—¿Qué va a pasar con la universidad? —Pregunta finalmente.

Eso seguro le preocupa más que la idea de que me vaya de la casa.

—No volveré, así que no te preocupes, no me tendrás más de carga —Él no levanta la mirada.

Me doy media vuelta para volver a mi habitación y me detengo al escucharlo.

—¿Por qué no te quedas?

—Porque ya no soy feliz aquí —volteo a mirarlo y sus ojos marrones me miran fijamente.

Me siento lo peor de este mundo, cuando me doy cuenta de que debo estar aplastando su corazón con una enorme roca. El brillo de la tristeza que veo en sus ojos, me lo hacen saber.

—A veces me he llegado a cuestionar que es lo que he hecho mal, Nathalia —suelta un suspiro—. Porque realmente me he esforzado para darte todo, para que seas feliz, es lo único que podré dejarte cuando muera —Mis ojos lo observan y mi cuerpo se queda quieto.

Si me muevo, me quebraré, lo sé.

¿Por qué me comporto como una estúpida?

¿Por qué dejo que mis impulsos predominen en mí?

Las inmensas ganas de llorar me invaden, pero no dejo que ninguna lágrima salga de mis ojos. Claro que él no ha hecho nada mal, lo ha sido todo para mí y hasta el más ciego se da cuenta de eso.

—No te preocupes por mí, estaré bien.

—¿Qué no me preocupe? —Una risa irónica sale de su interior, hace una breve pausa, como si meditara sus siguientes palabras—. ¿Qué pasa con todo el dinero que he gastado en ti y en el que debo terminar de pagar? ¿En todo el tiempo que he dedicado para cuidarte? ¿En el tiempo que has perdido?

Esta es la parte que odio de él y es por ello por lo que mis palabras altaneras, salen disparadas de mi boca sin siquiera detenerme a pensar en ellas.

—Yo no te pedí que lo hicieras.

—Típica respuesta de una persona inmadura y que no piensa. ¿Qué harás sin trabajo? ¿Dónde te irás a vivir? —Hace una pausa—. ¿Con el imbécil que tienes por amigo? —continúa.

Me molesta de una manera inexplicable, su tono es despectivo.

—No tienes ningún derecho de tratar a Johnvid de esa manera, papá, él no te ha hecho nada —Sus ojos me miran fijamente.

—De una vez te digo que no te irás a ningún lado —Se levanta de su asiento y camina con la taza en mano hacia el lavaplatos.

—Lo siento mucho —digo—. Pero me iré lo quieras o no —Él no se molesta en voltear a verme, así que me doy la vuelta y camino en dirección hacia mi habitación.
Apenas puedo hacerlo bien, la herida en la pierna aún me duele y no me permite moverme con la facilidad y libertad que deseo en estos momentos. Es por ello que el médico se ha encargado de darme muletas hasta que me recupere del todo.

Cuando llego a la habitación, tiro las muletas en la cama y tomo la maleta que he dejado encima de esta, antes de que saliera a comunicarle a mi padre mi decisión. Tiro unos cuantos trapos y cosas personales en ella. No sé a dónde me llevará mi maldito impulso, pero de algo estoy segura y es que le pediré ayuda a Vid.

Cierro la maleta y luego tomo mis muletas, las acomodo debajo de mis brazos y tomo la pequeña valija. Al dirigirme a la puerta de la habitación, mi padre yace de pie bajo el marco de esta, impidiéndome el paso. Sabe que estoy siendo irracional e inmadura, hasta yo me doy cuenta de ello. No lo hago para fastidiar su existencia o para hacerle daño, lo hago porque realmente siento que necesito salir de aquí. Nuestra relación de padre e hija se ha complicado desde que mamá decidió largarse.

—No vas a ir a ningún lado, Nathalia, ya te lo dije.

—Soy mayor de edad, puedo tomar decisiones por mi propia cuenta.

—Atrévete a salir y me conocerás.

No puedo creer que haga esto, ¿amenazarme? Esto es lo último.

—Siento mucho ser como la perra de mi madre.

Su mano choca contra mi mejilla y rápidamente siento el ardor quemarme la piel, sus ojos permanecen fijos en los míos y mis fosas nasales se dilatan.

No le quito la mirada de encima y él solo me observa con el arrepentimiento en sus ojos, pero no dice nada y yo tampoco. Se hace a un lado para darme paso y salgo de la habitación ignorándolo y sin rumbo alguno. Cojeando con la maleta en mano. Él me sigue hasta la puerta de entrada y solo me giro por un breve lapso de tiempo para observarlo por última vez.

Nunca me había levantado la mano, ni siquiera cuando me castigaba o se disgustaba conmigo, y ahora lo ha hecho sin decir nada. Siento ganas de llorar, no por el dolor que en mi mejilla late, sino por haber sido abofeteada por él. Eso me duele más que sus palabras.

A unas cuantas cuadras, lo suficientemente lejos de la casa, me detengo dejando la pequeña maleta en el suelo. El llanto que llevo acumulado se escapa en un ahogado sollozo doloroso, cubro mi boca para no llamar la atención y me dejo sucumbir ante el dolor. Las lágrimas ruedan por mis mejillas, como si no hubiera fin y cuando logro calmarme, sorbo mi nariz.

Saco mi celular y le marco a Vid.

Johnvid es la única persona que puede socorrerme en estos momentos, sé que no me dejará en la calle.

—Hola —digo al instante en que escucho su voz.

—¿Ocurre algo, Chienne? —Su tono es preocupado y no puedo evitar sonreír en medio de la tristeza.

Siempre se ha preocupado demasiado por mí, como si fuera de mi propia familia, por eso nunca he comprendido por qué mi padre lo aborrece tanto y desconfía de él, cuando debería de agradecerle el ser como es conmigo; muchos padres estarían agradecidos de que sus hijos tuvieran amigos como Johnvid.

—Necesito que me des alojo en tu casa hoy.

—¿En mi casa? —Suena sorprendido—. ¿Hoy? ¿Eso por qué?

—Decidí irme de la mía, no soporto más al humanoide que tengo por padre —Bromeo, pero en mis palabras hay un ápice de tristeza.

—Chienne... —murmura—. Sabes que eres bienvenida en mi casa, por todo el tiempo que necesites. Pero ¿estás segura?

—Gracias, Vid, estoy completamente segura.

—Iré a buscarte enseguida —Se ofrece sin dudar.

—No es necesario, tomaré el autobús, nos vemos allá.

—Ya está oscuro, no quiero que vuelva a pasarte algo similar a lo del otro día —dice refiriéndose al incidente de hace una semana.

—Solo mándame la dirección por mensaje de texto y llegaré en una pieza —insisto—. Te lo prometo.

Lo escucho exhalar.

—Está bien —Acepta finalmente.

—Nos vemos en unas horas.

—Cuídate, por favor.

—Lo haré —sonrío.


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Daron, un ángel para Nathalia © [Libro 1]✔Where stories live. Discover now