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—Stiles, tu padre volverá en una hora —le informó el oficial—. Puedes esperarlo en su oficina.
—En realidad veníamos a verte a ti, Parrish.
—¿Podríamos hablar contigo en privado? —le pregunté.
—¿Tú no eres la chica que nos siguió el otro día?
—Sí, la misma.
Lydia le entregó la lista negra y este dijo:
—El sheriff me hizo buscar un montón de estos nombres a través del sistema anoche pero no logramos encontrar ninguno.
—Hay una cosa más —volteé la lista.
—Esto es aterrador —admitió el oficial al encontrar su nombre allí—. ¿Qué significa el numero?
—Eso es cuanto vales.
—¿Valgo cinco dólares?
—No idiota, son cinco millones aunque yo pagaría cinco dólares por ti.
—¿Cinco millones?
—No es la gran cosa, yo valgo veinte millones.
—Bueno, eso me tranquiliza un poco porque significa que te asesinaran a ti primera.
»Aunque tan solo gano cuatro millones al año, a lo mejor podría matarme a mí mismo.
—O podría hacerlo yo por ti.
—Lydia, ¿puedes calmar a tu prima? Me está asustando.
»¿Por qué estoy en la lista?
—Esa pregunta queda para otro día —contestó Stiles—. Aún queda un tercio de lista que descifrar.
—Necesitamos una tercer clave para eso pero requerimos de ayuda — le explicó Lydia
—¿De quién?
—Meredith.
—¿La chica demente?
—La última vez que la viste casi le das un ataque nervioso Lydia.
—Ehh, casi.
—¿Puedo preguntarles algo? —pregunte.
—Acabas de hacerlo —dijo Lydia inmaduramente.
—Sí, pero además de eso.
—No.
—¡Bien! De todos modos ya ni siquiera recuerdo lo que iba a preguntar.
. . . .
Para el anochecer aún no habían vuelto de la visita a Eichen House y no tenía nada que hacer porque todos mis amigos parecían estar ocupados. Cuando de pronto oí unas voces dentro de mi cabeza que gritaban mi nombre como si intentasen decirme algo. Me levante de la cama y perdí el control de mi cuerpo, mis piernas caminaban por si solas como si quisieran ir a un lugar específico. Para cuando las voces se detuvieron finalmente me encontraba a obscuras en el bosque.
