Capítulo 29: "-Bienvenido a Tennessee, idiota"

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Capítulo 29

"-Bienvenido a Tennessee, idiota"

Gael

Me detengo frente a mi escritorio, apoyo mis manos en el borde de este y lo aprieto con fuerza tratando de aliviar la rabia que inunda cada partícula de mi cuerpo. No estoy enojado.

¡Estoy furioso!

Mi respiración es irregular, mis manos no dejan de temblar, mi corazón martillea con fuerza en mi pecho, por la ansiedad de querer hacer daño a algo... o alguien.

Levanto la cabeza y sonrío.

—Estás en mi territorio, cretino —digo en voz alta.

Observo los trofeos que hay sobre mi escritorio, algunos son de los campeonatos que hemos ganado con el equipo, otros son de los torneos de karate que había ganado cuando era un niñato.

Mi padre siempre me dijo que no era bueno golpear a mis compañeros del preescolar para descargar mi ira, por eso se había empeñado en hacerme entrar a esos estúpidos torneos de karate; aún recordaba el último al que había participado; fue a la edad de 14 años, y había golpeado tanto a mi oponente, que fui expulsado de la academia.

Tomo uno en mi mano, lo aprieto con fuerza y luego simplemente lo mando al otro lado de mi habitación, dando un grito ahogado. El trofeo impacta con la ventana, haciéndola trizas. Me vuelvo hacia el escritorio y tomo el segundo; solo quiero hacerle daño a algo.

Después de dejar a Frankie en su casa, había vuelto al club, pero, ¿Cómo iba a encontrar a alguien que no conozco? Era como buscar una aguja en un pajar.

Sostengo el trofeo en mi mano y lo lanzo hacia el espejo de la cómoda que decora mi habitación; cuando estoy a punto de lanzar el tercero, la puerta se abre y Caleb se interpone en mi camino.

Esconde sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón, le da una rápida ojeada a mi habitación y avanza hacia mí con esa jodida paz que siempre lo caracteriza.

—¿Qué pasa? ¿Ya has peleado con Fanny? —me pregunta, tomando el trofeo que cuelga de mi mano.

—Que seas mi mellizo no quiere decir que tienes el derecho de meterte en mi vida —refunfuño, apretando los dientes.

Mis hombros suben y bajan en una rápida respiración. Los oscuros ojos de Caleb me miran fijamente, levanta una ceja y niega con la cabeza antes de retroceder hasta los restos del espejo que yacen en el piso alfombrado. Inclina su cuerpo y recoge un trozo de vidrio entre sus dedos, lo observa por varios segundos antes de regresar su mirada en mi dirección.

—Y el que seas un idiota, no quiere decir que tienes el derecho de destruir el mobiliario de la casa de tus padres —me exhorta. Su ceño se frunce y devuelve el vidrio al piso.

Suelto una risa sarcástica y le doy la espalda. Abro la gaveta del escritorio y saco la cajetilla de cigarros que mantengo escondida. Llevo uno a mis labios y lo enciendo, doy una larga calada y suelto el humo por mi boca.

—¿Estás fumando?

Me giro, sosteniendo el cigarro entre mis dientes, levanto las cejas y niego con la cabeza.

—Esto que vez aquí —le digo señalando el cigarro—. Es una metáfora.

—Te estás matando, Gael; ¿Qué ganas con destruir tu cuerpo con esa maldita cosa?

—Ve a sermonear a alguien que verdaderamente le importe, hermano —me saco la camisa y la tiro a un lado.

Me tiro en la cama de espaldas y me concentro en lo blanco del techo; entrecierro los ojos viendo ese color que ni siquiera puede llamarse color, no es nada, es simplemente un tono neutro, pero que por alguna razón me transmite una cierta tranquilidad. Cierro los ojos, imaginando las mil y una de posibilidades de cómo hacer pagar a Aaron todo el daño que le causó a mi chica. Sentía un fuerte dolor en el pecho al haber visto las marcas que tenía en sus muñecas; ¿Cómo alguien como ella pudo ser capaz de enamorarse de un imbécil como ese? ¿Lograría obtener algún día un poco de ese amor que ella le tuvo a él?

No te enamores de Gael Green © [S.U.D.C #2] ❌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora