Capítulo 4

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NATHALIA

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NATHALIA

Escucho el motor de un vehículo acercándose, volteo mi cabeza para ver hacia atrás, y percatarme de que es el autobús. Intento apresurarme en avanzar, sin embargo, me es casi imposible moverme tan rápido como desearía, para llegar a la parada antes que él. Entre maldiciones vuelvo a dejar la maleta en el suelo y levanto una de mis muletas, agitándola en el aire para hacerle una señal al conductor para que se detenga; el chófer parece apiadarse de mí, porque estaciona el autobús unos cuantos metros antes de la parada, y muy amablemente se toma la molestia de abandonar su asiento, para ayudarme a subir.

Johnvid no vive muy lejos, tomando en cuenta la distancia en la que se encuentra Dijon, capital de Borgoña. El viaje hasta allá toma aproximadamente una hora y un par de minutos. Vid aceptó estudiar en la universidad de Borgoña, solo por mí, y el esfuerzo de hacer viajes diarios de una hora todos los días, es algo digno de admirar, no cualquiera lo haría. Ahora que lo pienso mejor, siento que es de muy mal gusto de mi parte haber decidido dejar de asistir a ella por mis simples caprichos, cuando él hace un enorme sacrificio para que compartamos más tiempo juntos. Estoy olvidándome de eso como si nada, como si no importara su sacrificio y sí mis estúpidos caprichos.

Debo pensarlo mejor, si retomo las clases no se me hará complicado integrarme, solo he dejado de asistir a ellas una semana, pero el problema no es reintegrarme, sino ver como la sustentaría, porque no dejaré que mi padre cargue con ello.

El tiempo pasa más rápido de lo previsto.

¿Cuándo una hora dejó de ser una eternidad?

Ni siquiera me percaté en qué momento dejé de mirar por la ventana, y mis ojos se cerraron; lo hago cuando me despierto entre el río de baba que siento sobre mi mano, la comisura de mis labios y parte de mi barbilla. El dolor en mi cuello es insoportable y cuando me enderezo inmediatamente me quejo, termino de abrir mis ojos por completo y es ahí cuando logro percatarme de que el autobús se encuentra en la estación, detenido.

¿Tanto he dormido?

No puede ser posible.

Me remuevo en mi asiento, mirando en todas las direcciones posibles dentro del oscuro espacio. No encontrar a nadie más aparte de mí, inmediatamente me pone nerviosa. Observo hacia afuera a través de los empañados vidrios. Johnvid me ha contado que el clima en Dijon es muy lluvioso y cambiante, por lo que puedo ver en el exterior, la ligera llovizna que hay. Tomo mis muletas y me pongo de pie, apoyándome sobre ellas, camino hacia la puerta del autobús e intento abrirla, pero no puedo; está cerrada. No puedo tener más suerte.

—¡Maldición! —Exclamo en medio de la penumbra y un fuerte trueno resuena sobre el techo del vehículo.

Me estremezco en cuanto la lluvia parece hacerse más fuerte en cuestión de segundos, golpeando abruptamente el techo de acero.

¿Qué voy a hacer?

¿Pasar la noche aquí hasta que amanezca y alguien venga a mi rescate?

¿O llamar a Vid y pasar la peor humillación de mi vida?

Daron, un ángel para Nathalia © [Libro 1]✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora