La olla

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—Necesito que me hagas un favor.

—Dime.

Tauro llamó a Piscis un segundo. El chico de agua estaba apresurado, puesto que debía ir a buscar algo que había encargado a una tienda en el centro. Como Tauro se veía un tanto apresurado por hablarle, decidió darse unos segundos para escucharlo.

—Oí que ibas a salir ahora —aseguró el chico de tierra, rascándose la nuca.

—Pues, sí. Voy al centro.

—Es que... hace unos días se me rompió una olla, y necesito una urgente. ¿Podrías...?

—¿...comprarte una nueva? Claro -—o interrumpió, regalándole una sonrisa. Él no tenía ningún problema.

—Gracias, amigo —le sonrió de vuelta. Se despidió con un ademán, y corrió de vuelta a su piso.

Piscis en cambio, salió del recinto. Se colocó sus audífonos, puesto que el viaje sería largo. Caminó relajado a la parada de buses, ignorando que era la primera vez que salía solo a un lugar tan lejos de casa.

Se bajó en la estación de metro. El trayecto duraba alrededor de una hora usando uno de los transportes más rápidos como lo son el metro. Piscis buscó asiento. Era temprano, y por alguna extraña razón el transporte estaba siendo poco frecuentado.

Subió el volumen de su móvil, buscando la manera de disfrutar lo que oía al máximo. Recién en ese instante, se percató de la situación.

Era la primera vez que salía solo. Lo asaltó la duda. ¿Qué tan probable era que lo asaltaran en plena calle? ¿Cómo estaban planteadas las posibilidades?

Y después recordó el por qué iba a ese lugar. Luego de dos meses de espera, por fin podría tener sus lentes de contacto blancos. Su preocupación quedó ahogada en mares de nervios y ansiedades.

Miró la hora en su celular. Sólo habían pasado unos minutos: todavía quedaba mucho viaje.

El sueño lo invadió poco a poco.

~o~

Despertó justo una parada antes de su destino. ¿Cómo era eso posible? Eso nunca pasa.

Se talló los ojos con sueño, mientras una pizca de vergüenza le lavaba el cerebro. Nunca estuvo entre sus planes haberse quedado dormido. Buscó cómo despabilarse, pero cuando menos lo notó, ya estaba en su destino y él se había alejado del andén.

Sus pasos apresurados eran involuntarios. Moría por conseguir su encargo, y la emoción era quien lo llevaba. Salió de la estación en poco tiempo, y comenzó a correr.

—¡Aquí...! —se dijo para sí mismo, exhausto, frente a la tienda a la que debía de llegar. Se acercó al mostrador.

—Disculpe, ¿Hay algo en que pueda ayudarlo? —el hombre del mostrador se veía como un trabajador corriente.

—Vengo a retirar un encargo que hice hace un tiempo.

—Oh, un momento —el hombre sacó una pequeña libreta de su bolsillo— ¿Su nombre?

—Ricardo —murmuró.

—Perfecto, aquí está —el hombre señaló un punto especifico de la libreta para sí mismo— usted encargó unos lentes de contacto blancos... y ya los tiene pagado, ok. —caminó a una estantería y sacó una pequeña caja marrón. Se volvió a dirigir a Piscis, y se la extendió— Tome.

—Muchas gracias  —el chico le regaló una sonrisa, y recibió una de vuelta. Tomó la caja, y salió de la tienda casi brincando de la emoción.

Microhistorias del Zodiaco (CANCELADA)Where stories live. Discover now