[2.2] Capítulo 24

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Jessica le hacía varias sesiones de fotos por semanas, a las que él accedía siempre, de buena gana —a pesar de que nunca le habían gustado las fotos—, e incluso le daba el visto bueno a los dibujos que ella hacía partiendo de dichas fotos. Él era el protagonista de dos mangas de Jessica, lo cual, al principio, había preocupado a Nicolas..., y a Lorenzo también, pues hasta el momento el pelirrojo consideraba que su prima carecía completamente de buen juicio —¿Meñique? ¿En serio?—... pero entonces, una noche, ambos muchachos pudieron —al fin— compartir mesa con Gianluca, convenciéndose de que él no tenía ninguna clase de pretensión romántica con Jessica —cosa que agradó bastante a Nicolas—... pero sí mostró interés por el pelirrojo —cosa que parecí divertir a Lorenzo—.

Con lo anterior, Jessica estaba encantada, pues decía podían salir los cuatro juntos... en parejas. Irene, en cambio, opinaba que a su hija sólo le gustaba que Lorenzo —su primo favorito— se llevara bien con Gianluca —su mejor amigo— porque de ese modo seguía siendo la única chica en la vida de ambos muchachos (de los tres, incluyendo a Nicolas) más cercanos a ella: cuando estaba con esos chicos, Jess sonreía de nuevo —cosa que no hacía tanto desde que se había encontrado con Annie, la última vez—.

—Con Angelo —respondió el pelirrojo a su pregunta, notando que Jess arrojaba sobre el sofá su mochila con colgantes de gato.

Ella sonrió mientras cogía una bolsita de rotuladores de un escritorio, en la sala de estar, y le pidió:

—Pregúntale cómo está Annie.

Lorenzo sonrió.

—Está muy bien —aseguró, para luego presumir—: acabo de hablar con ella.

Jessica detuvo sus movimientos y frunció el ceño, ¿él lo decía en serio? Annie no había hablado con nadie en meses. Jess llamaba dos veces por semana, para preguntar por su prima, pero ella siempre estaba dormida, por lo que se conformaba con que Angelo le dijera que... seguía viva.

—Creo que Jessie quiere hablar con Annie —dijo el pelirrojo, al teléfono—. ¿Annie sigue ahí? Bien —sonrió, y le tendió el aparato a la muchacha.

Algo recelosa, Jess cogió el teléfono.

—¿Hola? —dijo, pero no obtuvo nada a cambio.

Torció un gesto, creyendo que había caído en alguna broma cruel —muy cruel: ¿cómo se atrevía él a jugar con su preocupación por Annie?—, pero cuando estuvo por regresarle su teléfono a Lorenzo, escuchó una voz que ella, por meses, había añorado con intensidad:

—¿Hola? —dijo Annie.

—¡Annie! —gimió Jess, con un hilo de su emocionada voz.

Y apenas cortar la llamada, Jess dejó el departamento contándole a Nicolas las buenas nuevas —mediante una video llamada—, dejando a Lorenzo frunciendo el ceño, pues ella había cortado su llamada con Angelo sin volver a comunicárselo..., pero toda molestia mutó a una sonrisa cuando notó los cisnes de origami que había sobre el escritorio, cerca de la ventana: Gianluca solía hacer animalitos de origami para él... cargados con algunos materiales que, al hacer contacto con el fuego, generaban increíbles —e inocuos— efectos visuales.

Gianluca conocía los vicios de Lorenzo, o al menos los relacionados con el fuego, pero también de su hemofilia, por lo que siempre, sus inflamables obsequios, venían con medidas de seguridad.

El pelirrojo se buscó en el bolsillo del pantalón su encendedor y se aproximó a la mesilla, donde lo esperaban tres cisnes sobre una frágil cajita de papel, color turquesa. Encendió la flama pensando en que, muy probablemente, Gianluca seguía en la planta baja del edificio, esperando por Jessica para llevarla a clases y... acercó la flama a un ala del ave, lo que provocó que ésta sacara chispas de color naranja y pusiera a girar al animal, encendiendo las alas de los otros dos cisnes, generando así una, literalmente, danza de fuego.

Ambrosía ©Onde as histórias ganham vida. Descobre agora