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El resplandor azul, rojo y blanco me hizo entender a lo lejos que algo sucedía.

Al llegar a mi hogar, vi un tumulto de gente extraña, mezclada con vecinos, policías y enfermeros.

Una ambulancia y dos patrullas custodiaban la entrada del edificio.

Aparqué el coche y me dispuse a entrar.

Formulaba todo tipo de teorías macabras sobre lo sucedido.

Probablemente el vecino con cáncer había fallecido.

La anciana de al lado ya tenía más de ochenta, quizás se cansó de vivir en un mismo mundo tantos años y al fin descansó.

La carencia de bomberos descartaba la posibilidad de un incendio.

Mientras subía las escaleras (pues el ascensor estaba clausurado por el momento) sostenía en mi mano derecha las compras que te había hecho y en la izquierda la rosa "a prueba de fuego", que Jazrael me había entregado, luego del filosófico ensayo que monologó.

Al llegar al piso doce, todo mi escrutinio mental fue bruscamente desecho al notar que el núcleo de la estrepitosa avalancha de curiosos era mi apartamento.

Una mujer, al mirarme volteó y susurró palabras ilegibles al oído de una vecina que nunca he saludado ni tengo intenciones de saludar hoy.

Nadie me podía mantener la mirada al pasar en un andar pausado y expectante.

Al ver flashazos de una cámara, me apresuré a entrar, sustituyendo mi andar pausado y sigiloso por pasos largos y veloces hacia mi puerta.

Un oficial intentó parar mi trepidante incursión sin éxito.

Una madre que esperaba en su puerta tapó los oídos de su pequeño, cómo si en un destello de experimentada lucidez, supiera lo que se avecinaba.

Entre advertencias, agarres fallidos y empujones logré entrar al lugar, donde yacía otro grupo de personas.

Luego te vi.

SAM II©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora