54: Confrontación.

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Cuando logro llegar a la entrada de la mansión de Snow, veo lo abarrotada de gente que está. Intento abrirme paso a empujones pero no lo logro. Me tomo un tiempo planeando como poder entrar.

Un rugido me despista, alzo la mirada y noto un aerodeslizador del Capitolio pasar sobre nosotros, cuando está cerca de la entrada deja caer paracaídas, los mismos de los Juegos. Los miro confundida y no falta mucho para ver como explotan. Me derrumbo en el piso, la gente cae sobre mí.

Mis oídos pitan y de mi frente sale un hilillo de sangre. Doy empujones para poder levantarme. Estoy completamente aturdida, veo una posibilidad de poder entrar a la mansión y no dudo en correr dentro.

Recorro los jardines matando al que se me cruce, esquivo balas y cuando logro escabullirme por una ventana siento la adrenalina subir por mis venas.

Dejo la pistola a un lado y me saco el traje de Tigris, si pelearé que sea estando cómoda. Tomo las barras de metal y miro a ambos lados del librero, al no ver a alguien corro fuera de la habitación.

No hay nadie, deben estar ayudando a los heridos. Corro por los pasillos sin bajar la guardia, llego a una escalera. Subo, intentando no meter tanto escándalo. Me preparo por si me atacan pero nada, no hay nadie.
Sigo trotando por los pasillos intentando buscar al desgraciado de Snow. No hay rastro de vida, me decido por subir otra escalera. Arriba noto movimiento. Corro a esconderme en alguna habitación vacía. Siento como se detienen frente a la escalera y hablan, están ajetreados y enfadados. La mayoría baja corriendo por las escaleras. Tomo bocanadas de aire lo más silenciosa que puedo. Solo quedan tres agentes de la paz merodeando por el pasillo. Espero un rato a ver si se dispersan y al cabo de unos minutos uno de ellos se separa y se va por el pasillo de la izquierda.

-Vamos, vamos- cierro los ojos, apretando las barras con fuerza.

Salgo de la habitación, corro hasta ellos blandiendo las barras, ellos sorprendidos ante mi presencia no alcanzan a disparar. Les doy en el rostro y pateo el pecho de uno tirándolo lejos. El otro me da un puñetazo trastabilleo y le miro furiosa.

-Estuve en los Juegos del Hambre dos veces y soporté torturas por demasiado tiempo, esto no es nada.

Profiero un grito de lucha y blando con furia la barra, pateo su rodilla logrando que se tambalee y caiga de costado. Doy el golpe final con la barra sobre su cráneo. Me giro al momento que el otro se recupera y va a recoger el arma, me lanzo sobre él alejándolo del arma, la barra cae de mis manos por lo que solo me queda golpearlo con manos y piernas. Pateo su estómago tirándolo a un lado, me subo sobre él tomándolo por el cuello y aporreo su cabeza en el piso. Ya algo aturdido me separo y voy rápido hasta la pistola, él intenta detenerme pero el mareo le gana. Me mira con terror pero no le disparo, le doy un golpe en la frente dejándolo más aturdido aún. Le tomo por el cuello y se lo rompo con fiereza.

Tomo el arma y corro por el pasillo de la derecha con todas las fuerzas que puedo.

Solo hay una puerta y está custodiada por dos agentes de la paz. Les disparo sin importarme ya el ruido, uno de ellos me dispara en el brazo. Pateo su cadáver y entro a la habitación tomando bocanadas de aire y apretando mi brazo sangrante.

Frente a mí tengo a Snow, me da la espalda mientras mira por un ventanal.

-No pensé que vendría usted sola a por mí. Veo que la subestimé, señorita Fayolle- le miro con odio aunque él no se digna a dar la vuelta.

Cierro la puerta por si los agentes de la paz vuelven. Me giro y me enderezo para no mostrar debilidad ante él.

-De la cara, cobarde- siseo apretando los dientes del dolor y furia. Él ríe y se voltea.

-Te confesaré que creí que el primero que me brindaría el honor de una visita sería el señor Mellark- se da la vuelta.

-Es un maldito h...- él alza una mano y niega con una sonrisa maligna.

-Ahorrese los insultos para otra ocasión, señorita Fayolle, estamos en presencia de un inocente- le miro confundida. Él camina hasta una cuna de oro reluciente- no quiere dar el mal ejemplo a su sangre.

-¿Qué?- me tambaleo, aprieto con más fuerza mi brazo. Snow ríe.

-Es increíble la paz que puede transmitir un simple bebé- me ignora.

Camino hasta un sofá y tomo asiento, rompo con ayuda de mis dientes la funda de un cojín y amarro el pedazo de género con fuerza sobre mi brazo herido. Tomo pequeñas bocanadas de aire.

-¿No quiere darle un vistazo?- pregunta con notable burla.

-¿Es tan retorcido como para criar a un bebé a su imagen, y no le basta con eso, sino que se burla en mi propia cara?- gruño, enrabiada- Pudrase.

-Le estoy dando la oportunidad de conocer a su primogénito, pero si no lo desea...- siento las lágrimas acumularse en mis ojos.

-¡MI HIJO MURIÓ!- grito sin poder contener mi llanto- ¡USTED LO MATÓ!.

-Señorita Fayolle, podré mandar a niños a los Juegos del Hambre sin remordimiento alguno, pero jamás mataría a un bebé, menos a un recién nacido. Es una de mis tantas leyes personales, ya al crecer se vuelven molestos, tediosos, pero...ésta edad es de paz y tranquilidad- sonríe viendo el interior de la cuna. Le miro entre lágrimas.

-Eso quiere decir que...que- mi lengua se enreda, soy incapaz de pronunciar las siguientes palabras.

-Si, señorita Fayolle. Su hijo nunca murió, sigue con vida.

UNA HISTORIA DIFERENTE.➹Peeta Mellark.Onde as histórias ganham vida. Descobre agora