Capitulo 5

181 31 1
                                    

- ¡Kibum, Kibum! A cenar. Niño, ¿te estas quedando sordo? ¿Cuánto más debo llamarte? ¡Llevo mucho rato llamándote!

- Lo siento abuela - le contestó el joven gritando tan fuerte como pudo - tenía los audífonos puestos. Ya voy.

Kibum, de muy mala gana volvió a colocar el diario bajo la cama y se dirigió lentamente hacia la puerta, mientras las palabras que acababa de leer le retumbaban en la cabeza. Los dientes, la cripta, el castillo, la región que estaba al otro lado de los bosques..... era Transilvania. Kibum no quería cenar, sólo quería saber qué fue lo que ocurrió después. No había que ser un genio para descubrirlo. Era más difícil acertar con la prima, pues aún no se había hecho una idea muy precisa de la condesa, pero en lo relacionado al conde no había lugar a dudas, pues estaba claro desde el primer día del diario: ¡era definitivamente un vampiro!.



El salón estaba lleno de recuerdos familiares. Los marcos de plata cubrían la mayor parte de las superficies disponibles y en una de las paredes había muchísimas fotografías. La generación de Kibum se encontraba sobre el aparador y el piano. El color las diferenciaba de las demás y, excepto en las del colegio, las posturas están menos preparadas, eran más informales. El joven recordaba la mayoría, al menos desde que tenía uso de razón. Kibum incluso desconocía a quienes aparecían en muchas de ellas. El único caso que les había hecho había sido para reordenarlas, una y otra vez, y colocar las de Taemin y él, en un lugar más destacado que el de sus primos. Había descartado las demás fotografías porque representaban a personas mayores, y por eso nunca mostró el menor interés por ellas; pero ahora, examinandolas más de cerca, se dio cuenta de que le habían parecido muy lejanas porque en ellas predominaba el blanco y negro, y el pálido sepia, pero que las personas en aquellas fotos no eran viejas en absoluto.

- Ese era mi hermano - dijo mi abuela.

Señaló a un hombre de cabellos negros, de unos veinte o veintiún años, de pie junto a otros hombres que estaban encima o alrededor de un tanque. Parecían deslumbrados por el fuerte y brillante sol, y reían como si uno de ellos hubiese contado un chiste. Todos vestían igual: pantalones cortos de color caqui y camisas de manga corta.

- Le mataron cuando aún era muy joven, ese de ahí era tu tío bisabuelo - señaló a otro soldado, guapo y de aspecto decidido, muy elegante con su impecable uniforme militar - murió en uno de los tantos combates. Y ahí estoy yo. Formaba parte del área de cuidado a los soldados heridos. Así fue como conocí a tu abuelo.

Kibum estudió a la joven mujer con el cabello castaño cubierto por una gorra de visera, y los ojos, grandes, de mirada enérgica, no sonreía, pero el oscuro carmín de sus labios típicos de aquella época y la fotografía blanco y negro resaltaban su boca de labios grandes y carnosos. La chaqueta entallada, la falda de tubo y las medias negras del uniforme perfilaban sus largas piernas y su cuerpo delgado.

- Eras muy bella .

Su abuela sonrió.
- ¿Por qué te sorprende tanto?

- No me sorprende, solo lo comentaba - dijo entre risas - Me preguntaba - empezó a decir Kibum con cierta desconfianza - sí habrá alguna foto de Park Kibum, mi tatarabuelo.

- Déjame ver... - su abuela frunció el ceño y se ajustó las gafas - debería haber una por lo menos... Ahí arriba, a la izquierda - señaló un punto con su índice - así era cuando la conocí.

La persona que estaba señalando tampoco sonreía. De hecho, parecía un poco asustado. Tenía la cabeza erguida, el pelo pulcramente peinado hacia atrás, y la mirada fría. El traje perfectamente acomodado, de un negro casi brillante, llevaba prendido, a la altura del pecho uno de esos relojes de enfermera que cuelgan al revés.

- No me refería a esa época, sino a cuando era más joven.

Su abuela escudriño, inútilmente la pared de un extremo al otro.

- Creí que había alguna. Seguro que la hay. Recuerdo haber visto sus fotos de joven - se encogió de hombros - Dios sabe dónde estarán ahora. A veces tengo la impresión de que esta casa se come las cosas - puso su mano en el hombro de Kibum, mientras palmeaba su brazo - ven y siéntate. Tengo esas galletitas de almendra que tanto te gustan y, además, la leche se debe de estar enfriando.

Kibum dominó un escalofrío. A su abuela le encantaba acompañar las meriendas con un vaso de leche, y ese era uno de los inconvenientes de vivir con ella.

- ¿Lo recuerdas? - preguntó Kibum, dejando la jarra que acababa de acercarle en el suelo, al lado de la silla.

- ¡Perfectamente! Aunque yo aún era muy joven cuando murió, quizá un poco mayor que tu, no lo sé, porque los niños no se fijan demasiado en los viejos - hizo una pausa y se quedó pensativa - Era majestuoso y distante. Nos obligaba a tomar el té con él en los cumpleaños, la Navidad y las fechas especiales, en esta misma habitación - volvió la cabeza para contemplar los bonitos y cómodos muebles, y sonrió - ya no se parece a como estaba en ese entonces. Una criada se ocupaba de nosotros y siempre teníamos que comportarnos de forma correcta. Recuerdo que nunca dejaba de estar tremendamente ocupado. Trabajó, tanto en el hospital como en sus investigaciones, casi hasta el día de su muerte. Fue un hombre excepcional, absolutamente extraordinario.

- ¿Y su esposa?

- La conocí menos que a él. Siempre estaba fuera atendiendo a pacientes, era bellísima, una enfermera increíble, tenía unos brillantes y cálidos; solía darnos caramelos de menta que llevaba en el bolsillo del chaleco. Creo recordar que ella murió primero. No eran muy unidos, nunca supimos porque, el era un hombre muy distante hasta con su esposa, siempre trabajando, llegando tarde a casa, su trabajo siempre fue primero, era como una evasión, como un escape de la realidad.

- ¿Y no sabes nada de cuando él era joven?

- Temo que no. ¿A qué se debe este repentino interés?.

- Hicimos un trabajo en el colegio, sobre personalidades importantes. Me gustaría saber cómo era como persona ¿comprendes?

- Mi madre donó sus libros y documentos a un instituto de investigación médica. Quizá encuentres algo en la biblioteca. Tienen una colección de personajes del pasado. Él fue una famosa personalidad local. Si mañana hace buen día, podrías pedir a Minho que te lleve.

- Si vuelvo a verlo - dijo Kibum casi en un susurro.

- ¡Oh, querido! - su abuela se llevó la mano a la frente - llamó cuando estabas descansando. Se me fue totalmente de la cabeza, me estoy convirtiendo en una desmemoriada - Kibum rió por el comentario y acarició una de sus manos - dijo que mañana tiene la tarde libre y que se acercaría a la hora de almuerzo. Le dije que me parecía una estupenda idea, siempre que te encuentres con fuerzas suficientes ¿Hice bien?.

- Si, perfectamente.

Kibum bebió su leche, si estado de ánimo mejoró notablemente, deseaba ver a su amigo, todo estaba increíble este día.


Kibum había pensado volver a los diarios, y a la historia de su tatarabuelo, en cuanto regresara a su habitación, pero la leche le dio sueño y le costó trabajo concentrarse en la diminuta y pulcra escritura. Su cabeza comenzó a perderse entre el lejano pasado y el futuro inmediato. ¿Cómo estará el clima el día siguiente? ¿Estaría en condiciones de mantener una conversación? ¿Se encontraría bien? Hacía días que no salía de casa ¿Estaría en condiciones de aguantar el paseo, sin desmayarse o sin que le ocurriese nada que lo perturbara?.

De pronto, el libro se le hizo pesado y se deslizó por sus manos. No podía seguir luchando, los ojos empezaban a cerrarseles. Un único pensamiento cruzó por su mente cuando se dispuso a apagar la luz. Los vampiros existen en los cuentos, en las películas de terror que ponen por la noche en la televisión. Pero ese diario contenía el verdadero documento de una persona real. Aquel diario era auténtico. Esa historia paso, y a alguien a quien sus familiares conocieron. No pudo evitar sentir cierto temor, el cual fue desapareciendo a medida que sus ojos se cerraban y él caía en un sueño profundo.

Herencia Macabra MinKey (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora