Al llegar a la entrada de la urbanización enseñé la tarjeta de residente al guardia de seguridad que había en la puerta y por fin salí. Con un dedo encendí la radio.

I said, drink for me, drink for me. When I was so thristy, pour on a symphony. —Murmuraba mientras tomaba la carretera para llegar al centro de la ciudad que se veía a lo lejos.

La luz azul del skyline de Toronto te avisaba de que habías llegado, que estabas allí, en una ciudad que crecía y avanzaba, pero que no olvidaba sus orígenes. No era como una de esas ciudades americanas totalmente civilizadas, en la que la gente iba con prisa a todas partes, se estresaban y todo era humo y contaminación. Aquí no. A pesar de tener rascacielos y un centro ejecutivo, la gente usa el transporte público para no contaminar, los coches son eléctricos, hay bicicletas de uso público que todo el mundo usa e incluso hay gente que tiene la suya propia.

Aparqué en el parking que había detrás del edificio en el que estaba la cafetería, cogí la mochila y me encaminé calle abajo. Algunas personas salían del local con sus vasos de café en la mano, charlando entre sí y riendo. A veces me gustaría tener algo más de clientela, no pasar toda la noche sola atendiendo a un par de borrachos que entraban buscando el vaso y una taza de café y... A Lauren.

—He dejado el lavaplatos puesto. Sólo tienes que darle a este botón, esperar media hora y ya está, luego lo abres y colocas los platos. —La otra camarera se quitaba el delantal en la parte trasera de la tienda, aireándose un poco el pelo. Se llamaba Cheryl, era alta, con ojos azules y labios carnosos, siempre con una sonrisa en los labios. Al parecer era modelo, pero durante la semana trabajaba en la cafetería para pagarse el apartamento en el centro de Toronto.

—Está bien. Ya me las apañaré. —Sonreí mientras me colocaba el delantal y ella se colgó el bolso en el hombro caminando fuera de la parte trasera. Sus piernas eran largas y finas, con la piel tostada y brillante.

—Y me debes una, ¿lo sabes no? —Me señaló dándose la vuelta con el ceño fruncido. —Te he cubierto una hora entera.

—Me has salvado el culo, lo sé. —Murmuré poniéndome detrás del mostrador.

En ese momento Lauren abrió la puerta y se quedó mirando a Cheryl casi sin pestañear.

—Bueno, te dejo cielo, tienes clientes. —Giró sobre sus talones y caminó hacia la salida sonriéndole a Lauren. —Pasa buena noche.

Al salir por la puerta Lauren se giró mirando por donde había salido. Parecía estar embobada.

—Guapa, ¿verdad? —Me miró con la boca abierta sin saber muy bien qué responder. —Sí, la mayoría no somos como ella. Es... Perfecta. —Lauren se acercó al mostrador sin decir nada, acomodándose la tira de la mochila al hombro. —¿Lo de siempre, corazón? —Asintió en silencio, parecía enmudecida pero yo no dije nada.

Le preparé su café, como siempre, puse su nombre y ella me dio aquél dólar. Luego se sentó en la mesa y escribió en total silencio.

Puse el lavaplatos como Cheryl me indicó y abrí el libro de bioestadística encima de la mesa. Tenía demasiado que estudiar para el día siguiente y muy poco tiempo; aquello sí que me estresaba y no una cafetería llena de gente.

No sé cuánto tiempo estuve estudiando, si una hora o cuarenta y cinco minutos, pero en cuanto levanté la cabeza me acordé del maldito lavaplatos.

—Dios mío. —Susurré dándome la vuelta para correr a la parte trasera de la tienda, y el agua salía por los bordes de la puerta. —¿¡Y ahora qué hago!? —Me acerqué al lavaplatos e intenté abrirlo, pero estaba ardiendo por todo el calor al que estaba siendo expuesto. —El botón, ¡el botón! —Entre los nervios y las prisas, presioné el botón con dos dedos tan fuerte que se quedó encajado dentro. —Oh, no, no... ¡No!

—¿Necesitas ayuda? —La voz de Lauren me sorprendió y di un pequeño salto asintiendo.

Lauren entró y yo me hice a un lado, ella se remangó la camisa y se acercó al lavaplatos. Dejó pulsado el botón unos segundos y cuando retiró el dedo, el botón salió y el lavaplatos dejó de funcionar.

—Mmh... Vaya, qué... Inútil soy. —Me reí un poco frotándome el brazo, y Lauren se quedó mirándome con el ceño fruncido.

—No eres inútil, si nunca has tocado un lavavajillas es normal.

—Ya... Por estas cosas estoy trabajando. —Lauren miró el reloj que tenía en la muñeca y suspiró, echando la cabeza hacia atrás.

—¿Qué pasa? Si puedo saberlo... —El móvil comenzó a vibrar en el bolsillo de mi pantalón y rápidamente me llevé la mano a este. —Mmh... —Desbloqueé la pantalla suspirando. Steven.

—Creo que ya no importa. En fin, nos vemos mañana, supongo. —Se dio la vuelta y se fue.

*

Lauren's POV

Había vuelto a perder el metro, genial. Y todo por ayudar a aquella chica... ¿Camila? A apagar el estúpido y maldito lavavajillas. Dios, ¿cómo volvería a casa? Lo único que pude hacer fue coger mi mochila y encaminarme por las calles de la ciudad mirando por cualquier esquina.

Era estresante, era terrible y era humillante ir con miedo sola por la calle. Era horrible tener miedo por cualquier persona que caminaba por allí, incluso si era un chico de 16 años yo me aterraba. Empezaba a andar más rápido e incluso me escondía en cualquier portal. ¿Por qué debía estar asustada? ¿Por qué debía salir corriendo si veía a un hombre que aún no había hecho nada y que sólo había dado tres pasos al salir de un callejón? Quizás porque las mujeres sólo éramos un cebo para aquella sociedad patriarcal, quizás las mujeres sólo éramos un juguete para quienes en realidad mandaban en el mundo, que eran los hombres. Y odiaba sentirme así, odiaba sentir que podían violarme y hacerme daño de camino a casa y que aún así nadie me daría la razón y además todos preguntarían: ¿pero qué ropa llevabas puesta? ¿Le dijiste que no? Una violación es por definición mantener relaciones sexuales sin el consentimiento de otra, ¿cómo voy a decir que sí? La sociedad nos maniataba y dejaban que los hombres hicieran lo que quisiesen con nosotras, porque a pesar de que los tiempos habían cambiado esa sensación, esa mentalidad seguía siendo la misma; las mujeres oprimidas y todas para nosotras.

Después de media hora de camino, llegué a casa. De fondo, el llanto de mi hermana a la que nadie atendía. Dejé la mochila en el sofá y corrí hasta su habitación encendiendo la luz.

—Hey, Rachie, estoy aquí. —La cogí en brazos dándole un beso en el pelo. Era como un bebé, ella sólo quería estar en mis brazos y jugar conmigo todo el día.

—A pí. —Decía con la respiración agitada, apretando sus manitas en mi camiseta.

—¿Quieres dormir conmigo? —Asintió levemente y en la cama que había en la habitación me tumbé con ella sobre mi pecho, acariciándole el pelo. Le puse el chupete, y Rachel desapareció; estaba profundamente dormida.

*

—A píiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii. —Noté las manitas sobre mi cara apretándome la nariz, y luego las babas en mi mejilla. Me encantaba despertarme así, con el más que probable arañazo en la nariz.

—¿Ya te has despertado? ¿Mmh? —Me levanté con ella en el regazo, enjugándome los ojos para poder ver un poco mejor y bostecé, dándole un besito en la mejilla. —Te quiero mucho, Rach. ¿Tú me quieres a mí?

—Ti. —Sonreí levantándome de la cama llevándola en brazos hasta la cocina, sentándola en la trona.

Abrí los armarios y no había nada, prácticamente nada. Un limón, una botella de agua, arroz, un bote de tomate, un tarro de azúcar, otro de sal y nada más. Me froté la cara con las manos y miré a la pequeña que miraba al techo de la cocina.

—Mira, ¿te gusta esto? —Puse el tarro de azúcar delante de ella y metí un dedo en el azúcar para luego acercarlo a su boca. —No me muerdas, ¿eh? —Sonreí observando cómo Rachel chupaba la punta de mi dedo, y cuando se acabó hundió su manita entera llevándosela a la boca. —Eso es. —Sonreí algo triste.

Mi padre se había ido, y yo no sabía por cuánto tiempo. A veces desaparecía durante días, y era entonces cuando tenía que llevar a Rachel a casa de mi vecino.

blue nighttimes; camrenWhere stories live. Discover now