Capítulo 20

30.4K 2.6K 130
                                    

NATHALIA

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

NATHALIA

Daron parece tener tanta prisa por deshacerse de mí, que me pregunto por qué, pero la respuesta es sencilla, es un tipo con trastornos, aunque no puedo negar que lo más probable es que seguramente ya lo harté. Para cuando decide detener su moto en frente de la casa, el sol ya está alumbrando con sus cálidos rayos, y parece que será uno de los días más iluminados en Dijon. Intento bajar de la motocicleta como puedo, pero los pantalones que me ha prestado se me caen y por lo tanto tengo que sujetarlo de la cintura con ambas manos, para evitar una vergüenza en plena calle. Él no se inmuta ni siquiera un poco para ayudarme; su caballerosidad hace que me derrita ante sus pies.

Mis intentos por bajarme son fallidos.

Al lograr bajarme con dificultad, los ruedos del pantalón que he doblado a la altura de mis tobillos se bajan, haciendo que mis pies los pisen, acto seguido caigo de nalgas al suelo, golpeando el trasero contra el pavimento. Mis codos chocan contra este provocándome raspones. Un quejido sale de mi boca y en cosa de segundos siento la piel arder.

—Lo que me faltaba —murmuro.

Una mueca de dolor agudo se planta en mi rostro. Él me echa una mirada sin ninguna expresión en el rostro, permaneciendo sentado sobre su moto, sin ningún ánimo de levantar su trasero de ahí para socorrerme. Su comportamiento poco amigable, hace que la sangre que fluye por mis venas, hierva en dos segundos dentro de mi cuerpo. No puedo comprender su cambio de humor repentino. ¿Qué le ha dicho ese amigo para ponerlo así? Hace poco me estaba tratando demasiado bien, incluso puedo jurar que se había quitado la camisa solo para presumir y coquetearme, y ahora de pronto me trata como a nada.

—¿No vas a ayudarme? —Le interrogo aún sentada sobre el suelo.

—Puedes hacerlo sola. Dijiste que no eras ninguna princesa y que no necesitabas que nadie te salvara.

Mi boca casi baja hasta el suelo, ¿por qué me importa que se comporte como un miserable? Será porque pienso que no es de esa clase, pero a quien engaño. Ni siquiera lo conozco.

Abro la boca para decirle hasta de lo que se va a morir, pero recuerdo que no ganaré nada con ello, más que simplemente gastar mi valiosa saliva.

—Eres un imbécil —digo.

—Gracias —dice mientras sonríe—. No se habían dignado a dedicarme tales palabras —declara con cierta ironía.

Le lanzo una última mirada llena de furia, mientras él me observa con los ojos risueños; parece divertirle la situación y solo hace que mis ganas de levantarme, caminar hacia su maldita cara y abofetearlo como se merece, crezca de manera rápida. Siento mis ojos arder, las ganas de llorar por la rabia que siento hacen acto de presencia.

Veo a Vid, parado en el umbral de la puerta de entrada de la casa, con el rostro marcado en un evidente dilema.

—Τι κάνεις στο πάτωμα; ¹sonrío al ver que otra vez tengo el privilegio de escuchar la voz de mi amigo y que parece ser el mismo de siempre.

Daron, un ángel para Nathalia © [Libro 1]✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora