Siento el aire golpeando parte de mi cuerpo cuando Derek termina de desabotonar la camisa. Menos mal que hoy me puse un corpiño blanco simple. Sin romper el beso, saca mis manos de su cuello, colocándolas en el colchón. Pone sus manos en mis hombros, deslizándolas a lo largo de mis brazos junto con mi camisa. Cuando siento mis brazos desnudos, saco mis manos de las mangas y las dejó ahí, sin saber qué hacer. Por suerte, él las agarra y vuelve a colocarlas en su cuello. Gracias a Dios. Mis mejillas todavía arden en rojo y mi respiración es trémula. Pone sus manos en mi espalda y me acerca a él, haciendo que nuestras pieles se acaricien.

 Rompe el beso y separa su cara de la mía unos centímetros, sonriéndome encantado al ver mis pómulos teñidos en un suave rojo. Sonrío tímida y bajo mi mirada. Él saca su mano de mi espalda, agarrando mi mentón para levantar mi cabeza y volver a encontrar sus ojos con los míos. Su mano retoma lugar y Derek besa mis pómulos con suavidad y delicadeza; cierro mis ojos disfrutando su tacto.

– Te quiero. – susurra contra mi boca, haciendo que sus labios rocen los míos y mi corazón se acelere al escuchar las palabras divinas.

 Antes de poder responderle, vuelve a besarme. Mis pensamientos se nublan y solo queda lugar para su tacto y sus palabras en mi mente. Me estremezco con cada caricia, su contacto quema – en el buen sentido de la palabra – y mi boca se mueve al compás de la suya.

 No sé por cuánto tiempo estuvimos besándonos y compartiendo caricias, lo que sí sé, es que la temperatura ya había descendido y no es lujuria lo que está ahora presente, sino amor. Ambos sabemos que no es momento para pasar la línea. Mientras nos damos besos castos en forma divertida – pero no menos amorosa – nos reímos y disfrutamos el momento. Todavía no estoy muy consciente de que ambos estamos sin remera, pero lo prefiero así; ahora no tengo ganas de un ataque de inseguridad.

 Derek se separa un poco y acaricia su nariz con la mía, aún sonriendo. Bajo mis manos y vuelvo a pasar mi índice sobre la inscripción negra unos centímetros debajo de su clavícula.

– ¿En qué idioma está? – pregunto mirando el tatuaje.

Lo miro un segundo y veo que me sonríe con adoración.

– Hebreo.

– Lo imaginaba. ¿Qué significa?

– Son los nombres de mi hermana y mi mamá.

Mis cejas se enarcan por el asombro.

– ¿En serio? – pregunto con algo de incredulidad en mi voz.

Él se ríe de mi expresión.

– Sí. Si lo lees en ese orden dice <<Emma Anne>>. Yo en realidad quería ponerlo en otro orden, pero, como está en hebreo, se escribe así.

– ¿Y por qué no lo pusiste en inglés?

– Por alguna loca razón a mi madre le gusta el idioma. Cuando era chica viajó a Isarel y odiaba no poder entender nada. Así que cuando volvió a Ingalterra decidió aprender. Me pareció adecuado hacerlo en el idioma que a ella le gusta.

Dejo de acariciar el tatuaje y fijo mi mirada en Derek. Coloco mis manos en sus hombros y lo beso castamente.

– ¿No te duelen las rodillas?

 Lo aprecio frunciendo el ceño, tal vez pensando en qué pasa por mi mente para ignorar su explicación anterior, antes de mirar hacia abajo y volver a mirarme con una sonrisa misteriosa; su ceño volviendo a la normalidad. Ladeo mi cabeza con curiosidad, sin entender el motivo de su rara sonrisa.

 En un movimiento rápido, pasa uno de sus brazos por debajo de mis rodillas y la otra la deja en mi espalda, levantándome al estilo novia y colocarme sobre la cama. Él queda suspendido sobre mi un segundo antes de rodar y apoyarse a mi lado, atrayéndome hacia su pecho. Comienzo a reír por su astucia y levanto mi cabeza encontrándome con su mirada divertida.

La vida de LorelayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora