CAPITULO 32

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Sabía que no podía llegar por mis propios medios a donde encontramos la primera llave, es otro país y yo me encontraba en el Limbo, así que lo más razonable es utilizar el libro de los hechizos que mamá mantenía en la librería en un estante. Por suerte no me topé con Adriel, a veces lo llamaban y él se ausentaba sin informarnos.

Abrí las páginas, mi mamá era la que sabía de brujería, yo nunca tuve interés de aprender dichas artes, me parecía aburrido por lo que desistieron de enseñarme, ahora me arrepentía. Pero algo que sí tenía, era un poder de retención increíble, sabía dónde se encontraba cada conjuro y recordaba haber leído uno sobre bilocación. Cuando lo encontré, las manos me sudaban, siempre ocurría esto cuando actuaba a escondidas de mis padres.

En voz alta recité:

Llévame al lugar donde mi corazón anhela

Esta alma viajera te lo ordena

Y al caer la tarde, cuando el día agoniza

Regresaré a casa como una suave brisa

-Jade. -Se escuchó a Adriel llamándome pero era tarde, mi cuerpo se precipitó al suelo, mientras que mi otro yo, aparecía en aquellas ruinas donde conocí a mi demonio.

Caminé hacia el sitio con precaución, parecía no haber nadie ahí, miraba a mi alrededor, atenta a cualquier ruido que demostrara que no me encontraba sola.

-Hola Jade. -Aquella voz odiosa me confirmó que era una maldita trampa.

Me voltee despacio y ahí se encontraba Tamiel, igual vestido todo de negro y lo más extraño, sus alas ébano, extendidas a los lados. ¿Cómo es eso posible?

-Acércate. _Me ordenó con tono autoritario.

Mi subconsciente deseaba no obedecer pero mis piernas se movieron sin mi autorización directo a él. Jamás me había sucedido esto con ningún otro demonio, mamá me habló sobre Adiraet, el poder que él podía ejercer sobre ella. Se suponía que cuando era bebé me protegieron con un hechizo para impedir que esto sucediera. Pero en este caso no es igual, mamá me explicó que ella deseaba a Adiraet y que este la dominaba, en cambio ahora, Tamiel parecía controlar mi cuerpo, más no mi mente.

Cuando estuve cerca extendió su mano tocando mi mejilla.

-No temas Jade. -Sonrió con malicia, mientras que su mirada se perdió a nuestras espaldas.

-Revísala. -Le pidió a alguien.

Cuando lo tuve al frente, casi desmayo, era Owen, pero en sus ojos no estaba aquel brillo, sino opacos, como los ojos de un muñeco, vacíos.

-Owen. -Lo llamé, pero ni siquiera levantó la vista. Me desarmó por completo y al terminar la revisión sacudió la cabeza a los lados, indicando que no traía las llaves conmigo.

-¿Qué parte de traer las llaves no entendiste? -Tamiel lucía de verdad molesto.

-Me crees tan imbécil. -Espeté apretando los dientes.

-¿Te crees muy lista? ¿No es así? _Tomó mi barbilla con rudeza. -No lo eres tanto, por haber venido sola.

Un detalle que ellos no conocían, es que al anochecer el hechizo de desvanecería y yo regresaría a casa.

-¿De qué ríes? -Preguntó Tamiel inquieto.

-Púdrete. -Contesté sonando desafiante.

Colocó su mano sobre mi frente, se sintió caliente y noté cómo intentaba ingresar a mis pensamientos. Traté de impedirlo, pero es muy poderoso, escudriñó dentro de mí, incluso vio los momentos compartidos con Owen, todo, se lo mostré sin poder evitarlo.

Luz y TinieblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora