—Esto no es una consulta. —Dijo bajando la mirada al teclado con una pequeña sonrisa. —Mañana pondrán el nombre del médico que esté en el turno siguiente, es sólo algo informativo para el paciente. Además... —Entrecerró los ojos esperando a que la página cargara, y comenzó a teclear de nuevo. —Esto es urgencias, cielo. Aquí sólo hago estas cositas. —Arrugó la nariz mirando a mi hermana, y giró en la silla para coger los papeles que habían salido de la impresora. —Mira. —Puso el papel delante de mí, mientras Rachel tiraba del cuello de mi camiseta. —He recetado ibuprofeno líquido. Una cucharadita cada 8 horas durante los próximos tres días. Dale pequeños sorbos de zumo, o agua, para que se hidrate. Si no quiere comer no la obligues, ¿sí? —Asentí a lo que me decía y ella me miraba seria. —No la tapes mucho, si tiene fiebre que esté con ropa ligera. Si la fiebre sube, o en los tres días siguientes no se le han pasado los síntomas tráela de nuevo y veremos qué pueden hacer los médicos, ¿vale? —Asentí con una sonrisa torcida, y cogí el papel para mirar la receta que Camila había firmado.

—Vale... —Suspiré alzando las cejas, doblando la receta para meterla de nuevo en la mochila que Camila había dejado abierta encima de la mesa.

—No te vayas aún. —Me señaló con el bolígrafo y luego entrecerró los ojos desviando el bolígrafo hasta la camilla. —Siéntate ahí.

—¿Qué? —Camila asintió levantándose y pasó la mano por el papel que la cubría para que yo me sentase. Suspiré. Caminé hasta donde ella estaba y tumbé a mi hermana a un lado, que se entretenía en romper el papel entre sus dedos. —No me hace falta.

—Eso lo diré yo. —Dijo enfundándose los guantes de látex, ladeando la cabeza con media sonrisa —Por fi. —Cerré los ojos y asentí dándome por vencida, porque no iba a decirle que no. —¿Cómo tienes el labio? —Se acercó con los ojos entrecerrados para observar la herida que ella misma curó.

—Bien. —Sus dedos pasaron alrededor de mi ojo, marcando la aureola que se formó a raíz del golpe de mi hermano.

—¿Puedes quitarte la camiseta? —Accedí sacándomela por la cabeza, dejándola encima de Rachel. Le gustaba jugar con ella. —Escucha, Lauren... —Camila suspiró y cogió un banquillo para sentarse frente a mí. —Lo que sea que te esté pasando puedes contármelo ahora. —Me pasé las manos por la cara y suspiré, quería contárselo y ponerme a llorar ahí en medio. Quería que me acogiese en su casa y me alejase de todo lo que me estaba pasando; pero no podía salir de allí. Si me iba con mi hermana, me la quitarían y la dejarían sola con mi padre, o quizás la llevarían a un centro de acogida.

—No todo el mundo tiene una vida fácil, ¿sabes? —Murmuré mientras ella examinaba los moratones de mi estómago. Me empujó un poco para poder examinarme mejor.

—Por eso trabajo en una cafetería cuando no tengo guardia. —Su mirada podría haberme matado al separarse de mí para coger un bote de crema.

—Pero no tienes presión. Si te echan de la cafetería, ¿qué más da? Volverás a tu casa, tendrás comida, no tendrás preocupaciones y...

—Sé que tienes rabia dentro y que estás enfadada con el mundo. —Se levantó y me miró a los ojos, palpando el moratón de mi clavícula. —Pero sólo intento ayudarte, y que me eches mi propia vida en cara no va a solucionar nada. —Su mirada se clavó en la mía mientras palpaba la zona algo más seria. —Te estoy dando la oportunidad de desahogarte en un sitio donde, por ley, no puedo contar nada de lo que pase. O me dices lo que te pasa, o te lo puedo decir yo.

—¿Cómo vas a saber qué me pasa? —Dije sonriendo, y ella sonrió también pero de manera más irónica.

—Tu padre, tu madre, quién sea en tu casa te pega. —Soltó sin más, quitándose los guantes para echarlos en la papelera. —Es que ni siquiera sé nada de ti, de tu vida. Cuéntame al menos cómo es tu familia, si eres de otro sitio, si... No sé, Lauren, cuéntame algo.

—Soy de Toronto. Mis padres se casaron y nos tuvieron a mi hermano Chris y a mí. Cuando tenía 13 años mi madre se fue a Nueva York a buscar trabajo, dinero para mantenernos pero murió. Después de eso, un día mi padre llegó con un bebé, Rachel, que era la hija de su nueva novia. Ella ni siquiera la reconoce, así que me hice cargo de su propia hija. Mi hermano entró en la universidad, y a mí me dejaron para trabajar, mantener la casa y pagarle la carrera a mi hermano. —Sonreí ladeando la cabeza, algo irónica. —¿Quieres que siga contándote la mierda de vida que llevo o prefieres darme la receta de un calmante para el dolor?

—Sólo quería conocerte un poco más. Saber por qué eres así. —Se encogió de hombros con media sonrisa, desviando la mirada a mi hermana, que se había quedado dormida en la camilla. —Si necesitas algo, por tonto que sea, dímelo, ¿vale?

—Un abrazo. —Murmuré de forma casi imperceptible, y aunque yo estaba sin camiseta tiró de mi mano para levantarme y se abrazó con fuerza a mí, pasando sus brazos por mi cintura y apoyando su cabeza en mi pecho. La apreté entre mis brazos, escondiendo mi cara en el hueco de su cuello, y agarré el uniforme entre mis dedos. 

—No quiero que te pase nada malo. Y si... Alguien te hace daño, ven conmigo.

*

Camila's POV

—Necesito un café enorme. —Apoyé la cabeza en el pecho de Normani que hablaba por el móvil.

—No te apoyes en mis tetas, Mila. —No le hice caso y dejé la cabeza apoyada en ella, porque los ojos se me caían del sueño.

—Son las seis de la mañana, Mani, déjame un rato. —Se quedó en silencio sin decir nada y me acercó la taza de café que había en la mesa. —¿Sabes quién vino con su hermana? Lauren.

—¿Lauren la de los ojos verdes? —Asentí apoyando la cabeza  en su hombro después de haber dado un sorbo al café. —¿Y qué hacía aquí?

—Su hermana estaba malita, estaba preocupada.

—Awwww. —Normani hizo un puchero y me miró. —Qué mona es. Es tu tipo de chica.

—¿Qué? —Me separé de ella y Normani se levantó del sofá para ir a por otra taza de café. —Es verdad, tu última novia fue así.

—¿Así cómo? —Normani alzó las cejas con una sonrisa algo burlona y me miró llevándose la taza a los labios.

—Pues... Boyfriend. —Terminó de beber y se sentó en el sillón de enfrente con las piernas en alto. Puse las cejas gachas con una mueca. —Oh, venga ya, Camila. Son tu tipo de tía. Así, más rudas, altas, súper guapas y con chaquetas de cuero.

—Mani, salgo con Steven. Y sí, Lauren es guapísima, es... —Me quedé en silencio un momento mirando el suelo. —Es una persona maravillosa con una mente increíble, pero...

—¿Pero? ¿Mmh? —Se cruzó de piernas y cogió su bolso rebuscando en él. —Por cierto, Lauren me pidió el número de Vero.

—¿Qué?

—¿Estás sorda hoy? —Levantó el móvil agitándolo. —Que me pidió el número de Vero. Quizás deberían salir.

—¿Pero a Vero le gustan las chicas? —Normani se encogió de hombros y bebió de su café, mientras yo terminé por tumbarme en el sofá por completo.

—No sé. Pero a Lauren le mete fichas como el que come pipas, ¿sabes? —Suspiré y bostecé a la vez, frotándome los ojos. Estiré los brazos hacia Normani que tomó la punta de mis dedos entre los suyos. —Qué.

—Llévame a casa, por favor. —Hice un puchero y ella tiró de mi brazo hasta levantarme y ponerme de pie como si fuese un saco.

—No quiero ni pensar cómo vas a estar cuando tus turnos duren 38 horas.

blue nighttimes; camrenWhere stories live. Discover now