—Vamos. —Casi me quitó los vasos de la mano y caminó hacia la mesa que estaba junto a la ventana. Entonces se me encendió la bombilla. Apagué las luces de la cafetería, dejando que entre la lluvia se colase la luz azul que Toronto desprendía, y que iluminó la cara de Lauren de perfil.

—Te acuerdas. —Musitó ella mientras yo me sentaba, tomando el vaso entre mis manos.

—Algo tan bonito no podría olvidarse. —Sonrió y removió la cuchara en la taza, lentamente, aireando el chocolate para que se enfriase un poco.

—¿Qué tal en el hospital? —En esa pregunta me mordí el labio inferior intentando retener el aluvión de cosas que quería contar y que siempre me guardaba para mí misma porque a nadie le interesaba.

—Bien. —Respondí con voz débil encogiéndome de hombros, sonriendo un poco.

—¿Trabajas en lo que más te gusta en el mundo y sólo es 'bien'? —Puso las cejas gachas y chupó la cuchara llena de chocolate.

—Mira, ¡ayer fue genial! Te lo juro, Lauren. —Abrí los ojos al comenzar a hablar con las manos puestas encima de la mesa. —Era una noche súper aburrida, como siempre, y de repente entran como tres chicos de golpe con un brazo roto, otro con una herida en el abdomen y el otro había perdido el conocimiento. Normani y yo no dábamos abasto, porque cuando no se quejaba uno se quejaba el otro, era muy agobiante. ¿¡Pero sabes qué es lo mejor!? —Lauren tenía la barbilla apoyada en las manos, esbozando una amplia sonrisa. —¡Le dije al doctor que el chico del brazo necesitaba una operación y no dudaron de mí! ¿Sabes qué es decirle a un superior que necesita operarse y que no duden?

Lauren permanecía en silencio mientras yo hablaba, con media sonrisa y asintiendo a todo lo que yo decía. A veces hacía pequeños comentarios, pero dejaba que yo siguiese relatando algo de lo que me sentía orgullosa, y por primera vez en mucho tiempo no me avergoncé de contar lo que hacía, de contar lo que me gustaba, de hablar con alguien y no sentir que lo estaba aburriendo.

—Y... ¿Tú no tienes que contarme nada? —Sonrió irguiéndose en la silla y se encogió de hombros.

—Trabajo de camarera, así que... No mucho. —Entrecerró los ojos al decirlo, soltando un pequeño suspiro. —Me gusta escucharte. Es agradable escuchar cómo es feliz una persona que te importa. —Se me escapó una diminuta sonrisa que tapé con las manos en mi boca, ladeando la cabeza. —Oye, quería pedirte un favor.

—Claro, lo que quieras. —Acepté con una gran sonrisa, tomando su mano por encima de la mesa.

—Verás, es que... Yo nunca he salido con nadie, ni he... Ya sabes, besado a nadie, ni e—esas cosas qu—que hacen las parejas que salen y, y... — Tenía la mirada perdida en la mesa y la palma de su mano sudaba. Se estaba poniendo un poco nerviosa así que la apreté.

—¿Qué quieres pedirme? —Mi corazón en aquél momento iba más rápido de lo normal sin razón aparente.

—Mira... Me gusta mucho Vero, aún no se lo he dicho pero... Me gustaría tener una cita con ella y—y no tengo ni idea de qué hacer. —Mi cara se incendió, y casi creí que una gota de sudor caía por mi frente, pero mantuve la sonrisa. —Es decir, tú tienes novio, sabes qué hacer. Si pudieses... Enseñarme algo. No sé.

—Sí, uhm, sí, claro. —Asentí rápidamente con una sonrisa, poniéndome de pie y le tendí la mano para que se levantase. —Eres mucho más alta que Vero, e incluso que yo. —Solté una pequeña risa viéndola sonreír un poco hasta quedar a mi lado. —Así que no es muy difícil. Sólo... Por ejemplo. —Cogí su mano y pasé su brazo por encima de mis hombros.

—¿Y cómo llego a ponerle el brazo? ¿No será muy brusco así, de la nada? —Aparté su brazo por no solté su mano.

—Mmh... Puedes intentar coger su mano primero, así. —Puse mi palma contra la de ella y, lentamente enlacé nuestros dedos. Sus manos no eran suaves exactamente, más bien rudas y ásperas. —Rozas primero las yemas de sus dedos, la punta, esperas a que ella te lo corresponda. Y si te lo corresponde pues... —Cogí su brazo y lo puse encima de mi hombro, alzando la mirada a Lauren con una pequeña sonrisa. Se quedó mirándome con los labios entreabiertos unos segundos, para luego carraspear.

—¿Y si ella quiere besarme? —Fruncí el ceño ante la pregunta y me separé un poco.

—Pues la besas. —No respondió, simplemente me miró a los ojos esperando que siguiese. —Oh, claro, uhm... —Me froté la frente con los dedos y una risa. —Sólo déjate llevar, no es difícil.

—Vale, me dejo llevar, no es difícil. —Repitió como un mantra cerrando los ojos soltando aire entre sus labios al final de la frase.

—Estoy segura de que a Vero le gustas mucho. —Dije en voz más baja, casi arrepintiéndome de lo que había dicho. Pero era la pura verdad, ¿a quién no iba a gustarle Lauren? Bueno, se suponía que a mí no, pero...

—¿Tú crees? —Asentí colándome un mechón de pelo tras la oreja algo nerviosa. —Bueno... Muchas gracias, Camila. Te debo demasiadas ya.

—Tú no me debes nada.

*

—Echaba de menos estas tardes con vosotras, chicas. —Ally sonreía caminando a nuestro lado.

La verdad es que sí. Había echado de menos estar con mis cuatro amigas, caminando sin preocupaciones por Yonge Street, comprando ropa y un café humeante en la mano. A veces el frío remitía, y pasábamos de estar bajo cero a tener unos 'cálidos' dos grados.

—¿No podríamos haber esperado a que hiciese un poco menos de frío? Está nevando. —Se quejó Dinah, y me enganché a su brazo mientras andábamos.

—Siempre andas quejándote, Dinah. —Se rio Ally. Ella era la mayor, hacía un par de años que había terminado la carrera y trabajaba como doctora en un hospital diferente al nuestro. Luego estábamos Dinah y yo, ambas en distintos hospitales. Y Normani era su primer año como doctora en el mismo hospital en el que yo hacía mis prácticas, y casi di gracias a Dios por no estar sola. —Por cierto, ¿cómo te va con Nela?

—Bien. ¿Podemos entrar en Gucci? El otro día vi un bolso que me encantó. —Respondió sin más la rubia, arrastrándome hacia la tienda.

—Si Lauren estuviese aquí ya habría corrido calle abajo tres veces. —Dije riendo mientras entrábamos a la tienda. El calor se caló en nuestra ropa y todas soltamos un suspiro a la vez mientras mirábamos las estanterías.

—¿Lauren? ¿Por qué? —Me encogí de hombros y me acerqué a una de las mesas donde tenían puestos unos tacones preciosos.

—Porque odia este tipo de ropa. Ow, mirad estos tacones. —Dije cogiendo uno en mis manos, dándome la vuelta para mostrárselos a mis amigas. —¿Creéis que le gustarían?

—¿A quién? —Preguntó Ally cogiendo una blusa de la percha, mientras Normani y Dinah observaban los bolsos en la mesa de al lado.

—A Lauren. —Solté casi sin pensar.

—¿A Lauren? —Dijeron todas a la vez con el ceño fruncido.

—¿No debería gustarle a Steven? —Espetó Normani mirándome antes de alzar el bolso delante de ella. Steven. Joder, Steven.

—Sí, eso, Steven. Es que paso mucho tiempo con Lauren y me confundo. —Solté una risa nerviosa y les di la espalda para apretar los ojos, esto estaba yendo demasiado lejos.

—Pero a Lauren también le gustaría. —Añadió Dinah a mis espaldas. Sonreí un poco ante aquél comentario, girándome de nuevo hacia ellas. —Aunque bueno, en realidad lo que de verdad le gusta es Vero. ¿Se han liado ya?

—No. —Respondí cortante, cogiendo el par de tacones para dirigirme a la caja. —Aún no.


Nota: Estuve de vacaciones desde el lunes 25 hasta ayer, aquí tenéis otro capítulo. Esto va a ponerse interesante en breves.

blue nighttimes; camrenWhere stories live. Discover now