Capítulo 5

49.3K 3.8K 313
                                    

NATHALIA

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

NATHALIA

—¡¿Qué demonios me hacen?! —grito.

Me hallo cayendo en un profundo abismo en donde la luz carece, y en el cual mis ojos no parecen tener protagonismo. La caída parece no tener fin. El corazón me late aceleradamente, y siento que en cualquier momento mi alma saldrá de mi frágil cuerpo, abandonándome en la nada.

—Chienne! —Escucho a lo lejos de ese pozo sin fondo, la voz de mi amigo Johnvid.

Me hace despertar de sopetón, tomando todo el aire que me es posible.

Ahí está él, sentado frente a mí.

Miro a mí alrededor y me percato de que me encuentro en una habitación. La cabeza me martilla de manera fuerte y siento que no podré con ello. Estoy sumergida en una profunda fosa de confusión; de una manera que me parece aterradora. Recorro la habitación con los ojos y luego pongo mi vista sobre el rostro confuso y preocupado de mi amigo. ¿Cómo he llegado aquí? No lo entiendo.

—¿Qué te sucede? —Cuestiona Vid al ver mi rostro de espanto.

Él me contempla con el ceño fruncido.

—¿Cómo? —trago saliva tratando de comprenderme a mí misma—. ¿Cómo llegué aquí?

—Llegaste en la madrugada —Explica.

—Pero... —Me quedo pensando unos segundos, y me llevo la mano a la boca—. No recuerdo como llegué hasta aquí —Lo observo fijamente a los ojos.

Las imágenes del autobús a oscuras, yo atrapada allí, las voces en el techo y las siluetas que aparecieron de la nada, inundan mi cabeza como si fuera una película puesta en reproducción rápida.

—¿Estaba sola cuando llegué? —Cuestiono.

—Absolutamente, ¿deberías haber venido acompañada? —Me está mirando como si fuera una maldita loca.

Su gesto me dice que está tratando de entender que me ocurre, pero ni siquiera yo misma puedo hacerlo. ¿Cómo es posible que haya llegado sola hasta aquí? Teniendo en cuenta que una de mis piernas no se encuentra en su máxima condición, apenas me deja avanzar unos cuántos pasos y todo gracias a las muletas; de repente las recuerdo y las busco por toda la habitación.

—¿Dónde están mis muletas?

—No las traías —Ahí está su mirada otra vez.

Llevo una mano hacia mi frente, siento la desesperación subirme cuál reflujo estomacal. Estrujo mis ojos con brutalidad, tratando de deducir que está pasando conmigo. La ansiedad quiere consumirme, mi pecho me suplica que saque mi angustia, pero respiro profundamente para controlarla.

—¿Qué sucede contigo, Nat? Anoche parecías algo fuera de sí —agrega al ver que no respondo su pregunta—. ¿Te pasó algo durante el viaje? —Su cejo se vuelve a fruncir—. Cuando me colgaste tome el tiempo que te demorarías en llegar y no fue una hora exactamente, ¿por qué te retrasaste?

Daron, un ángel para Nathalia © [Libro 1]✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora