Capítulo 58

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COME UN INGRANAGGIO
(Como un engranaje)

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—¿Cómo le hiciste para terminar el libro tan rápido? —preguntó Nicolas Mazet, a Anneliese.

La rubia, quien miraba a su prima acercarse al área de cajas para pedir el cambio de su té —ella había pedio uno de rosas y le sirvieron uno de azares—, se centró en el francés.

Se encontraban en una cafetería; no pasaban de las siete de la noche.

—Pues —Annie sacó el libro de su bolso y se lo tendió, intentado devolvérselo—... es muy bueno. No podía soltarlo.

—Y, ¿qué te pareció? —preguntó él, mirándola a los ojos y sonriendo ligeramente, sin mostrar intenciones de cogerlo.

Una vez más, Anneliese recorrió su rostro con la mirada —ciertamente, él era muy atractivo—, preguntándose si era verdad lo que había dicho Laura sobre él. ¿Realmente había estado en un psiquiátrico? Era tan guapo y lucía tan radiante, tan... sincero. ¿Realmente estaba regalándole las cosas de su hermana?

—¿Es autobiográfico? —se escuchó preguntar, bajito.

Nicolas asintió, complacido de su deducción:

—Así es. ¿Notaste la manera en que está narrado? Cuenta las cosas más de una vez.

—Sí —aceptó ella—; como sucedió, cómo percibió entonces y luego ya siendo adulta.

—Ajá —él la animó a continuar.

—Ahm... —ella no sabía qué más decir. Era la primera vez que, luego de leer un libro que le había fascinado, no tenía mil cosas que decir sobre él—. La historia es muy... fuerte.

—Y el libro muy viejo —terció Jessica, reuniéndose con ellos en la mesa—. No tenía idea de que te gustaban ese tipo de lecturas. ¿De dónde lo sacaste? —preguntó, sin más, con naturalidad y sin mirarlo, como si le restara importancia al asunto.

Pero... Nicolas sí estudió a la ilustradora por un segundo, como si estuviera interpretando sus palabras y, con calma y sinceridad, le dijo:

—Era de mi hermana —y esperó un momento, como si estuviese evaluando algo y, finalmente, decidió—: pero, eso ya lo sabías, ¿no?

Anneliese se sintió avergonzada, y más lo estuvo cuando Jessica asintió, aceptándolo.

—¿También sabes que estuve internado? —siguió él, con tranquilidad y para total asombro de la rubia.

¿No era algo que él estuviese ocultando?

A modo de respuesta, Jessica se encogió de hombros:

—Eso escuché —le confesó; hablaban bajo—. ¿Es cierto?

Él esperó una vez más y asintió, despacio.

—Fue difícil —aceptó.

—Lo imagino —se chupó los labios—. Y lo siento.

—Gracias —aceptó él, se aclaró la garganta se acarició la nuca, luego sonrió, como si quisiera cambiar de tema y, sin embargo, lo que dijo fue—: ¿quieren ver fotos suyas?

—Sí —se alegró Jess.

Mientras Nicolas buscaba en su teléfono, lo llamó una chica de cajas para que recogiera su café y el de Anneliese.

—De aquí comienza —le entregó a Jessica su teléfono y se puso de pie.

Y al ver la primera foto de Nicole... las primas se quedaron mudas: ella había sido una chica rubia, de ojos color verde esmeralda, aún más claros que los del muchacho... Y se parecía a Annie; ambas tenían el rostro como una figura de porcelana, los ojos grandes, los cabellos rizados —aunque los de Nicole tenían apenas ondulaciones y los de Annie eran todos bucles—.

Ambrosía ©Where stories live. Discover now