Ningún ser humano común y corriente pasa por esta clase de situaciones, pero como se trata de mí, no se puede esperar nada más.

Me desplazo por el autobús, devuelta a mi asiento y saco el celular de mi bolsillo.

Debatiendo contra mi propio orgullo, que me tiene acorralada entre la espada y la pared. Me quedo observando la pantalla del aparato, al ver que no enciende, está completamente apagado y niego con la cabeza.

—Porquería.

Me acomodo para poder dormir en el incómodo asiento. Pasaré la noche aquí, hasta que alguien aparezca. Cierro los ojos dispuesta a dormir, afuera solo se escucha el placentero sonido de la lluvia cayendo, mientras me remuevo incómoda en el asiento. Dormir aquí es imposible, sobre todo por el frío.

¿Cómo he logrado dormirme antes?

Tomo una respiración profunda y vuelvo a abrir los ojos en medio de la penumbra, el recuerdo de mi padre abofeteándome y su rostro de arrepentimiento me baten la cabeza.

De pronto, esos recuerdos son interrumpidos por un golpe brusco en el techo del vehículo, mi cuerpo sobresalta en el asiento, y el autobús se sacude de un lado al otro. Siento que va a darse vuelta, pero no.

Algo ha caído de golpe; algo muy pesado.

—Hacer tratos no es tan malo como crees, amigo mío.

Escucho una voz masculina encima de mí, y alzo la vista hacia el techo oscuro del autobús. La lluvia no deja que mis oídos enfoquen bien lo que articula la voz, y trato de poner toda mi atención, mientras el gesto en mi rostro se contrae.

—Que buena decisión has tomado —Otra voz se le une y puedo notar la ironía en ella—. ¿Para qué demonios me has traído aquí? Hace tiempo que desapareciste, ¿por qué vuelves ahora?

—Para que recuperes tus alas, tal como lo hice yo.

—¿Mis alas? —Cuestiona la segunda voz y luego ríe.

¿Sus alas? Repite mi mente con confusión.

—No me interesa recuperar mis alas. Dejaron de estar hace demasiado tiempo y así se van a quedar.

—Las mías también se habían ido, ¿lo olvidaste? Pero las he recuperado. No seas así, te servirán en algún momento.

—No son tus alas, es solo un chantaje de los demonios para convertirte en uno más.

Mi ceño se frunce al escuchar semejante charla.

¿Qué carajos?

¿Qué hacen dos personas hablando de alas sobre el techo de un autobús?

¿A qué se refieren con eso de demonios?

—Espera... —murmuro—. ¿Demonios? —vuelvo a decir en el mismo tono—. ¿Serán palomas?

Las palomas son cosas del demonio.

Mi boca se abre levemente ante la confusión y sorpresa, me estoy volviendo loca o tal vez estoy soñando que dos palomas poseídas entablan un diálogo. Solo hay una manera de comprobarlo; pellizco mi antebrazo, un grito ahogado sale de mi boca y uno de mis pies patea una de las muletas involuntariamente, dejándolas caer sobre el suelo. Inmediatamente me cubro con la mano.

—Guarda silencio.

—Hay alguien aquí.

Las voces han cesado y en vez de escucharlas como lo haría una persona común y corriente, ahora las escucho dentro de mi mente, como si me susurraran demasiado cerca del oído. Sacudo la cabeza a modo de negación, que clase de ridiculez estoy diciendo.

Daron, un ángel para Nathalia © [Libro 1]✔Where stories live. Discover now