—Solo cuando no me obedecen —añade, y vuelvo a reírme de forma irónica.

—Si no me dices por qué debo alejarme de ese otro homúnculo —lanzo con la irritación en su punto máximo—. No tengo por qué hacer caso de tus palabras absurdas —manifiesto—. Y si crees que esto que haces es ser un cabrón, te diré que no sabes nada de lo que es ser uno.

Él no dice nada. Admito que estoy siendo desesperante, pero esta situación me ha sacado de quicio.

—Ahora soy yo la que dirá que quiere, te alejas tú de mí o me das las respuestas que quiero. No te conozco —digo—. No entiendo por qué vienes a mí diciendo esas sartas absurdas. Qué quieres de mí, ni por qué me metes en esto —digo haciendo referencia a la situación—. Cualquier problema que tengas con ese sujeto, arréglalo con él.

Suelto el aire que retienen mis pulmones.

—Quiero que me saques de aquí —digo, por último.

De pronto aparece frente a mí sin aviso, me sobresalto un poco en mi asiento y levanto la cabeza para verlo. Sus ojos me deslumbran y perturban de una manera sobrehumana.

—El único problema que tengo con él, eres tú, Nathalia —Se pone de cuclillas ante mí—. Estoy haciendo un esfuerzo para rogarte, por favor —Me mira directamente a los ojos—. Lo mínimo que quiero que hagas, es que me escuches cuando te digo que Lyron es peligroso.

—Dime por qué es peligroso y entonces te escucharé —mantengo mi semblante lo más serio posible.

—Todavía no es tiempo, no sé exactamente qué busca hacerte, pero estoy averiguándolo.

—Suficiente —digo.

—Si no te alejas de él, vas a lamentarlo y yo no me perdonaré no haberte cuidado —Se incorpora sobre sus pies nuevamente.

Ignorando por completo todo lo que he dicho, se pone en marcha hacia la puerta.

—¡Oye! —Le grito y se detiene—. Si no tienes idea de porque él es peligroso para mí, es porque no lo es.

Se da la vuelta y sonríe de una manera que me pone los nervios de punta, camina de vuelta hacia mí y cuando está lo suficientemente cerca, vuelve a sonreírme, esta vez como si supiera lo que pienso acerca de su sonrisa y los hoyuelos sobre sus mejillas.

Sus ojos ligeramente entrecerrados, sus pestañas doradas y rizadas en exceso, parecen tan largas líneas trazadas. Me quedo inmóvil e intento pasar la saliva por mi maldita garganta.

—No sé exactamente qué es lo que él quiere de ti, pero si una cosa sé, es lo que quiero yo de ti —Su mano toma las puntas de mis cabellos sueltos—. Hallaré la razón por la que debes alejarte de él y te la diré a su debido tiempo —Sus ojos me escrutan risueños—, pero por el momento, solo hazme caso.

Vuelve a darme la espalda para ponerse en marcha.

—¡Ah! —dice como si hubiera olvidado decirme algo más—. Cuando decidas hacerle caso a tu amigo, solo pronuncia mi nombre en tu aturdida mente y con gusto estaré ahí para satisfacerte.

Los vellos de mi cuerpo toman vida en escasos segundos, haciendo que un repentino escalofrío suba por mi espalda depositándose en mi cabeza. No sé qué responder a eso, las piernas me tiritan como gelatina. Siento un calor inexplicable en mi interior, ni siquiera puedo ser capaz de emitir ningún sonido.

—¿A mi amigo? —cuestiono, mientras con dificultad trago la saliva acumulada en mi boca.

—Tú sabes de lo que hablo —dice antes de salir por la puerta y volver a dejarme. Entonces caigo en cuenta que él ha hecho referencia a tener sexo conmigo.

Daron, un ángel para Nathalia © [Libro 1]✔Where stories live. Discover now