Capítulo 61

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EXILE
(Exilio)

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—¿Qué crees que es lo que ocurría ahí? —inquirió Angelo, a su hermano, apenas cerrar la puerta del sótano.

A modo de respuesta, Matt lo empujó y, rápidamente, anticipándose a un nuevo ataque de su parte, lo golpeó en la cara con el puño. Angelo chocó contra el muro y Matteo lo cogió por la camisa, preparándose para darle otro golpe, pero éste jamás llegó, pues se dio cuenta de que él, su hermano menor, no estaba defendiéndose. Lo soltó y dio un par de pasos hacia atrás.

—¿Fue todo? —preguntó Angelo, moviendo la mandíbula ligeramente, hacia la izquierda (mejilla que Matt le había golpeado)—. ¿Podemos hablar ya?

Matteo torció un gesto de asco.

—Tú y yo no tenemos nada de qué hablar; mejor piensa en qué le dirás a papá.

—¿Por qué a él?

El mayor torció un gesto.

—¿Por qué a él? —insistió Angelo—. Se lo dices todo a mamá, pero ¿esto se lo vas a contar a él? ¿Por qué?

Matteo sonrió, cansado, como si él hubiese dicho algo realmente estúpido.

—¿Qué crees que es lo que ocurría en el sótano? —insistió el menor—. ¿Crees que la forzaba? —ya no tenía caso negar nada.

—Creo que eres un bastardo —a Matt le dolía el estómago—. Siempre lo he creído, pero no tenía idea de cuánto.

No fueron palabras vacías; algunas veces, su hermano le parecía tan... distante, tan seco —... recordaba bien su reacción, al leer la carta que les había dejado la madre de ambos, ésa donde les decía que se iba, que los dejaba—, siempre tan frío, tan imperturbable y apático —él nunca quería nada y aceptaba las cosas luego de pensarlas un rato—, se preguntaba si realmente había algo en él —alguna pasión, algún anhelo... alguna emoción—. Si él sentía algo, además de hastío, por los otros. A su familia parecía tolerarla, sí —a veces, cuando pasaban el rato todos juntos (Ettore, Lorenzo, Raimondo y él), cuando salían los fines de semana... a él parecían haberlo arrastrado siempre; participaba escuchando, pero hablaba poco y, cuando lo hacía, era todo sarcasmo— mas no sabía qué pensaba realmente —era distante con su madre y respetuoso con su padre, pero... ¿lo quería? Era considerado con él, y le daba gusto la mayor parte del tiempo, pero ¿acaso Raffaele no se desvivía por su hijo? ¿No podría traducirse su comportamiento como reciprocidad?—. Matteo no estaba ni siquiera seguro de agradarle a su propio hermano y... ¿si aun así él lo quería? Era su hermanito: él no sólo lo quería... pero sabía bien que era un cabrón. En cambio, Annie... ¡su preciosa muñequita!

—¿Por qué lo soy? —preguntó el menor—. ¿Porque ella es mi hermana? —se mofó. Su tono revelaba cansancio.

—¡¿No lo es?! —explotó el mayor, y se acercó ligeramente a él.

—No la forzaba. Nunca lo he hecho.

—¿Cómo le llamas tú a eso? ¡Es tu hermana! —se golpeteó una sien con dos dedos.

—Mi amada —lo corrigió.

—¡Tu hermana!

—Mi hermana —aceptó—. Mi hermana, mi amante, mi amada, ¡mi todo!

—¡Es una niña!

—No —Angelo sacudió la cabeza—; no tiene trece —le insinuó. Matteo apretó los labios—. Y yo nunca me he aprovechado de ella de ninguna manera. No he hecho otra cosa que cuidarla mi vida entera.

Ambrosía ©Where stories live. Discover now