Capítulo 3

50K 4.2K 399
                                    

NATHALIA

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

NATHALIA

Una semana después

El doctor ha decidido que puedo volver a casa, ya que me he recuperado muy bien y la herida no pasó a ser nada grave. La decisión de irme de la casa que por mucho tiempo ha sido mi hogar, está tomada y sin marcha atrás. Sé que mi padre espera que me vaya con él y así lo haré, porque no quiero que se preocupe por mí por ahora.

Cuando pienso en mi familia, no puedo evitar sentir nostalgia, los vagos recuerdos que tengo en mi mente sobre mi madre, han ido desapareciendo con el paso del tiempo. Mi padre nunca volvió a hablar de ella y ni siquiera hizo un mínimo esfuerzo para que pudiera mantenerla en mis recuerdos. Jamás he tenido razón de si tengo más familia de parte de mi padre o de aquella mujer que nos abandonó, porque de eso si me habló papá, de cómo se fue sin importarle nada.

No tengo la menor idea de a dónde me iré, mucho menos con qué dinero lo haré, pero ya me he cansado de la situación en la que estoy viviendo, una en donde me siento una inútil, una en donde mi padre aún me mantiene. No es ser egoísta o tal vez sí, pero quiero valerme por mí misma, porque sé que solo de esa manera voy a darme cuenta de lo difícil que es la vida; donde para el prójimo solo eres uno más y no les importa ver si estás hundida, porque tender una mano de ayuda es algo que ha dejado de existir en este mundo.

Mi altanería es capaz de dominar mi ser por completo, como si tuviera vida y mente propia, y según ella, mi padre ya ha colmado mi paciencia. Me dice que ya no debo estar dispuesta a soportarlo y me grita que él no tiene el derecho de elegir a mis amistades, mucho menos juzgarlas sin ningún fundamento.

Por la vida no se debe ir hablando mal de las personas de las que realmente no se conoce nada.

—Necesitamos hablar.

Esa es mi voz.

Está sentado en la mesa, cenando solo, como siempre suele hacerlo. Ya he perdido la cuenta o las razones por las cuales, no somos capaces de sentarnos juntos a disfrutar una cena y charlar, o solo para preguntarnos como ha estado nuestro día, porque se han esfumado desde que dejé de ser una niña. La nostalgia se hace presente cada vez que pienso en ello, pero tampoco he hecho un esfuerzo para volver a recuperar eso.

Él levanta su mirada hacia mí y deja de tomar de su taza de té.

—¿Qué sucede? —Cuestiona con suma cautela.

—Me iré de la casa en cuanto mi pierna esté bien.

—¿Te vas de la casa? —Repite sin poder creerlo.

En su cara la sorpresa es imposible de no ver.

—Sí, me iré.

Se queda en silencio un momento, mientras sus manos juguetean con la taza de té que yace sobre la mesa, y yo solo espero una respuesta o acción de su parte, un regaño o algo.

Daron, un ángel para Nathalia © [Libro 1]✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora