—Porque es tu hermana —lo interrumpió Matt.

—Porque es mía. —Difirió él, y continuó la frase que su hermano no le permitió antes—: La he cuidado siempre y tengo intención de continuar haciéndolo el resto de mi vida.

»No estoy forzándola, y no tengo nada de qué avergonzarme ni dejaré que nadie, y mucho menos tú, me juzgue —se acercó a él y lo miró directo a los ojos; Matt sintió que lo acechaba—. Intenta dañarla contándole a nuestro padre alguna estupidez, intenta causarle más penas o dolor del que ya ha tenido gracias a esta puta situación, y voy a hacerte pedazos.

Angelo —terció Annie, desde el interior del sótano. Su voz se oía llorosa aún—. ¡Angelo! —alzó un poco más la voz, mientras golpeteaba la puerta.

El aludido miró hacia al sótano, luego, vio de frente nuevamente a su hermano, como si quisiera dejarle en claro que no era una amenaza vacía y... volvió con su hermana.

No esperó a mirar el qué hacía Matteo. Si llamaba a su padre en aquel mismo instante, si se quedaba o se marchaba.

—¡¿Por qué me encerraste aquí?! —le reprochó Annie, aún en las escaleras.

Seguía llorando y aún llevaba puesto ese camisón color carmín, que le quedaba tan grande.

—Tenía que hablar con él —intentó tranquilizarla él, acariciándola—. ¿Cómo estás?

—¡Va a decírselo a papá, Angelo!

—No lo hará —le prometió, acercándola a su pecho..., pero la verdad es que no estaba seguro de lo que Matteo haría. Intentó ocultar su temor—. No es tan estúpido.

—¡Sí lo hará! —ella se alejó lo suficiente para mirarlo a los ojos, pero aún seguía abrazada a él—. ¡¿Por qué lo golpeaste?!

Angelo frunció el ceño.

—¿Qué debía hacer, entonces? ¿Quedarme parado?... Ni siquiera lo pensé —confesó.

Anneliese sacudió la cabeza.

—Vámonos —soltó, de repente.

—¿Cómo?

—Vámonos. Cuando creías que estaba embarazada decías que tenías todo listo, ¿no? Pues vámonos ahora.

Angelo se sintió sorprendido. ¿Irse? La realidad era que, cuando él se lo propuso, creía que estaba en juego la vida de... su hijo —el hijo de ambos—; se trataba de un riesgo grande para evitar uno, muy seguramente, mayor, pero... siempre estuvo consciente a lo que se exponían. Raffaele iba a buscarlos hasta debajo del mar y, si no los encontraba él, quedaba Giovanni Petrelli...

Lo que él no le dijo a Annie, al proponérselo, era que iban a vivir ocultos por casi dos años. Le había ocultado información porque la vida de su hijo era mucho más importante y... Raffaele y Giovanni —aún si les hacían saber que no habían sido secuestrados, sino que no se habían marchado por su propia voluntad— no iban a quedarse de brazos cruzados.

Y en ese momento, pese a la gravedad del asunto —pese a la amenaza de Matt, a la incertidumbre, al temor, a la impotencia que sentía— no era lo mismo. Idearía algo. Ya se le estaban ocurriendo un montón de cosas que le cerrarían la boca a su hermano... Incluso Anneliese misma podría hacerlo y... La miró entonces y la encontró temblando, aterrada... y todos sus pensamientos se pararon ahí, congelados, casi avergonzados. Sintió una infinita tristeza por ella. Su hermana estaba llena de horror y él estaba pensando en instruirla, en hacerla memorizar una historia malévola que, primero, le presentarían a Matt y, si él insistía en hablar, la escucharía entonces Raffaele.

Ambrosía ©Where stories live. Discover now