Todo adentro luce como la última vez que estuve aquí y aunque no fue hace mucho tiempo, parece como tal.

—¿Papá? —llamo—. ¿Estás? —pero no recibo respuesta.

Dejo mi mochila sobre el sofá y me encamino por el pequeño pasillo que da hacia las habitaciones, abro la puerta de la suya, pero no está, sin embargo, noto que algo ha cambiado. Las paredes tienen otro color, ahora son grises cuando antes solían ser blancas. Las sábanas de la cama son negras. Mi ceño se frunce.

—¿Qué es lo que ha pasado aquí? —cuestiono para mí misma.

Me adentro a la habitación sin dejar de observar el entorno, ¿por qué papá ha cambiado a gris? Camino hacia la mesita de noche y tomo asiento en la cama, mirando mi alrededor con demasiada curiosidad.

Coloco un mechón de cabello detrás de mi oreja derecha.

—¿Vienes a acostarte conmigo?

—¡Santo cielo! —chillo pegando un salto que rápidamente me hace levantarme.

Me llevo una mano al pecho, porque siento que el corazón se me saldrá. No puede ser cierto lo que mis ojos ven, es él, Daron. Lo miro llena de incertidumbre.

—¿Cómo entraste aquí?

Él levanta las cejas.

—Yo debería hacerte esa pregunta a ti, ¿no crees? —Ahora yo soy la que lo mira con las cejas arqueadas.

—Tengo llaves —respondo.

—Yo también —añade.

—¿Qué?

—Esta es mi casa —dice, terminando de entrar a la habitación.

—Claro que no —niego—. Esta es la casa de mi padre y esta es su habitación —aclaro.

Tira su mochila hacia la cama, desde donde está.

—Creo que tu padre se ha mudado —dice.

Se me hace un hueco en el estómago al escuchar eso.

—Mientes.

—¿Por qué mentiría? —sonríe—. Esta ahora es mi habitación y esa de ahí —dice apuntando con su dedo—. Es mi cama. También tuya —Me guiña un ojo.

Tenía razón, no tiene por qué mentir con eso, no ganaría nada o tal vez sí, seguro busca fastidiarme como ya viene haciéndolo. Lo observo en silencio, entonces él se mueve por la habitación al mismo tiempo que se deshace de su chaqueta y acto seguido veo como se saca la ramera, no me inmuto me quedo descaradamente observando su marcada espalda desnuda.

—Me largo de aquí —murmuro en cuanto me doy cuenta de lo que hago.

Salgo desanimada por el hecho de que mi padre no se ha tomado la molestia de avisarme que se ha mudado. Cruzó el pasillo tan rápido como puedo, tomo mi mochila y salgo por la puerta. No volveré a ver a papá y todo por mi estúpido orgullo, ahora sí quiero llorar y no creo aguantarme las ganas.

Saco mi celular del bolso al mismo tiempo que camino por la entrada de la casa y busco su número entre mis escasos contactos; le marco, pero no timbra, solo sale la grabadora avisándome que no está disponible.

Maldigo.

Escucho el rugido de una motocicleta detrás de mí y me giro a escasos centímetros de cruzar la reja. Es una deportiva de color rojo vino con negro y el estúpido está sobre ella. Se acerca y me quedo inmóvil.

—Voy a llevarte —dice haciendo rugir el motor.

—No, gracias —vuelvo a girarme.

Ya no escucho el motor del vehículo. Que rápido ha entendido mis palabras, pero entonces siento su agarre en mi brazo. Mi cabeza voltea a verlo.

Daron, un ángel para Nathalia © [Libro 1]✔Where stories live. Discover now