Capítulo 30

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 Si no fuera por el pequeño detalle de que el jueves y el viernes tuve los último exámenes, no hubiera asistido al colegio... para nada. Nate se queda a mi lado todo el día en silencio, sin saber qué hacer; cada vez que trata de saber qué pasa por mi cabeza, le respondo con lo mismo: estoy cansada. Él resopla cada vez que le doy la misma respuesta y aunque me siento mal por ocultar lo que me pasa, me siento peor cuando recuerdo que si llego a hablar con alguien sobre eso, Brandon puede hacernos pagar a mi y a la persona a la que le haya soltado mis pensamientos.

 Le doy vueltas y mas vueltas al asunto y siempre llego a la misma conclusión: debo dejar a Derek. El solo pensarlo hace que el mas grande nudo crezca en mi garganta. Sigo con una chispa dentro de mi al saber que me quiere, pero ¿Qué puedo hacer ahora con eso? Dejarlo una semana después de haberlo confesado no tiene sentido para nada, ni para él ni para mi... ni para cualquier persona cuerda. El problema aquí es que Brandon no está cuerdo. ¿Y si voy a la policía y les cuento lo que me dijo? Sí, me van a creer y todo. Suspiro.

 Menos mal que es viernes y no tengo que seguir trayendo esta cara de poker al colegio. Estuve evitando los mensajes de Derek; o respondo sumamente hostil o no lo hago. Eso me mata por dentro, porque muero de ganas de poder verlo y besarlo, sentir la calidez de su amor. Pero no. Si lo veo, voy a explotar y no puedo. Tengo que hallar una manera de dejarlo y ser fuerte al mismo tiempo. Puedo explotar y llorar después. Brandon hijo de p...

– Lori – me llama la profesora Anibald, interrumpiendo el incordio que estaba pasando por mi mente.

– ¿Si?

– Lori, la directora quiere verte – dice Johanna desde la puerta.

Oh. Estaba tan distraída que no me percaté de su presencia. Asentí y me levanté de mi asiento. Le di una pequeña sonrisa a Johanna cuando llegué a su lado, ella me la correspondió radiante, como siempre.

– ¿Por qué quiere verme la señora Carter? – pregunto cuando estamos camino a la oficina de la directora.

– No tengo idea – rió Johanna – pero no debe ser algo malo, no estaba seria cuando me pidió que te llamara.

 Asentí con mi cabeza, comprendiendo.

Cuando llegamos a la oficina, ella tocó la puerta y asomó la cabeza.

– Señora Carter, Lorelay Hastings está aquí – escuché que informó. Se volvió a mi y abrió mas la puerta – entra Lorelay – me sonrió.

 Le sonreí devuelta y entré, cerrando la puerta detrás de mi. La directora se levantó de su asiento en cuanto entré.

– Al fin la conozco, señorita Hastings – me saludó con una sonrisa amable.

 Es la primera vez que la veo. Es una señora alta, de pelo rubio – teñido – y ojos marrones. Tiene un traje beige y camisa blanca.

– Hola señora Carter – la saludo tímidamente.

– Tome asiento – me indica con ademán a la silla que está frente a su escritorio.

 Cuando yo me siento, ella lo hace al mismo tiempo. Su escritorio está ordenado, pero lleno de cosas a la par. Tiene fotografías, adornos y muchas hojas.

– ¿Pasa algo? – pregunto.

– Oh, no Lorelay. Tu eres una alumna ejemplar.

– Entonces ¿Para qué me mandó a llamar? – pregunto respetuosamente.

 Ríe un poco y se pone a revisar algo en la computadora que tiene frente a ella. También se fija un par de cosas en las hojas que tiene al lado de ella y, después de teclear un poco en la computadora, vuelve a dirigirse a mi.

La vida de LorelayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora