Tú a mi no me ordenas.
- ¿A no?
- Me tengo que ir, volveré mañana, y pobre de ti que la toques. - Dijo después de que él le apuntara con una cuchilla.
- Miedoso. - Susurró Georgiana moviéndose un poco, pero al hacerlo se lastimaba su cuello, pies y manos, estaban amarrados con fuerza. - ¿Podrías por lo menos aflojar un poco las cuerdas? Me están lastimando.
- Que mal.
- Estúpido. - Susurró y dejó de luchar por desatarse.

Always Yours (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora