Capitulo 2

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Abro los ojos otra vez, la luz del sol ya entra por la ventana y me daña la vista de una forma inimaginable. Me cubro con las cobijas de la cama y debajo de ellas me estiro y bostezo. Me doy cuenta que no hay nadie en mi cama. Tenía un vago recuerdo de que Avril se había quedado conmigo en la noche. En esos momentos no puedo distinguir que pasó y que no pasó, pudo haber sido un sueño.

¿Qué hora serán? Probablemente tarde. La cabeza no ha dejado de dolerme pero el malestar en el estomago a desaparecido casi por completo. Me sobo la barriga y bostezo una vez más. Luego aparto las cobijas y tengo que entrecerrar los ojos para que el sol no me lastime tanto. Me levanto de la cama y me siento muy adolorido. Voy hasta el baño, no aguanto las ganas de orinar. Después de hacer mis necesidades me miro en el espejo, me veo demacrado. Estoy bastante pálido, mis ojos verdes parecen hasta sobre naturales ya que por debajo de ellos se encuentran unas grandes ojeras, mi cabello rizado está un poco húmedo todavía y no se acomoda bien y solo me cubre el cuerpo unos bóxers muy aguados, dejando a la vista mi  cuerpo delgado. Salgo del baño pero no me pongo nada más encima y así camino en dirección a la puerta de la habitación.

En cuanto salgo al pasillo el olor a comida me pega al instante. Avril ya está cocinando y eso me alegra mucho. Camino lentamente en dirección a la cocina, me restriego la cara con una mano y trato de peinarme el cabello sin mucho éxito. Llego hasta la barra que divide la cocina del estudio-sala del departamento, me siento en una de las sillas altas y veo que Avril está de espaldas, cocinando.

-Hola – saludo con voz ronca.

-Buenos días – responde cortante. Bien, está enfadada. – Por fin te levantaste.

-¿Estas enfadada? – pregunto, aunque no sé ni porque lo hago es obvio que sí.

Ella niega, pero yo sé que si lo está. Su tono es de enfado.

-¿Hice mucho desastre?

-Muchísimo, Harry – reniega ella pero sigue dándome la espalda, como si fingiera estar más concentrada en lo que cocina – Te pasaste, estabas… bastante mal.

Me imagino que está haciendo una mueca mientras dice eso.

-¿Qué te puedo decir? – digo alzando los brazos, rendido.

En eso ella se voltea y por primera vez en el día me mira. Sí, mintió al decir que no estaba enfadada, su cara la delata al instante. Sus ojos color miel me fulminan de una sola mirada.

-Pues no me digas perdón – dice con enfado – Por la noche lo dijiste muchas veces y no quiero volver a escucharte decirlo. Y eso es lo que más coraje me da, que sigas pidiéndome perdón.

La miro  fijamente y me muerdo el labio.

-Me conoces, no puedo prometerte no hacerlo otra vez -  contesto sin dejarla de mirarla.

Ella pone los ojos en blanco y me da la espalda de nuevo. Empieza a sacar la vajilla de la alacena y veo como sirve la comida.

-No sé cómo no te hartas de hacer lo mismo todas las noches, como no te enfadas del alcohol, de la fiesta, de acostarte con todas esas groupies que te siguen a todas partes – replica escupiendo cada palabra que dice – Algún día vas a meterte en un problema gracias a todas las cosas que haces…

-Ya, Avril - la interrumpo con voz tranquila y me llevo los dedos a las sienes, la cabeza me está matando – No necesito que me digas que es lo que no debo hacer y lo que debo hacer, de todas formas lo haré mal o me equivocaré. Soy un desastre.

-No pretendo regañarte ni comportarme como tu mamá… – dice acercándose a la barra y poniéndose delante de mí.

-Pues pareces – digo cerrando los ojos con fuerza y sin atreverme a mirarla.

Suelta un gruñido enfurecida.

Yo pensaba que iba a ser un desayuno pacifico y me está causando más jaqueca de la que ya tengo.

-Mira, mira, Avril- le digo abriendo de nuevo los ojos y clavando la mirada en su rostro que esta rojo del coraje. Está al borde de las lagrimas – Yo ya estoy mayor como para saber qué es lo que hago, son mis problemas y yo me los resuelvo solo. Punto.

Ella suelta un bufido, con ironía.                                             

-No te tomes esto tan personal, por favor – le pido, casi le suplico.

Avril  suelta otro gruñido y me pone el plato lleno de comida en la barra, la comida casi se cae de lo fuerte que ha puesto el plato ahí. Tragó saliva, tal vez no debí de haber dicho aquello.

-¡¿Cómo quieres que no me lo tome personal cuando yo soy la que te cuida, la que te ayuda cuando estas mal?! ¡¿Eh?!- está furiosa y sus ojos están acuosos, las lagrimas no le salen aun - ¡¿Cómo me pides eso cuando me afecta también a mí?!  ¡No seas egoísta!

-¡Pues si estas muy harta de mi, ¿Por qué no me corres de aquí y me dejas por mi cuenta? Tan fácil que es hacer eso! – grito parándome de la silla y mirándola con furia.

Noto que ella me sigue mirando con rabia, su pecho se mueve de arriba abajo y tiene la mandíbula apretada. Yo estoy apretando los puños.

-Eres lo único que tengo, Harry – dice ella más tranquila pero con rabia en sus ojos – Y yo soy lo único que tienes.

Dicho eso se da media vuelta, sale de la cocina y se dirige a su habitación. Oigo que la puerta se cierra con fuerza. Nunca le ha gustado que las personas la vean llorar, no le gusta mostrarse débil y menos delante de mí.

Me siento mal por hacerle tanto daño a Avril, a mi mejor amiga, la persona que todavía se preocupa por mí. Se preguntaran porque lo hago, porque soy de esa manera. Si le preguntan a ella les podrá decir que antes yo no era así, pero los problemas en mi casa se hicieron grandes y no soporté más. Mis padres nunca me quisieron, se pasaban la vida criticando todo lo que hacía y comparándome; tal vez no era el mejor pero tampoco era el peor. Ellos querían que yo fuera todo un campeón como lo era mi hermana, que siguiera sus pasos para lograr el éxito, pero simplemente lo que yo hacía para ellos no era suficiente. No aguanté más y tuve que salirme de casa; por su culpa caí en los vicios, ya que era la única forma de olvidarme de sus malos tratos. La única persona que me escuchó fue Avril, la persona que me abrió las puertas de su casa, la que de verdad me quería por lo que era. ¿Y como se lo pagaba yo?, haciéndole todo esto. Como había dicho antes, tal vez podría decirle que no lo volvería hacer, que trataría de comportarme y hacer las cosas bien, pero era muy fácil hablar y prometer, solo palabras; sabía que no lo cumpliría, yo ya no tenía más motivaciones. Después de tantas decepciones, haciendo cosas que nunca fueron reconocidas, perdí el interés en demostrar que podía hacerlo bien.

 

Suspiro, la cabeza me sigue doliendo y el hambre se me ha quitado de un de repente. Ni si quiera estoy en condiciones de irle a pedir una disculpa a Avril, ella ya está cansada de oírme decirle lo mismo. No puedo hacer nada Prefiero que se desahogue, ya se le pasará el enfado. 

Errores [Harry Styles]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora