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Al bajar del avión me encontré a mi padre junto con su prometida aguardando a mi llegada. Al verme se levantó inmediatamente y corrió a abrazarme con la excusa de que creyó que algo malo me había ocurrido y aunque así fue preferí evitar contárselo. Me ofreció pasar la noche en el apartamento que habían logrado alquilar pero me negué rápidamente.
Saque el móvil de mi bolsillo y lo encendí, cuando finalmente captó señal comenzaron a llegarme docenas de mensajes de Stiles que parecían ser recientes:
«Necesitamos tu ayuda, Lydia está fuera de control».
«Realmente es urgente».
«Lydia no deja de repetir las mismas palabras y aun no logro descifrarlas».
«Dice que alguien está a punto de morir y que solo tu podrás ayudarnos».
«Pero como no estás aquí, quizá podrías ayudarnos descubriendo la vida de quien está en peligro».
Cuando me vi dispuesta a contestar sus mensajes, me llegaron tres nuevos mensajes de un número desconocido.
«¿Quieres salvar tu indefenso alfa?»
«¿No comprendes? Debí imaginármelo, no te han dicho la verdad aún. ¿Por qué ocultarle la verdad a alguien tan poderosa como tú? Podrían incluirte en su manada y así vencerían a cada uno de sus enemigos».
Observe a mi alrededor intentando hallar al emisor de aquellos mensajes pero no había nadie más. Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza y mis manos no paraban de temblar, intente detenerme ya que no quería parecer indefensa frente a un completo psicópata.
Cuando logré reunir el valor suficiente, le respondí:
«¿Qué quieres de mí?».
Su respuesta llego casi instantáneamente:
«Por ahora solo quiero ayudarte».
Volví a guardar el móvil en mi bolsillo y me dirigí hacia el hospital.
Cuando finalmente llegue corrí hacia el ascensor y en el transcurso intente calmarme. Aún no había logrado sacar de mi mente aquellas últimas palabras, ¿a qué se refería con que solo querría ayudarme por ahora? ¿Acaso más tarde pensaba hacerme daño?
Las puertas del ascensor se abrieron, dejando a la vista una terrorífica escena. Mi cuerpo quedó inmóvil al observar a aquellas míseras criaturas, las mismas que habían asesinado a Tracy con la excusa de que su condición era terminal. Quería moverme pero mi cuerpo no respondía. Cuando uno de estos tomó a Scott por el cuello y lo arrojó contra una pared, tuve ganas de asesinarlos. Me vi tan cegada por mi furia que decidí gritar, ocasionando que varias luces y vidrios estallaran. No pareció afectarles pero de igual manera se marcharon.
